Aswan nos abraza, nos reanima y nos despide en paz...
La foto más bufarra del año, del viaje y de nuestras vidas... |
Por otro lado, recibimos la confirmación definitiva de que nuestras familias nos vendrían a visitar en cuarenta y cinco días, suceso que provocó una satisfactoria sensación de desahogo emocional. Un gran “¡sí!” interno a una esperanza que veníamos macerando por largo tiempo; y que proponía un nuevo contexto, que fijaba tiempos, alimentaba ilusiones y un rumbo para calentar motores.
Puro color en el mercado... |
El pintoresco cementerio de Aswan... |
Esa futura visita aliviaba a su vez la pesadez mental y física de tener que ver y hacer todo por nuestra cuenta, de batallar cada entrada, de pelear cada precio, de desgastarnos con las mil opciones que Egipto tiene para disfrutar. En definitiva: era esperanza emocional, estomacal y una sensación de liviandad que cambiaba las reglas de juego.
En lo cotidiano, por suerte se empezó a sumar la solidaridad y el ojo de los egipcios, que notaron que definitivamente no les íbamos a comprar nada, que arribamos a estas tierras por otros motivos, y que finalmente se abrieron a nuestras existencias, y nos hicieron parte del cambalache de Aswan. Esto se tradujo en asistencia para encontrar los precios adecuados, en recomendaciones de cómo viajar, y en inolvidables momentos en los que nos invitaban a su mesa, casi obligándonos a ocupar un lugar, para luego incitarnos a degustar algunos bocaditos acompañados por exquisitas tazas de té.
La calidez de lo humano, sumada a algunos buenos descansos y a la paciencia invertida, empezaron a mellar los estados de ánimos machacados, y le fueron dando de a poco un nuevo aire a la situación, la que dio el lugar para pensamientos más enfocados, acciones más precisas y sentimientos más claros.
En lo cotidiano, por suerte se empezó a sumar la solidaridad y el ojo de los egipcios, que notaron que definitivamente no les íbamos a comprar nada, que arribamos a estas tierras por otros motivos, y que finalmente se abrieron a nuestras existencias, y nos hicieron parte del cambalache de Aswan. Esto se tradujo en asistencia para encontrar los precios adecuados, en recomendaciones de cómo viajar, y en inolvidables momentos en los que nos invitaban a su mesa, casi obligándonos a ocupar un lugar, para luego incitarnos a degustar algunos bocaditos acompañados por exquisitas tazas de té.
La calidez de lo humano, sumada a algunos buenos descansos y a la paciencia invertida, empezaron a mellar los estados de ánimos machacados, y le fueron dando de a poco un nuevo aire a la situación, la que dio el lugar para pensamientos más enfocados, acciones más precisas y sentimientos más claros.
Lancheros a la espera de alguien para trasladar... |
Con ese caudal empezamos a movernos por la ciudad para ver qué hacíamos, decisiones que fueron atravesadas por una ecuación simple y clara: “Lo barato lo hacemos por nuestra cuenta, lo caro y más interesante lo dejamos para hacerlo con la familia”. Esto no solamente suponía una ecuación puramente monetaria (que siempre puede ser solventada por ocurrencias y atrevimientos varios), sino también de esfuerzo, ya que no valía la pena un gran desgaste para ver dos veces lo mismo.
Así fue que la turisteada en Aswan la limitamos a intentar visitar la Isla Elefantina, lugar donde las atracciones principales son la villa Nubia, algunos paisajes que se obtienen de la costa de Aswan (que resultan particularmente épicos), y un punto de vista panorámico que ostenta un hotel bufarra, que no tiene absolutamente nada que ver que esté ahí.
Además, en el combo, y por un sólo un viajecito más, podíamos sumar los jardines botánicos, lugar que se sitúa al lado de la Isla Elefantina, en otra isla algo menor que introduce a una pequeña selva abarrotada de plantas y árboles de varias partes del mundo, y que sirve de campo de distracción tanto para Nubios, como para quienes hacen turismo interno y externo.
Callejón... |
Caminando la isla... |
En suma: salimos de nuevo a la cancha, lo que siempre se siente bien. Dejamos de lado nuestras convalecencias y volvimos a sintonizar con el entorno para ganar un partido ajustado en el último cuarto de hora. A pura lengua fuimos encarando a lancheros y otros intermediarios, que nos terminaron cobrando el precio justo, extremadamente más barato que el injusto. Egipto resultó ser finalmente el país más barato del viaje hasta el momento, y aunque Malawi y Uganda le pelean cabeza a cabeza, el país faraónico cuenta con un entorno muchísimo menos rústico, y hoteles que hasta tienen baño, y si te descuidas, jabón.
Asumimos entonces todos los riesgos, y le pusimos un punch de marihuana berreta al paseo, no solo para colmar el panorama de colores e inquietudes mentales, sino también para soltar la risa fácil, pero prístina del disfrute. Y así fue que nos sorprendimos de una villa Nubia que empezaba a destapar los baches culturales de Egipto. Basura y mugre en estado acentuado de naturalización, gente muy pobre, casas que hacen equilibrio para no desmantelarse, marginalidad total, muy poco alimento y ninguna visualización de posible mejora. Olor a olvido gubernamental y a desidia educativa.
Asumimos entonces todos los riesgos, y le pusimos un punch de marihuana berreta al paseo, no solo para colmar el panorama de colores e inquietudes mentales, sino también para soltar la risa fácil, pero prístina del disfrute. Y así fue que nos sorprendimos de una villa Nubia que empezaba a destapar los baches culturales de Egipto. Basura y mugre en estado acentuado de naturalización, gente muy pobre, casas que hacen equilibrio para no desmantelarse, marginalidad total, muy poco alimento y ninguna visualización de posible mejora. Olor a olvido gubernamental y a desidia educativa.
Cabritas comiendo lo que dé... |
Patio trasero de alguna parte de la villa nubia... |
Nosotros: mutantes inter-espaciales que provienen de Europa o de alguna otra galaxia, porque Latinoamérica definitivamente no esta en el mapa de aquellos nubios. A su vez, una profunda sensación de tranquilidad, nada de ruido, naturaleza, y un Nilo que podría adornar la montaña de mierda más grande del universo.
Personas reservadas, poco sonrientes, pero nada hostiles, contemplando seres que vienen de un mundo negado e inconsiderable para ellos; navegando los límites del tiempo, culturalmente sumidos en un bache sistemático repetido y desesperante de lo quedado, despreocupado y deshumanizado. Escuché a algunas personas decir que el lugar es pintoresco, yo me lo ahorro, pero digo que es interesante para sentirlo, caminarlo y observar.
Fuera de la villa nubia, pero exactamente al lado, se eleva un inexplicable hotel mega-mogólico lleno de luces de colores, nada para ofrecer, pero mucho para criticar. ¿Qué carajo hace esa mierda de colores al lado de gente que se esta muriendo de hambre y sin recursos? El horror en estructura de cemento, una imagen de la estupidez dejada y ridícula en la que vivimos y lo natural que nos parece. Tremendo.
Al margen, para llegar a sacar esta última conclusión, primero tuvimos que subir hasta el último piso de la obsenidad a intentar rescatar unas panorámicas de Aswan; ahí sucedió que además de no poder tomar nada porque era escandalosamente caro (y luego de robar manteca y mermelada), nos dimos cuenta que desde aquella altitud, la visual del bizarro y contrastante espectáculo, era privilegiada. Un buen spot para meterse hongos, merca y poxi-ran, todo junto, a ver si realmente las drogas pueden cambiar la precepción de la “realidad”.
Pero no teníamos nada de eso, por lo que decidimos una rápida huída hacia los jardines a ver pajaritos, arbolitos y musulmanitas tapadas... aunque como siempre, no queríamos pagar los casi cuatro dólares la entrada. Por este simple motivo fue que salió a la cancha Juancito y metió un pique que nos dejó a todos mirando, la agarró de aire y calzó un chiflón que la tuvieron que ir a buscar al Cairo, haciéndose responsable del no pago de la entrada, a puro grito de gol y a pura charla. Irreproducible, y la prueba de que con seguridad y convencimiento, en este mundo se puede conseguir cualquier cosa. Aplausos para el Español.
Caminamos y caminamos, nos sacamos muchas fotos con egipcios que nos daban vuelta la ecuación del turisteo, y alistaban sus celulares a nuestro paso, nos daban charla, y nos inmortalizaban al ritmo de esa amable, pícara y genuina risa musulmana. Se hizo de noche, momento en que decidimos brindar por un cumpleaños atrasado. Tuvimos la suerte de estar acompañados por dos argentinas y una chilena españolizadas, que supieron adornar y darle brillo a una reunión que marcó la vuelta al alcohol; que en esta ocasión se selló con cerveza “Stella”, de elaboración egipcia, pero que la consumen mayormente los extranjeros, ya que los musulmanes no lo tienen tan permitido por la religión. Es increíble lo que una cerveza puede hacer, pero como es costumbre de este blog, nos seguimos ahorrando los detalles...
La isla Elefantina, un oasis en el desierto... |
Messi está en todos lados... |
Salud... |
Mientras brindamos estonces por el cumple, este blog se despide hasta nuevo post. Luego de este comienzo peleón, pero victorioso en Egipto, la troop haría su penúltimo movimiento conjunto hacia otro de los puntos de mayor interés del recorrido faraónico, la mítica ciudad de Luxor. Hasta entonces y gracias por seguir leyendo estas aventuras animadas de ayer y hoy...
Niños andando en bici por el mercado de Aswan...
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