Egipto, últimos días y la frontera de Taba (Israel revisited)...
Entre dos tierras... |
Apenas llegamos a Hurgada, ahí mismo en la estación de bus, nos estaba esperando el jefe de la policía (que por desgracia también tenía bigote), hecho que nos pareció más que macabro... y luego de mostrar los pasaportes por cuarta vez desde que logramos huir del Cairo, nos dijeron que “conocían nuestra situación y lo que había sucedido”, y que ellos se iban a encargar de que nadie nos hiciera más daño mientras nos encontremos en el páramo turístico; hecho que muy lejos de contentarnos, nos hizo sentir más nerviosos y perseguidos. “Gracias, muchas gracias... y andate a la reputísima madre que te parió paraco de mierda”.
"Sí mi general... Están acá"... |
Quiso el destino darnos una manito, cuando al cuarto o quinto día de quemarnos el coco en la sordidez de Hurgada, Mubarak decidió abdicar el trono y ponerle un mínimo paño de agua fría a la insostenible situación egipcia. Con ello abrió un haz de luz en los caminos, por lo que dictaminamos que había que aprovechar ese mínimo aire, para tomarnos el palo de Egipto hasta nuevo aviso.
Sacamos un pasaje en colectivo, nos despedimos de nuestras amigas con profundo agradecimiento y tristeza, pasamos dos mil controles policiales nuevamente, y llegamos a un Cairo convulsionado, “triunfante”, e ilusionado con lo que hasta ese momento se manifestaba como una gran victoria. De todas maneras la atmósfera aún era macabra, densa y llena de odio, bronca y alegría a regañadientes.
La esquina del eterno... |
Una vuelta que estuvo marcada tanto por la melancolía de lo felices que habíamos sido, como así también por el terror de lo que habíamos vivido. Se paseaban por mi cabeza las sonrisas, los chistes y la emoción de mi familia caminando esas calles que aquella tarde estaban a punto de dejar de ser mías, y ese disfrute se truncaba y paralizaba mi cuerpo cuando me invadía la sensación de que alguien por algún motivo, nos iba a venir a lastimar.
Totalmente irracional e inevitable. Reminiscencias que muy veloces recorren el cuerpo y se transforman en escalofríos en un grito interno que ruega: “no, no, no por favor... no”, que hasta el día de hoy no logré desterrar y que solamente el hecho de escribirlo me contrae los músculos y me pone en estado de alerta. Lágrimas en el alma sobre una herida cicatrizada, pero abultada y perpetua.
Una mañana gris nos despedimos y nos metimos en un bus a transitar las siete horas que nos separaban de otro quilombo gigante: “La frontera de Israel”; que si ya había sido muy difícil con la familia, no cabía la menor duda que con nuestros cuatro giganto bultos, los ojos un poco morados, caras de culpables, visas de Irán, Sudán, un corán, una biblia, libritos con anotaciones en árabe, en medio de la tensa situación que de cierta manera enfrentaba a los dos países, la cosa iba a ser brava, difícil, complicada e insoportable.
Libro poco recomensable para intentar entrar a Israel... |
Una imagen ciertamente parecida a esta... |
Control tras control, hicimos una parada para comer algo, en la que por cierto tuvimos la suerte de experimentar y presenciar una tormenta de arena en el medio del desierto. Era algo así como el espectáculo natural obvio para adornar nuestras vidas por aquellos días. Una tormenta de arena de esas que no te dejan respirar o ver, y de la que hay que resguardarse seriamente si se tienen intenciones de no salir lastimado.
Un espectáculo poderoso, imponente y hasta caricaturesco, animado por esa sensación de estar observando desde un lugar seguro la escena y no lograr cerrar el cuadro con uno dentro. Sensación de estar como flotando en la realidad, y de repente descomprimir la incoherencia y lo desopilante del hecho a través de una risa tibia que acepta lo que está sucediendo y que además lo confirma, recurriendo al mecanismo psicológico del chiste, esbozando una mueca y finalmente una suerte de aceptación.
Un espectáculo poderoso, imponente y hasta caricaturesco, animado por esa sensación de estar observando desde un lugar seguro la escena y no lograr cerrar el cuadro con uno dentro. Sensación de estar como flotando en la realidad, y de repente descomprimir la incoherencia y lo desopilante del hecho a través de una risa tibia que acepta lo que está sucediendo y que además lo confirma, recurriendo al mecanismo psicológico del chiste, esbozando una mueca y finalmente una suerte de aceptación.
Esta fue la última imagen que me llevé de Egipto en su versión revolucionaria, y salir de este pensamiento significó solo despedirnos de nuestro amigo "Yorron" y bajarnos con nuestros bultos en la frontera, para tener el honor de ser los primeros dos pelotudos a los que se les ocurre cruzar ese espacio demoníaco en medio de tamaño quilombo y con tantas pruebas en contra.
Así nomás y como si no pasara nada, haciendo uso y abuso de nuestra inconciencia, y llevando un poco más al límite nuestras maltratadas psiquis, caminamos respirando lento el kilómetro que nos separaba de las casetas militares. Pero no lo hacíamos solamente porque somos tontitos... sabíamos muy bien que si lográbamos pasar encontraríamos el final del túnel, y podríamos empezar a pensar en nuestros amigos israelitas, su amabilidad, su brillo, su comida, su cerveza, y sus cómodas y prometidas camas. Trescientos metros nos separaba aún de la felicidad.
Así nomás y como si no pasara nada, haciendo uso y abuso de nuestra inconciencia, y llevando un poco más al límite nuestras maltratadas psiquis, caminamos respirando lento el kilómetro que nos separaba de las casetas militares. Pero no lo hacíamos solamente porque somos tontitos... sabíamos muy bien que si lográbamos pasar encontraríamos el final del túnel, y podríamos empezar a pensar en nuestros amigos israelitas, su amabilidad, su brillo, su comida, su cerveza, y sus cómodas y prometidas camas. Trescientos metros nos separaba aún de la felicidad.
En la frontera no había nadie. El free shop estaba cerrado. Los militares percibieron nuestros tibios pasos, y mientras abrían sus adormilados ojos, pusieron a funcionar las máquinas chequea valijas. Atroden amigos... Ahí vamos... “Salaam Alecum, Walecum Salaam”... Con cara de póker, tratando de ser más turistos que nunca. El trámite en esta primera parte duró algo así como una hora, aunque cuando ya todo parecía en orden y a punto de salir bien, apareció de nuevo la estupidez, la asquerosidad, la malintención y la inhumanidad que sólo un militar de alma puede expresar.
Lo peor... |
“¿Sabés lo que podes hacer milico conchudo?... Después de ponerme el sello en el pasaporte, métetelo en el centro del orto, acompañado por tu ametralladora y la ganas que tenes de que te hagan el ojete, y fíjate si de alguna forma y así, tu vida empieza a tener algún sentido”. Coca cola de por medio, pero aún bastante muertos de hambre, encaramos derechito hacia el cóctel final: “Señoritas israelitas comandantes de frontera”. Chicas muy lindas y bonitas que expresan su extrema conchudez sin cortes, llenas de ignorancia, y con un mal humor y tan poca pija, que dan para un estudio de posgrado.
“Shalom... Shalom...” fue lo único que pudimos decir antes de que nos dejen en pelotas y nos veamos sentados cual terroristas respondiendo por varias horas preguntas pelotudas, y bancandonos las miradas y las requisas más intensas a las que nos sometieron en la vida. En este aspecto se lograron parecen bastante a los militares que casi nos matan.
En fin... |
Habíamos decidido no decir nada de lo acontecido en Egipto, ya que no sabíamos cómo se lo podrían tomar. Tampoco queríamos jugar nunca más el rol de espías o algo por el estilo, y por último, nos aferramos a la promesa de la primera vez que cruzamos esta frontera que sentenció de boca de la comandante que “la segunda vez iba a ser sólo un trámite”...
"Un trámite de nueve horas... hija de mil puta", en los que tuvimos que justificar porqué nos cortamos el pelo como un musulmán que paso un día por ahí, porqué queríamos aprender árabe, porqué tenemos un corán y una biblia, porqué les interesa viajar por Medio Oriente, a quien conocíamos en Israel, porqué vinimos dos veces, porqué no nos hicimos la circuncisión, qué es un quipá, cuántas veces cagamos por día y porqué nos gusta usar bóxer en vez de slipeta.
Además, mientras nos revisaban de nuevo todos los mails, muy impunemente nos venían a preguntar quiénes eran personajes desopilantes que aparecían en facebook, o en dónde quedaban ciertos lugares que habíamos recorrido.... Por último, quién nos financiaba, porqué viajábamos a la deriva, y porqué teníamos estas caras de estar ocultando droga que además no nos podían encontrar...
Además, mientras nos revisaban de nuevo todos los mails, muy impunemente nos venían a preguntar quiénes eran personajes desopilantes que aparecían en facebook, o en dónde quedaban ciertos lugares que habíamos recorrido.... Por último, quién nos financiaba, porqué viajábamos a la deriva, y porqué teníamos estas caras de estar ocultando droga que además no nos podían encontrar...
Fueron momentos de mucho hambre, tensión, miedo, puteadas y calentura. Hasta que en un momento de esos en que uno ya no se puede aguantar más tanta mierda, me acerqué a una de las comandantes y le dije: “Sorry oficcer... ¿sabe lo que pasa? Nosotros venimos de una cagada a palos fulera en Egipto porque pensaron que éramos espías israelitas, y ya ve, llegamos a Israel con la esperanza de salir de eso, y nos encontramos estancados, como acusados de ser espías nuevamente”. “Nosotros sabemos que ustedes no nos van a matar, pero tenemos hambre, miedo, cansancio, y lo único que queremos es pasar para allá”. “Nosotros viajamos vió... Sabemos que es raro, pero a nosotros nos gusta viajar y acá tenemos muchos amigos para visitar... Nada de bombas, ni de religión extrema, nada de sionismo, nada de racismo... Viajar... ¿Me entiende?... Déjenos pasar por favor... Por el dios que más le convenga... Déjenos pasar”.
MAGIA.
Por primera vez nos trajeron agua. Salió una de las oficiales más lindas que haya visto y nos dio caramelitos. Pasó uno de los balastros con fúsil en mano y nos convidó chicle... Aceleraron el trámite, nos pidieron disculpas y finalmente... nos dejaron pasar... No nos importó nada de los severos problemas psicológicos que dejaron al descubierto, ni tampoco que eran las diez de la noche y no había nada para llegar a Eilat (la primer ciudad luego de la frontera). Por primera vez en varios días volvimos a respirar, y nos miramos y esbozamos una sonrisa sincera, desmarcada de miedo y renovada.
Se abría un nuevo capítulo en el viaje, y luego de tanto pasarla como el ojete, lo habíamos logrado, estábamos nuevamente en Israel, y nuestras agendas indicaban que la mayoría de nuestros amigos vivían en Tel Aviv; por lo que luego de hacer algunas piruetas para que nos lleven hasta la estación, compramos el último pasaje del día, algo para comer y nos subimos al bus que más nos llenó de alivio en el viaje... “Chofer: lo más lejos de la frontera posible...”. “Lo más lejos de algunos nefastos recuerdos”... y por favor... “métale pata, que nos espera una birra bien fría”...
El alma volvió al cuerpo, y entonces y como es de esperar, nosotros volveremos con más relatos desde tierras judías... relatos llenos de todo, tanto que no tenemos idea de cómo hacerlos entrar. Lo mejor, por suerte, y gracias a todos los estúpidos dioses, siempre está por venir. Hasta la próxima...
(Perdón por la poca cantidad de fotos, pero las cámaras por motivos de seguridad estuvieron algunos cuantos días guardadas).
Ola tu blog está excelente, me gustaría enlazarlo en mis sitios de turismo. Por mi parte te pediría un enlace hacia mis web y asi beneficiar ambas.
ResponderEliminarEspero tu respuesta a munekitacate@gmail.com
Un abrazoo
Emilia
Gracias Emilia... Creo que me mandaste un mail... te respondi y nunca mas... cualquiero cosa viajeporafrica@gmail.com Un beso y gracias por leer...
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