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Créase o no... |
Se ve que fue fuerte, porque de sólo intentar recordarlo el corazón se me contrajo y escupió lágrimas a una pantalla que automáticamente se puso borrosa... y entonces tecleo de memoria, y busco en tan intenso recuerdo... y encuentro... Una llegada apurada a nada más y nada menos que
El Cairo, como siempre, más que siempre, más que nunca, en modo automático porque llegaban los viejos y había que sacarse las preocupaciones de la cabeza. La vida se debería sí o sí freezar por veinte días, por veinte inolvidable putos, gloriosos, hermosos e intensos días...
Casi sin pensarlo nos fuimos al hotel más clandestino y tramposo de la zona de Tahir Square, el glorioso Gresham, un lugar irrepetible en arquitectura, habitado por un espíritu de ruina decadente, portador de un ascensor fuera de funcionamiento desde hacía un decenio y unas escaleras absolutamente dañinas para la salud; mugre, alimañas y baños que coquetean con las enfermedades más mortales, pero el más barato, menos hinchapelotas, y con la gente más amable que conocimos en la zona.
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Entrada del Hotel más amable y sucio de Tahir Square... |
Tiramos todo sin mirar, y salimos disparados y en modo automático hacia las embajadas de Israel, Jordania, Iraq, Irán, Siria, Líbano, Pakistán, e India para concluir las presentaciones de algunas de las visas más difíciles de conseguir del mundo (si uno está fuera del país de origen); y después de correr con pasaportes, cartas de intención, papeles truchos, y firmas más que dudosas, por un elevado número de horrorosos mostradores, concluimos y frenamos en seco para beneficiar la aparición de un escondido nerviosismo, que avisaba que en menos de veinticuatro horas arribaban los viejos a Egipto.
Casi imposible de describir, de esos momentos que cada vez que la cabeza quiere pensar algo se traba... como un hámster retardado que no sabe correr en la ruedita, y al cuerpo lo recorre una serpiente eléctrica movediza que lo estira y lo contrae sin compasión. Esos momentos donde no te entra nada más que más adrenalina y emoción... Parecido a un bajón de merca, pero sin la parte de “insoportable levedad del ser”.
¡Y qué carajos!... Lo único que restaba en la agenda era ir a chequear el hotel que reservamos para la estadía familiar... y bue... ¿la verdad?... Nos mató de lo croto que era, no lo podíamos creer. El ascensor no tenía puerta, las habitaciones un poco de olor a humedad, y los baños limpios, pero egipcios... tremendo... Cerramos los ojos para no ver más y nos fuimos a tomar el bondi para el aeropuerto... que se estaba haciendo tarde y los aviones cada vez vuelan más rápido.
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Si ven este cartel y están con su familia, huyan hacia un futuro mejor... |
No sé... Por momentos me sentí en películas como “Mi pobre angelito” o “Los Fockers”, o dentro de libros como “Elige tu propia aventura” o “Las mil y una noches”. Se me paseaban imágenes lúdicas por todo el cerebro, que más que propiciadas por fasito, formaban parte del mecanismo de defensa ante el shock emocional.
Un quilombo esperar. Las últimas horas parecían un resorte que se contraía cada vez más, a medida que los minutos avanzaban, hasta que en los últimos momentos presionaba hasta llegar al tope de sus posibilidades, todo compacto... y no dejaba avanzar al reloj, congelando la vida y preparándola para algún desenlace forzado. Como cuando en algún programa nabo de televisión sacan el sobre ganador, y en vez de decirte quién ganó, te mandan al corte y te dejan congelado como un pelotudo con la expectativa. Esas manías de gente como Tinelli, Sofovich, Leonardo Simons, o Héctor Larrea entre otros.
Y después del corte se hace presente la magia, y aparece tu vieja o tu viejo a través de un vidrio después de quince meses. Tu hermana, tu hermano, tu familia. Virtuales como nunca, casi espaciales... Y todos juntos le ponen play al unísono al cuadro, el resorte se auto inmola, el alma se libera, y los relojes vuelven a funcionar. Palabras... nada. Abrazos y besos... todos. Laaaargosssssssssss, con llanto, con emoción, con asombro, llenos de dicha, que es una palabra que me parece un horror, pero eran lleno de eso... No la voy a volver a escribir.
Entonces así todos “chochos” nos subimos al “charter” que el hotel envío a nuestra caza. Una camioneta super cheta sport que no se correspondía con el piné del antro hotelero... Y todos juntos nos fuimos a los gritos desquiciados a quemarle la cabeza a todo ser que se pusiera en frente por no menos de un período de veinticuatro horas. Dos familias intentando ponerse al tanto al mismo tiempo y de forma desesperada, es un espectáculo tremendo de ver y jodidamente difícil de presentar.
Entonces de aquí y hasta el próximo post, “Los Impresentables”, intercambiaban regalos, frases de dudosa coherencia, y emociones contenidas desde hacía quince meses; a veces balbuceaban, a veces babeaban, difícilmente armaban frases consistentes, y finalmente se mataban para ver quién era el más amable, pero con esa torpeza de droga cerebral non stop que te producen las cosas que te dan mucha felicidad. Un Argentino en Nueva York es una película sería y de alto presupuesto al lado de aquellas primeras horas de “Los Campanelli” en El Cairo. De esos momentos que si uno los filma y luego los edita con fast fordward saca una fábrica de capítulos de Benny Hill.
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El "más mejor" de todos después de Olmedo... |
La noche se hizo de goma, de chicle de buena calidad, de esos que uno mastica y mastica, y parece que el sabor nunca se va a terminar. Chicle de Tuti Fruti. Dulce como los alfajores de dulce de leche, pero con mate que compensa lo empalagoso. Sostenida por la consistencia y la facilidad con la que encajan las piezas de un rompecabezas cuando son las correctas. Insomne... Iluminada... Fresca... Con ese touch de magia...
Nos fuimos a actuar a la cama un rato. Como era obvio y predecible, todos la pasaron como el orto en sus simulacros, por lo que la frase mañanera más escuchada fue: “¡Ah! ¿Vos tampoco pudiste dormir?”. Luego se escucharon las primeras críticas al antro hotelero, para a los dos segundos darnos cuentas que no íbamos a pasar más de quince minutos por día adentro de algo que no sea, a lo sumo, algún museíto pedorro.
Nos comimos un desayuno que parecía bueno, y nos lanzamos al mundo exterior para dar comienzo a un sinfín de actividades de relevancia mundial, que en su versión egipcia incluirían principalmente: Cairo, Aswan y Luxor; todos relatos que comprimiremos por cuestiones de espacio y de impresentabilidad, en sólo un par de capítulos vacacionales de alto impacto visual.
No me quiero extender tanto más porque ya tengo quemada la gorra. En esta primera parte les dejamos un poco del Museo del Cairo, Pirámides, y situaciones desopilantes varias en un contexto que claramente no estaba preparado para tanta argentinadad. Gracias a todos los componentes de las flias que hicieron de estos momentos algo realmente inolvidable... o todo lo contrario... como sea... Hasta el próximo especial vacaciones, cuando “Los Campanelli” o “Los impresentables” viajen en tren con camarote y sigan sin saberse manejar. ¡Salud!...
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A la vera del Nilo en familia... |
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Adivinen quien es la del gorrito azul y el del gorrito del medio... |
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Impresentables en primer plano... |
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A pesar de la prohibición de sacar fotos: la mascarita de Tutankamón... |
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Los impresentables versión juvenil... |
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Pirámides y Turismo... |
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Camellos pasándola no tan bien... |
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Alejandra Traferri dimensionando el patio de una mezquita en Khan al Khalili... |
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El futuro llegó hace rato... |
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Los impresentables deliberando qué hacer... |
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Tachame la doble... |
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Panorámica de Kefrén... |
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Más Nilo... |
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Custodio del Museo del Cairo... |
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Comiendo en un restaurant con cerveza... Evento que no sucedía hacía mucho tiempo... |
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Policía motorizado... |
Julián impresentable agitando al turismo... Horror...
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