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El Festival de arte más grande de todo África del Sur... |
Y bajo el manto del frío más inoportuno y verborrágico del último lustro, el calendario empezaba a anunciar sin prisa, pero sin pausa, que el segundo festival de arte de Grahasmtown en el que íbamos a tener el honor de participar, estaba tocando a la puerta. Por tan urgente motivo, y mientras la ciudad se llenaba de gente de todo el país y de otros países, y cada edificio público se transformaba en escenario, bodegón, salón de exposición o sala de cine, nos intentábamos multiplicar para terminar de alistar las dos mil pelotudeces que nos faltaban para no parecer unos hippies post guerra mundial y dejar una imagen digna de lo que humildemente podíamos ofrecerle a un pueblo tan pretencioso.
El lugar donde principalmente iba a transcurrir nuestra vida por el lapso de los diez días que dura el festival, era la calle Somerset 17ª, sede del nuevo proyecto de la universidad de Rhodes, el nunca más oportuno y bien ponderado “Arts Lounge”. Este proyecto consiste como bien dice su nombre en un lugar relajadito dónde la gente se junta a debatir, charlar, observar, y participar de eventos artísticos alternativos y más bien experimentales, para luego comentar las sensaciones de lo ocurrido. Sentimientos e impresiones que el equipo de trabajo se iría encargando de registrar, apuntar y archivar, para producir posteriores conclusiones sobre los conceptos más relevantes e interesantes que pudieran surgir. En resumen: artistas y público en general con ganas de jugar, y por suerte también, con ganas de comer. Y ahí aparecimos nosotros cual chapulín colorado para empezar a hacernos un huequito en el movimiento del festival.
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Arts Lounge 2011... |
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17A Somerset Street... |
Logramos armar un más que digno mini bar en el frente de la casa, y logramos también abrir las puertas a la calle, cuestión por que no nos íbamos a encargar de darle de comer solamente a quienes asistieran a los eventos, sino también a todo humano que pasara, nos viera y les pareciéramos personas de fiar. Para ello entonces, armamos unos lindos carteles que pusimos en la vereda y dejamos que los hermosos menús con los que colaboró nuestra meretriz grupal, Agustina Olivera, dieran a conocer nuestras capacidades culinarias.
A enumerar: sopas (que hacía un frío de cagarse), pies (que son tartas, pero con otro nombre) de pollo y de verdura, hamburguesas de lentejas (porque estaba lleno de vegetarianos), hamburguesas de carne, guches, torta de chocolate, torta de zanahorias (que era lo más rico del menú), torta de banana, manzana, scones, flan, té, café, massala chai (porque veníamos de la India y nos hacíamos los locos), y por último, un vino especiado de origen alemán que se toma caliente y al que se le agregan un sinfín de pelotudeces, pero que resultó ser el gol de la temporada invierno-invierno en Sudáfrica: el famoso atornilla borracho viejo... apodado “Gluhwein”.
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Restaurant con vistas a la calle... |
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Mirada hacia adentro con mesitas cool, todo semi seteado para arrancar el dia... |
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Nuestro otro emprendimiento: "te vendo lo que tengo"... |
Además del Arts Lounge, teníamos la inverosímil idea de armar en la esquina un puestito de “mangos extra”, nutrido por todo el bagaje de pelotudeces neo hippies con las que veníamos robando. Este mundo de pelotudeces se componía de varias prendas de ropa de la India, camperas de cuero argentas, lapiceras de colores de vaya a saber que dudoso lugar de por ahí, y jueguitos de aluminio a los que logramos ponerles un punch luego de la creación de la famosa marca “Clever Monkey” Agustina Olivera inc., que nos lanzó a la vanguardia del aluminio de color y nos permitió cobrar mucho más, por algo que vale mucho menos.
Para darnos cuenta de que no podíamos hacer las dos cosas al mismo tiempo, por suerte necesitamos solamente un día, el primero del festival, que entre lluvias, vientos, fríos e imponderables varios, dictaminó que hacerse cargo de un bar y de un puesto neo hippie en una esquina perdida de Grahamstown era demasiado para dos novatos. Aunque parezca curioso, no habíamos planeado que en algún momento de las ocho horas que permaneceríamos abiertos teníamos que por ejemplo hacer pis, o que necesitábamos alguien que lave la vajilla que se iba ensuciando, y así, otro sinfín de obviedades que dejaron al descubierto nuestra cara de piedra, y que rápidamente nos hicieron avivar que mejor tratemos de venderle “combos hippies artesanales” a los que vienen a comer.
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Dotun y Rachel en pleno debate... |
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Whitney en una performance de masturbación... |
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Annemie y Bronwen chillin' en el jardín del Arts Lounge... |
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Uno de los cientos de vendedores de "arte"... |
El hecho de congelarnos los dedos todos los días desde las seis de la mañana para tener la comida fresca y sonriente a eso de las diez u once, se empezó a compensar rápidamente con el punch que este inolvidable bar le puso a nuestras vidas. Es que un bar donde se juntan artistas, en una ciudad que se podría denominar artística, en el medio del festival de arte más grande de Sudáfrica, nos lanzó automáticamente a la fama, y pasamos de ser ratas exiliadas en busca de una vida, a argentinos famoso con privilegios que no le corresponden.
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Congelándonos los dedos, en plena preparación del día... |
Y así fue que con el correr de los días ya habían pasado por nuestro humilde puesto el gran bagaje de sudafricanitos que le darían contexto social a nuestras humanidades, y que además, se iban a encargar de hacerlas mucho más amenas y divertidas. Por otro lado, como es un festival muy convocante, también tuvimos el honor y el privilegio de re encontrarnos con personajes memorables de nuestras primeras incursiones en el país, cuyo mayor exponente resultó ser el famoso Christopher Harris, una pieza irrepetible de la “habitación de los locos” en nuestra primera visita a Port St. Johns.
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Maurice haciendo su intervención en el festival... |
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Dave en vivo... |
La vida se volvió a llenar de un color esperanza mucho más real que el de Diego Torres, y gracias al Gluhwein, de borrachos diurnos buena onda, que todos sabemos que son la mejor compañía a la hora de perder el tiempo. Conocimos a las autoridades de la facultad, a los profesores, a los artistas destacados, a los estudiantes, a los linyeras que nos venían a pedir comida, y aunque parezca algo inverosímil, al “loro tenor segundo”, hijo de una lora tenor primera, que tenía y tiene la llamativa habilidad de cantar ópera.
Es que si algo le faltaba a nuestras mañanas para terminar de ser surrealistas y acogedoras, era la aparición de una señora que venía repetitivamente a buscar algo para comer, que en un día cualquiera, como si nada apareció con un loro al hombro. Mientras la mujer me hablaba y yo filtraba impúdicamente sus palabras focalizado en la comida, la señora empezó a contarme que su loro cantaba opera, frase a la que por fuera respondí: “uauuu incredible”, pero que por dentro gritaba “vieja loca con loro...”.
Quiso el destino mostrarme nuevamente cuan paquete soy, que en un momento determinado empecé a escuchar entonaciones furiosas provenientes de algún sector no identificado, y aunque resistí el embate adjudicándole la ilusión musical al famoso “mañanero”, al volver a contemplar la dura realidad, no me quedó más remedio que sucumbir ante la ilusoria imagen de ver un loro cantando ópera... en mi cara. Lo llamé rápidamente a Juli que para tener aunque sea un testigo de que no me estaba volviendo loco. Juli por suerte lo vió, me quedé tranquilo, el día continuó. Tenemos video del loro... fúmense uno y mírenlo...
Te canto las cuarenta...
A eso de las doce del mediodía empezaba el movimiento fuerte en el predio, ya que las funciones se sucedían sin parar de una a cinco de la tarde. En ese lapso era cuando pasaban la mayor cantidad de eventos y de personas por nuestras mesas, y por qué no decirlo, los momentos de mayor desgaste emocional, ya que si algún trabajo tiene algo de parecido con el de psicólogo de diván, es el de estar atrás de una barra escuchando las dos mil pelotudeces que le pasan a las personas por día; que no son más que las que nos pasan a todos, pero que cada uno las tiende a sentir como únicas e irrepetibles, y las termina poniendo en el lugar de anécdotas que alguien se tiene que morfar. Así fue que conocimos además de las caras, los problemas, miserias y alegrías de muchos personajes del pueblo.
A esta altura entonces, ya éramos parte de la postal de Grahamstown, y es el momento de introducir a un amigo que llegó justo a la hora de la foto, directamente del corazón de España, para pasar a ser parte con nosotros, del corazón de África... Luisito vino a ponerle mucho más idioma en común a nuestros días y nos ayudó a sentir que no éramos los únicos locos que se entregaban a una vida en un pueblo perdido en alguna parte de Sudáfrica.
No llegó solo, sino que también nos presentó a su guitarra, instrumento que le puso mucho punch a nuestras horas. Además del nuevo hermano español, hay que destacar las apariciones de personas que introduciremos mejor más adelante, pero que queremos pasar a nombrar: Lee, Strato, Rat, Cassey, Tim, Byron, Noizee, Madelize, Dominic, Athina, Mark, Paul, Gerald, Simone, Megan... y vamos a dejar la lista ahí porque tengo un párrafo de nombres en la memoria...
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El Luis... |
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Bronwen, Ruth y Thebisa... |
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Carol y Lee... |
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Athina y Max... |
Con todo este bagaje de personalidades de distintas edades, distintos intereses y distintas locuras, nos entregamos a la poca vida fuera del Arts Lounge durante el festival. Ese tiempo era invertido principalmente en un establecimiento tipo “Restobar” (para hablar en el lenguaje palermista) que abre solamente para el festival y que acapara la mayor cantidad del movimiento nocturno durante esta época: la nunca bien ponderada “Long Table”, un lugar que no ofrece nada realmente distinto, sino que más bien forma parte del cambalache tradicional de esta épica parte del año en Grahamstown.
Una de estas noches en que nos entregábamos al alcohol y a la vidurria, Juli cayó en cuentas de que después de las doce era su cumpleaños... Si él se había olvidado, ni hablar de mí y del resto de los nuevos “amigos” sudafricanos. Estábamos tan cansados que decidimos no improvisar demasiado y comprar más birras para brindar. En fin... a veces las cosas suceden de esta manera...
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A festejar... |
Así el festival, entre grandes olvidos, mañanas frías, días muy fructíferos y entretenidos, y miles de shows de los que sólo pudimos ver un pequeño puñado, fue llegando a su fin, pero no sin antes darnos la última excusa para seguir escribiendo: el evento que cerraba el Festival de arte Grahamstown 2011 resultó ser un espectáculo presentado por Proyecto 34ºS llamado “Machitún”, dirigido por Javier Drucaroff, y compuesto en su totalidad por argentinos. Y claro, si había que ponerle un broche de oro a tanta argentinidad desparramada por el mundo, era que este evento tan importante para la ciudad, como para Sudáfrica, sea cerrado por un espectáculo paisano... En fin, se ve que estamos en todos lados realmente. Ya no es más un mero rumor...
Un poco de las performances...
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