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25 ene 2011
Lokichoggio, preparando el cruce a Sudán...

Lokichoggio, preparando el cruce a Sudán...

"¿No me llevá' jefe? Adentro del tanque... Adonde sea..."
Una vez ya del otro lado del limbo espacio temporal, y de vuelta al mundo real, nos vimos depositados en loma culo... pero un poco más a la izquierda. Un lugar que no figura en ninguno de los mapas que tenemos, y que curiosamente creemos carecía de nombre, y por ello, también de identidad. Un primer rastro de civilización del que logramos salir gracias a unos militares buena onda, quienes le ordenaron a una camioneta que iba para un pueblo llamado Lodwar, que nos llevaran sin cobrarnos y sin chistar. El conductor acató la orden de muy buena gana, y junto a unos cuantos keniatas que nos miraban desorbitados, emprendimos nuestro regreso definitivo hacia el más acá.

Meeee... meee...
El calor y la falta de comida nos tenían en modo ahorro de energía y hasta casi me desparraman por el suelo por la baja presión, pero la última pizca de miel con la que contábamos entre nuestra lista de alimentos, me salvó del desmayo. Los conductores resultaron unos genios, y a mitad de camino, cuando pararon a cenar, nos invitaron uno de los platos de comida más necesarios y más agradecidos de los útimos meses: carne, frijoles, chapati, yoghurt... para ponerse a llorar.

Llegamos a la “civilización”. Después de haber vivido en el pasado, Lodwar parecía Manhattan. Un pueblo tranquilo en el que hicimos base para alimentarnos, sacar algo de plata, y por lo menos por un par de días, intentar descansar. Parecía que llegábamos de la guerra... sin fuerzas, demacrados y con resquicios de bajón del fracaso etíope y su frontera del mal.

Venta de carbón en el medio del pueblo...
Capos de todos los colores...
Prácticamente no movimos un sólo dedo, casi no charlamos con la gente y no nos interesamos nada de nada lo que sucediera en Lodwar. Una vez repuestos, con el aire cambiado, y muchas ganas de arrancar, salimos nuevamente hacia la desértica y desolada ruta, a tentar al destino y a la suerte otra vez más... Cri cri...cri cri...cri cri... bailaba el grillo mental... tic-tac, tic-tac... el reloj virtual... ¡Qué difícil la vida del mochilero en esta ruta!... ¡Qué calor diabólico!, ¡Qué infinita soledad!... ¿Estas rutas para quiénes las construyeron?...

Las respuestas muchas veces llegan solas, y de vez en cuando en forma de camionetas 4x4 super pro. Adivinen quién apareció. Ya sabemos que la tierra en sus más recónditos rincones esta poblada casi indefectiblemente por iglesias de cualquier tipo y militares, ¿Quién falta? ¡Siii... pitos y cornetas! para los Estados Unidos y su brazo “pacificador”... Vamo' lo pibe' de la ONU. ¡Qué capos! La ONU... ¿Qué me contás?... Si le faltaba algo a esta ensalada eran americanos circulando atrás de algún interés poco claro, o más bien, bastante turbio...

World Food Program Lokichoggio...
Cri cri cri cri cri cri...
Lo super pro de todo esto es que aunque sean los últimos y casi inexistentes resquicios de las buenas intenciones con que se creo este mega organismo, circulan por toda la zona persiguiendo intereses ajenos, y aunque tienen prohibido robarse el petroleo y llevar gente en sus vehículos, logramos convencerlos de lo segundo. Luego de endulzarle los oídos y de poner cara de angelitos, nos subieron a la super camio pro con antena satelital y aire acondicionado, y pusieron primera derechito para Lokichoggio, el último pueblo de esta parte de Kenia, ubicado a escasos kilómetros de la frontera de Nadapal, puerta hacia a Sudán, y a nuestra última alternativa de alcanzar Egipto por tierra.

Antes de llegar cruzamos un campo de refugiados compuesto por personas exiliadas de toda guerra posible... provenientes de Congo, Uganda, Etiopía, Eritrea, etc.. Flashero de cojones.

En los predios del campo de refugiados...
Comiendo una sopa... esperando...
Aclaración situacional: que no nos hayan dejado entrar a Etiopía es un problemón, ya que nos obliga a cruzar por la parte sur de Sudán, la que ciertamente está hecha un quilombo en todo aspecto. La guerra terminó hace cinco aňos y en Enero se vota un referendum para dividir el país. Esto se traduce, por un lado, en paranoia absoluta hacia posibles boicots a las elecciones, y por otro, en una inestabilidad política que repercute en controles militares masivos que se encargan de joderte la vida cada diez kilómetros. Además, tenemos sólo quince días de visado y Sudán es el país más grande del continente. Sin comentarios.

Por último y para meterle una cuota más de color, creemos que no se vio cruzar un blanco haciendo turismo independiente por esta frontera en décadas, lo que le agregó un poquito más de dificultad y nos hizo un poco más sospechosos que antes.

Tribus buena onda...
Aviones abandonados en el aeropuerto...
Ahora bien, cuando empezamos a prepararnos para el cruce, nos topamos con una enfermedad informacional que proveía datos absolutamente desnutridos, disímiles y poco claros, con el agravante de que en lo único que coincidían era en seňalar como una locura intentar llegar a Juba (la capital del sur del Sudán) por tierra. Todos aconsejaban pagar un avión...

Llamativamente, en Lokichoggio hay un aeropuerto internacional, hecho casi inverosímil, cuya analogía sería la de encontrar en Argentina un aeropuerto internacional en Puerto San julián. Ridículo es poco. Pero claro, si está, es por algún motivo, y ese motivo es principalmente la actividad de la ONU en la zona.

Según datos no del todo verificados, es el mayor asentamiento del poco respetable organismo fuera de Estados Unidos, y desde aquí parten muchos avioncillos que van precisamente hacia Juba y algunas otras ciudades, principalmente en el sur de Sudán. El olor a podrido llega hasta acá, pero bueno, el avión fue la opción que más nos aconsejaron, pero que nos negábamos rotundamente a acatar.

¡¿Qué hacés ahí che?!...
Las calles de Lokichoggio...
Estábamos empecinados en seguir a dedo, y a esta altura ya parecíamos rebeldes, locos y ridículos, pero no nos pensábamos resignar. Caminamos incansablemente y recorrimos varias veces toda la ciudad en busca de las opciones disponibles. Hasta llegamos a un tipo que nos ofreció un avión gratis (un gordo genio que contrabandeaba cosas para todos lados), pero no tenía lugar hasta dentro de una semana... y quedarse en Lokichoggio una semana más, era para terminar de limar.

Así que después de averiguar, divagar y hacer una reunión de consejo mayor extraordinaria, decidimos que íbamos a tomar el riesgo, y que partiríamos en dos días en una camioneta que gentilmente se ofreció a llevarnos gratis hasta el primer pueblo luego de la frontera, y de ahí, arreglárnosla como pudiéramos, e intentar surcar los trescientos kilómetros que nos separaban de Juba... en ala delta, monopatín, o camello si fuera necesario. Nos gusta estar al lado del camino, ya que como acusa Fito Páez es ”más entretenido y más barato...”.

Habitantes de Lokichoggio...
Al costado del camino...
Las noches en Lokichoggio fueron acobijadas por la oficina principal de migraciones, que al vernos tan chiflados, decidieron darnos un lugar dentro del predio para poner la carpa, cubriendo también en repetidas ocasiones, nuestras necesidades nutricionales. Genios sin igual... ¡muchísimas gracias!...

Por lo demás, la decisión estaba tomada: salíamos a la ruta a probar... las noches árabes estaban cerca. Gracias a todos por estar y leer. Nos vemos en la próxima en SudánBesos y abrazos... ¡Inshalla!...

Compartiendo una cena de chapatis con la gente de migraciones...
Me las como a todas...
Chiquitos en el campo de refugiados del no lugar...
21 ene 2011
Lago Turkana (tetralogía especial)... Volver al pasado (cuarta y última parte)... Che Omorate... metete la visa, el país y la dimensión rastafaraa en el orto...

Lago Turkana (tetralogía especial)... Volver al pasado (cuarta y última parte)... Che Omorate... metete la visa, el país y la dimensión rastafaraa en el orto...

Los hermosos habitantes de la dimensión rastafaraiiii...
Y nos levantamos con optimismo, como debe ser, pero también llenos de dudas, mirando los amuletos, pidiéndole ayuda a seres queridos que ya no están, nerviosos porque se jugaban en principio muchas cosas, abrazando la esperanza que habíamos conservado y alimentado por largas noches de este viaje espacio-temporal. Espectantes, confiados, con todos los speechs que teníamos que utilizar repasados y aprendidos... Nos levantamos con la indeclinable motivación y convicción de cruzar...

Todo arrancó según lo convenido. La primera risa del día nos la robó Sancho Panza, que estaba vestido como para vacacionar con un gorro despampanante que tapaba sus oscuras intenciones y su mucho más que cuestionable accionar. Don Quijote, como siempre impávido, tranquilo, oculto tras su sotana virtual, que como a todo servidor del señor, le tapaba su apetito carnal...
Guerreros intergalácticos espaciales a punto de salir a la incursión en tierras Rastafaras...
Arrancó nuestra nave interespacial con dos asistentes extras de unos diez años de edad. Ambos habitantes de este limbótico espacio transitorio, quienes manejan los artilugios de comunicación entre estas recónditas galaxias linderas, y que iban a ser un eslabón fundamental para llegar hasta las puertas de entrada de la dimensión rastafaraiiiiii.

La primer caseta intermilitar la encontramos no más allá de unos diez kilómetros. Parecía deshabitada y abandonada, pero no... En su parte trasera ocultaba seres prácticamente desnudos, llenos de ametralladoras AK-47, seguramente provenientes de alguna galaxia no explorada, y hasta incluso desconocida. Estos seres desnudos y armados eran los responsables de dejarnos pasar. "A la mierda! ¿y ahora?...".

Extremas cantidades de nada con adorno de fondo...
Expedición a la dimensión Omorate...

Salieron a la cancha los chicos esgrimiendo argumentos y chamuyo en Amhárico, y después de vaya a saber uno qué mentira, estos rústicos militares llenos de agujeros en la orejas, polleras de colores y cara de canívales, nos dejaron pasar. Habíamos derribado el primer control...

Ya internados en el limbo y muy de camino a Selassielandia, tuvimos que atravesar un par asentamientos que casi se puede decir que no son parte de ningún país, y que si lo son, al país mucho no le calienta, pero ojo, todos armados con ametralladoras, machetes y dientes muy blancos... Si no teníamos a los traductores, juramos no saber lo que hubiera pasado. Lugares en los que si desaparecés, no te encuentran ni con miles naves del tiempo. Extremo y alucinante. Había que pestañear fuerte para confirmar que lo estábamos viendo. De película, de ciencia ficción, de otro puto mundo...

Llegar hasta Omorate supone internarse en un NO LUGAR muy difícil de relatar, un no lugar que hasta el día de hoy nos seguimos preguntando si realmente existe. Así, atravesando inverosímiles dimensiones, mundos virtuales y espacios atemporales, llegamos a Omorate, lugar donde habitan seres sufridos, acalorados, desabastecidos, de poca paciencia y cuestionable humor. Un lugar que se debería mudar a un clima más amable, a una zona más accesible y a un medio ambiente una pizca más tolerable.

La entrada a migraciones fue muy pacífica. Ahí mismo nos recibió un chupabolas espacial que nos pidió los pasaportes. Ese chupabolas llamó a otro que las chupaba mejor, y este gran mamaverga se sentó a analizar los documentos, y sin anestesia ni preámbulos, salió por la puerta del repugnante despacho y dijo...”no tienen la visa... tienen que volver a Nairobi... no pueden entrar”.

“¿A Nairobi?... ¿vos decís?... ¿No te parece un poco lejos, dificil y complicado?... ¡alieníjena hijo de diez mil putas tragonas!... sin ofender eh...”.

Pensando un plan para matar alieníjenas...
Como no quiero completar dos hojas de puteadas, me voy a limitar y decir que a pesar de haber esgrimido increíbles argumentos, haber rogado, y hasta de habernos rebajado delante de este traganata espacial, no hubo forma de que nos diera vía libre, y como buen atrevido, además nos dió dos horas para dejar el país.

Tragando bronca, mierda, y maldiciendo a todos los descendientes de Selassie, nos pusimos a barajar la opción de entrar sin visa y clandestinear hasta la capital, y una vez allí, declararnos infractores e intentar solucionarlo; pero todas las personas con las que hablamos nos aconsejaron sanamente que no se nos ocurr limar, ya que íbamos derecho a hacernos deportar, y ahí andá a cantarle a Gardél de vuelta en Buenos Aires. Pero más allá de esto, decidimos no continuar no por la deportación, sino porque no teníamos forma de salir de Omorate pasando desapercibidos y burlando a la policía espacial.

Sin plata, abatidos, desilusionados, y sin medios de transporte, ni recursos para abandonar la ciudad, nos vimos inmersos en una de las situaciones más complicadas de este largo viaje al pasado. Para volver teníamos que atravesar una ruta imposible durante ochenta kilómetros (para lo que no había transporte), o conseguir alguien que nos lleve hacia la frontera keniata que está más cerca de Sudán, del otro lado del lago Turkana, para lo que había que tomar un barco o lancha que atraviese el río Omo, y una vez allí, hacer unos veinte kilómetros más en alguna camioneta 4x4. (Tampoco había transporte).


La banda de Omorate...
Mientras movilizábamos a medio pueblo para ver quien nos podía ayudar, con los clérigos implicados, la policía aguardando, y Quijote y Sancho Panza medio en pedo por la cuarta o quinta birra cortejando una adolescente etiope, el cuadro se había puesto denso. Y si no fuera por uno de los curas con más vocación que vi en mi vida, el encargado de la misión de Omorate, que nos dió de comer y nos echó todos los cables que pudo, no sabemos que hubiera pasado.

Cuando ya estábamos más que jugados, resignando nuestras fuerzas y por autocagarnos a trompadas... lo inimaginable, lo inesperable, y lo imposible, sucedió nuevamente... Sonó un estruendo en el cielo y se hizo la luz.... Un destello de luz blanca que brilló en el horizonte y abrió una puerta interestelar desde algún sitio desconocido, y como por arte de magia u obra de nuestro señor... Bob Marley... apareció un astronauta blanco, prístino y puro, montado en su blanco corcél espacial todo terreno, con muchas ganas de cagarnos a trompadas, pero con un tremendo corazón...

Omorate y su espectacularidad...
“Ustedes son unos inconscientes... me tengo que venir desde otra galaxia a salvarles el culo...”...”Sí señor, tiene razón señor, perdón señor... lo que usted diga señor...”... “Acá violaron a una pelotuda que se hizo la hippie la semana pasada y el que la tuvo que sacar fui yo...”... “Entendemos señor, perdón señor, no se enoje señor..."...

Puteada va puteada viene, pero con su giganto corazón al viento, nos subió en su nave, nos llevó a su casa, pasamos la noche, nos despertó, preparó la lancha del tiempo, pasamos el río, bajamos en una casa hippie, montamos la camioneta interestelar, hicimos un paso por un aŕea arqueológica, nos mostró y regaló fósiles de 3 millones de años de antiguedad, pasamos por la frontera a pedir permiso para volver entrar, nos lo permitieron porque la visa todavía tenía validez, y finalmente volvimos al futuro, después de tanto surfear galaxias lejanas luchando por el metal.


Zona arqueológica con fósiles de animales extintos de tres millones de años de antiguedad...
Omorate y su indiscutible perfección paisajística...
Así fue la cosa señores. Hoy ya de vuelta en nuestra era, debo confesar que el último atardecer en el pasado fue una marca letal. Allí, en el medio de un limbo perdido en el tiempo, dentro pero fuera de la dimensión rastafaraiii, bajo la protección de nuestro ángel personal... Allí, en el medio de un valle infinito que limita con el mundo real, bajo los ya ténues rayos de sol que indicaban que aquel triste día llegaba a su fin, dejé las lágrimas de la impotencia por no haber podido entrar a Etiopía... y saboreé la rotunda tristeza de lo que no fue, de lo que ya no está... Todas lágrimas que valieron la pena...

Como siempre mañana sería otro día, y todavía queda mucho por andar, pero el festejo de este viaje, que justamente aquel día cumplía un año, nos lo tuvimos que tragar... y por eso y para descargar una vez más... Etiopía: metete la visa, el país, y la dimensión rastafaraa en el orto. ¡Volveremos por más! ¡Hasta la próxima!. Gracias por acompañar.

 
El atardecer en Omorate...
4 ene 2011
Lago Turkana (tetralogía especial)... Volver al pasado (Tercera parte)... North Horn, Ileret y Quijote y Sancho Panza...

Lago Turkana (tetralogía especial)... Volver al pasado (Tercera parte)... North Horn, Ileret y Quijote y Sancho Panza...

¡Bienvenidos a North Horn!...
Luego de un par de calurosas horas viajando en la super nave espacial de la comuna católica, arribamos a North Horr, un lugar encapsulado en el tiempo, condenado a vivir siempre en la misma era, donde los minutos no pasan, las cosas no cambian, y el silencio es sólo interrumpido por el balido de las cabras, el grito de algún borracho descontento, o el viento caliente que transita una de las atmósferas más estáticas que hemos visitado.

Cualquier mínima cosa que suceda es una novedad, y muchísimo más, la llegada de alieníjenas blancos haciendo turismo en naves espaciales, desembarcando con sus inverosímiles equipajes en el medio de la “calle” principal... Flash Gordon... y también Flacon... cuaracuacuaaa cuaracuacuaaaa...

Gracias al cielo teníamos puestos los anteojos 3D y estábamos estrenando una barrera energética espanta mutantes. Todo ello porque nos teníamos que mover extremadamente rápido, debido a un mito que sentencia que: si uno permanece 
por más de 24 horas dentro del adimensional pueblo, va a quedar condenado a vivir para siempre la misma realidad, y a terminar como el cura alemán que maneja la misión católica, que además de haber quedado para siempre atrapado en North Horn, se le soltaron un par de tornillos, le creció desmedidamente el bigote, y se empezó a tonar un poco pervertido.

Casita en el medio del desierto...
Por suerte, y a pesar de la urgencia, este indescifrable personaje nos recibió con los brazos abiertos, por lo que luego de escuchar pacientemente nuestra aventura, nos puso a disposición una casa que estaba desocupada y la eterna hospitalidad del señor, por el tiempo que necesitemos... (que según el cura podía llegar a ser mucho).

Citando sus palabras: “en este espacio dimensional los viajes en el tiempo son difíciles de encontrar... al ser una dimensión desconocida y estática, no muchos son los que se atreven a transitarla... Además, ya ven mi perverso bigote... hace años que no me lo puedo quitar... Necesitarán de toda su fuerza y una gran dosis de suerte para escapar...”... y concluyó: “la dimensión rastafaraaaa está muy cerca, pero es extremadamente jodido de acceder y mucho más difícil aún de atravesar... Fumaron tanto porro que tuvieron algunos panick attacks y ahora se persiguen por todo... Avancen hasta Ileret, la dimensión vecina, y si logran llegar pregunten por Don Quijote y Sancho Panza... ellos los sabrán ayudar... Dios los bendiga”... Dicho esto, se prendió la mecha y pusieron la música de Misión Imposible...

Y ahí fuimos, a revisar todas las coordenadas de North Horn, aunque luego de rato largo de fracasos y desilusiones abandonamos la búsqueda y nos fuimos a mirar al espejo... el bigote estaba asomando... Nos teníamos que afeitar...

Qué bueno que está, pero... ¿Cómo salgo de acá?...
Una montaña, una casa y la nada misma...
Cuando casi habíamos perdido todas y cada una de las esperanzas y la negra noche ocultaba la silueta de la desierto-ciudad, vimos una luz blanca que entraba en los dominios de la estática dimensión. La esperanza nos eyectó del lecho, nos miramos y... pero... ¿es que... podrán ser ellos?...”. Nos pusimos los calzados intergalácticos y fuimos a chequear.

La emoción no se hizo esperar, no había dudas. Era una nave de la organización del “World Food Program”, unos jinetes interespaciales buena onda que viajan por galaxias y dimensiones lejanas, llevando comida y avances tecnológicos provenientes del futuro. Para nuestra alegría y salvación eterna, se dirigían hacia Ileret. “Los llevaremos en nuestra nave, pero el viaje es largo y difícil... la última vez que lo hicimos estuvimos nueve días parados por un desperfecto en la ruta de viaje”... ”saldremos a las cero seiscientas de la mañana. Prepárense... y que la fuerza los acompañe...”.

Nave  intergaláctica del World Food Program atravesando las dimensiones de lo desconocido...
Por suerte todo salió perfecto. Apenas un par de horas pasado el mediodía, y luego de transitar una ruta muy turbulenta e inhóspita, llegamos a Ileret, una dimensión violenta, villera y dejada, totalmente derretida y distorsionada por el calor. Para colmo, gobernada por un bicho mutante con forma de mujer que digita el único lugar para comer, darse una ducha o conseguir un refresco, y que sólo habla lenguaje de números o dinero. Es desagradable, maleducada y cochina. Por suerte teníamos el dato de la misión de Don Quijote y Sancho Panza, dos luchadores episcopales que manejan un bunker religioso que pretendíamos fuera nuestro próximo hogar.

Los alrededores de ésta indescriptible dimensión están habitados por seres que viven en huevos de chapa antireflex, no portan vestimenta alguna, suelen ir caminando con cabezas de corderos recién degollados en el marulo, y se acercan en manadas a observarte y analizarte en cualquier lugar del territorio que te intercepten. Adornan sus cuerpos llamativa y coloridamente con aros, brazaletes y elementos no identificados. Seres evolucionados que no necesitan de nada para vivir... una raza superior preparada y adaptada para habitar dimensiones calurosas y áridas, y que se la bancan así nomás... como venga.

Panorámica del vecindario de North Horr...
Seres inferiores...
Ya instalados en una burbuja religiosa que alivia todas las penas, y te convida con cenas y desayunos traidos especialmente de alguna dimensión más próspera, nos pusimos a profundizar nuestras pretensiones con ésta llamativa pareja de graciosos personajes del pasado, que luchan contra molinos de viento y dicen que nos pueden ayudar a encontrar la forma de llegar a la dimensión rastafaraaa, e inclusive, a intentar cruzarla. Pero para todo esto pedían algo a cambio, y para nuestra mala suerte no era la colita de Juli Fox, sino la cara de Washington o de algún otro prócer un poco más conocido internacionalmente. Curas coimeros y espaciales, pero graciosos y buena gente. Sancho Panza era el tira bomba y Don Quijote asentía y manejaba los hilos por detrás.

Debido a que estábamos más jugados que el Facha Martel, a que encontrar alguien que cruce por estos mundos es más improbable que Menem vaya en cana, a que se necesita traductor en el paso fronterizo, a que no teníamos un mango ni para comer, y otras desventajas que ni vale la pena nombrar, tuvimos que sentarnos a negociar nuestro back up verdolaga... y aunque se hizo largo y difícil, llegamos a un acuerdo, y las cartas quedaron echadas...

Huevos espaciales antireflex...
Lo pibe'...
Primer plano del huevo antireflex...
Con la comisión episcopal de la galaxia desconocida, los representantes coimeros del señor, y uno de estos extraños seres de la zona que dominan el Amhárico (idioma de Etiopía), la mañana siguiente nos la ibamos a jugar completa, y sin más preámbulos, y luego de este intenso, alucinante, y extremadamente difícil viaje interespacial, nos pensábamos adentrar en suelo Etiope para alcanzar Omorate, la puerta de entrada a la dimensión rastafaraaaa, ubicada a ochenta kilómetros del punto limítrofe, y una de las dimensiones de más difícil acceso que hayamos intentado en nuestras vidas.

Hubo tiempo para una última cena. Pollo, pescado y cabrito que nos fueron convidando. Todo por si nos perdíamos en el limbo y nunca más pudiéramos regresar. En la próxima entrega entonces,
 la resolución a esta loca aventura espacio-temporal. Un abrazo...

Un nene cantando para nosotros...
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