25 dic 2010

Nairobi, operativo embajadas y un poco de fiesta en la ciudad...

Centro de Nairobi...
Saciadas  y finiquitadas las ganas de ver animalitos en la pradera, y con toda la fragancia de la naturaleza a cuestas, abandonamos el lago Naivasha para continuar nuestro camino hacia Nairobi, por lo que cambiamos rotundamente el chip Heidi y las montañas, por el de orbe/cemento/gran ciudad. Montados en la amabilidad de una coqueta musulmioneta (camioneta musulmana), llegamos, apenas asomando el mediodía, a una de las capitales más impactantes del cordón este de África. Nairobi nos esperaba llena de calor, pero también con los brazos abiertos, y variras promesas de aventuras y entretenimientos para la estadía.

Dos trámites se oponían directamente a la fiesta sin fin. Primero y prioridad máxima para asegurar la continuidad de Viaje por África, era la gestión de las visas para Etiopía y Sudán, los siguientes posibles puntos del itinerario, países que no entregan visados en los cruces fronterizos (por lo que hay que toparse si o sí con el desagradable trato de sus embajadas); y número dos, intentar pasarla lo mejor posible y disfrutar, ya que sabíamos que todo lo seguía en el itinerario de viaje, muy probablemente sería de lo más "guerrero del asfalto" que íbamos a tener que afrontar.



Un cartel que entendíamos...
Torre de cristal irrompible...
Universidad de Nairobi...
Para ganar un poco de tiempo entonces, así como llegamos, nos arrimamos directamente a la embajada de Etiopía para escuchar la noticia más trágica y estúpida del año: “Etiopía no extiende visas a extranjeros, salvo que tengan la residencia en Kenia”, lo que significaba que la única posibilidad de entrar legales al país, era saltar el norte de Kenia, y el Sur de Etiopía, y tomarnos un avión de alrededor de trescientos dólares, que nos aseguraba el visado en el aeropuerto. Cómo se puede ser tan estúpido de dar visados en el aeropuerto y no en una embajada fue la pregunta que quedó vacante, por lo que: 

“Te metés el país por el ojete, vieja mala”. Salimos de la irracional embajada atascados de bronca e impotencia... y aunque íbamos a intentar entrar igual por donde fuera, tuvimos que masticar y tragar la imbecilidad de la incoherencia a gran escala.

Centrito de Nairobi...
Bedford, el camión inmortal, atiborrando de nostalgia la estación...
En Sudán nos trataron igual de mal, pero con el aliciente de que aunque las formalidades, papeleo y demáses eran de la misma naturaleza idiota que la negación etiope, en la embajada sudanesa existía la posibilidad de obtener el visado. Lo único que había que sortear era la sospecha, hasta demostrar lo contrario, de ser un terrorista, y dejar que para ello te pregunten o te pidan un millón de forradas para corroborarlo; para que finalmente, te extiendan un visado no por la cantidad de días que uno solicita, sino los que se les antojen al reconchudo cónsul, importándole un sorete de mierda si te alcanzan para recorrerlo o no. "¡Vos también te podés ir a la concha de tu madre cónsul!".

En fin, consumada ya la descarga y concluyendo en que las fronteras son una mierda a abolir, con la visa de Sudán bajo el brazo (por quince días), y las pelotas juntando fuerza para ir hasta uno de los lugares más inhóspitos del planeta a pelear la entrada a Etiopía, nos dedicamos a sacarnos la cabreada e intentar disfrutar de Nairobi, que la verdad tiene mucho para contar.

 
la urbanidad africana al palo...

Nuestro primer hospedando resultó ser un negro buena onda que contactamos por couchsurfing.org y que nos llevó a posar nuestros culitos en uno de los barrios más grandes y más heavys de la capital, el famoso Koyale, cuyas calles en horas nocturnas no serían aconsejables para Antonito de la Rúa. Koyale alberga un gran parecido arquitectónico y una atmósfera bastante similar a los monoblock de Lugano, o porque no, a los asentamientos más precarios del sur de la provincia de Buenos Aires. Lo bueno es que no tan heavy, ni pesuti como aquellos, pero sí lugares donde de mínima, y portando el blanco color de piel, de noche hay que caminar con cuidado.


Koyale y su parecido con parte de Lugano: ocre, ladrillo, sepia, vetusto...
Perdiendo la tuerca...
El problema de Koyale no era ni su precariedad, ni su falta de seguridad, ni siquiera el hacinamiento al que nos veíamos confinados; tampoco la falta de agua, ni el estado de borrachera constante de nuestros anfitriones, sino lo alejado que se encuentra del centro de Nairobi, realidad que nos consumía mucho tiempo y dinero entre idas y vueltas. Un desgaste similar al de viajar en bondi todos los días, ida y vuelta, de Retiro a Glew. El horror mismo en casi toda su expresión, por lo que "gracias", "todo muy rico", pero nosotros nos mudamos... un placer y hasta la próxima. Pitos y cornetas... el pajarito no ta' más.

De aquella estadía en Koyale nos llevamos un par de pepas... por un lado una "amiga" a la que seguiríamos frecuentando llamada Frida, que con su buena onda Keniata entretendría los días de la troop en Nairobi, y otra piba con más onda que el pelado Sokol cantando “Hola, que tal” (que en paz descanse): Dorcas, una amiga de un amigo que muy amablemente nos recibió en su casa, nos cocinó, nos compró cerveza, nos mimó (tipo madre), y todo el tiempo que duró nuestra estadía se preocupó y abrió las puertas de su casa para lo que fuese necesario.



Con Dorcas, su familia y amigos...
Juli galán...
En esta nueva etapa nos asentamos en una pensión al mejor estilo Constitu, en la zona más barata, pero a su vez más frenética, más trastornante y más anárquica de la capital; muy capaz de socavarte los nervios muy rápidamente, aunque con precios que se ajustaban a nuestros bolsillos, y rodeados por un cambalache por demás llamativo. Gritos, aglutinamiento, comida, miles de combis, colectivos (algunos circulando en contramano, o arriba de las veredas), humo, humo, humo, olor a birra, música que se filtra de alguna ventana de bares bien borrachos que no cierran nunca, prostitutas, gente que se te ríe en la cara, gente que te intenta vender algo, nenes que te piden plata, y muchísimas bocinas que todas juntas y al unísimo, no paran de cagarte los tímpanos a palos.

Esta era nuestra primera imagen cada día...

Más allá de este panorama constitu, hay que decir también que Nairobi es una ciudad bastante “desarrollada”, al menos en su parte céntrica, donde ostenta comercios de muy buen porte, algunos edificios paquetones, bonitos parques y jardines, y bastante más abastecimiento en comparación con el resto de las capitales que venimos viendo. Se ve mucho más frecuentemente ese tipo de vida de “traje”, que transcurre en autos limpios y bonitos con fragancias berretas. Más poder adquisitivo, aunque mucho más fragmentado, y mucha gente intercambiando bienes y servicios a troche y moche. La imagen del nenito harapiento pidiéndole plata al "señor de negocios", o algo para comer al turista, es moneda corriente.


Arquitectura llamativa...
Edificio al paso...
Nairobi tiene mucha vida nocturna y también la mayor cantidad de prostitutas por metro cuadrado que haya visto en mi vida... no vale la pena ahondar. Para ir terminando debo decir que nuestros días transcurrieron entre: salidas con distintas personas que fuimos conociendo... un poco entonces de... fiesta fiesta; algunos museos, centros culturales y puntos importantes... un poco entonces de... cultura cultura, y caminatas por el centro, por los barrios, universidades, teatros y tales... un poco entonces de... esparcimiento... miento...


Cultura, cultura... Cráneo de Homo Erectus de 1.8 millones de años de antiguedad...
Vitreaux fuera del Museo Nacional Nairobi...
Una pintura alucinante...
Dentro del museo, comparación de vestimenta y mono...
Por otro lado, las noches estaban selladas y rubricadas por el giganto bar que funciona en la planta baja y el primer piso del hotel, o sea, directamente abajo de nuestra habitación, que no paraba de retumbar violentamente hasta aproximadamente las tres de la mañana, momento en que cada tanto aparecía un borracho, o una puta que por error, o no tanto, se nos metía en la habitación. ¡Genios!

Un buen día entonces, preparamos todos los bártulos y salimos en busca de nuestro destino nuevamente, previa despedida de Hitcliff, amo de llaves y genio personal, y de las chicas y los chicos que nos supieron divertir en este nuevo paso por una capital. Los dejamos en compañía de algunas fotos y ¡hasta la próxima!...


Hitcliff y el ama de llaves...
Desde el parque...
Movimiento diario en el centro de Nairobi...
El hombre del Jacarandá...

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