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Imágen de llegada a Maputo... |
Escapar de Johannesburgo fue uno de esos asuntos que se tornaron innecesariamente complicados. Invadidos y paralizados por una vagancia que se resistía ferozmente a abandonarnos, no habíamos realizado una sola averiguación para intentar entender algo sobre el cruce a Mozambique, por lo que recién en el momento en que decidimos emprender la travesía nos percatamos que no teníamos la más mínima idea de adónde, ni cómo llegaríamos. Con la vagancia aferrada al corazón entonces, y la bandera de la incoherencia flameando en consecuencia, perdimos gran parte de la mañana en Avis, intentando convencer vaya uno a saber quien, que nos regale el auto para llevarlo de viaje hasta Mozambique. Sinceramente no sé en qué estábamos pensando.
Tuvimos el tupé de enojarnos y hasta de despilfarrar calentura adolescente por la consecuente negativa que la empresa esbozaba ante el "derecho adquirido" de quedarnos para siempre con nuestro hermoso "city gol". Se escucharon promesas de venganzas inclementes hasta que no tuvimos más remedio que reaccionar y devolver las llaves. En fin, caída libre hasta la realidad de un nuevo viaje que empezaba, por lo que silbando bajo, nos fuimos a intentar conseguir algún medio de transporte menos individualista, para dar por terminadas nuestras correrías por Sudáfrica. Los sentimientos que intensificaron aquel movimiento se iban desprendiendo de las imágenes más espontáneas y significativas, que casi sin quererlo, aparecen cuando llega el momento de hacer un balance de lo que vivido.
En este caso, esa contundente e inapelable melancolía, también suspiraba entusiasmo, ya que en el mismo y exacto segundo que algo irremediablemente se terminaba, una aventura completamente nueva y desconocida empezaba; momento en el que inevitablemente se produce una tensión espiritual entre la imposibilidad de hacer tangible lo vivido, y la adrenalina y el entusiasmo que producen la inminencia de una nueva aventura. Un vagaje de sentimientos que reposa en la neuralgia de "esos asuntos impostergables", acompañándonos mientras tratamos de armar algún plan para que la vida no se transforme en nada que contenga media cuota de tedio. Como llorar sonriendo, como vivir muriendo. Tan bueno y tan hermoso que a gran parte del ser humano le cuesta entenderlo.
Así fue que nos metimos de lleno y como pudimos en un colectivo transnochero, que por cierto nos alimentó la curiosidad y la excitación, prometiéndonos cruzar la primera frontera de este Viaje por África y depositarnos en alguna realidad completamente distinta. Con ello, la emoción se te desparrama por la vida, y mientras te sellan el pasaporte y te empiezan a hablar en portugués, la felicidad se transforma en un capullo energético que renace, florece y se esparce... y se pasa del silencio al sonido estéreo, como quien asoma la cabeza por sobre el alambrado de un nuevo corral, como entrando cautelosamente a ver qué pasa. Generalmente es puro amor a la vida ese sentimiento que impulsa cada simple acto que te va llevando hacia donde querés estar... y en este caso ese acto se llama Mozambique.
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En Park Station, la estación central de buses de Johanesburgo... |
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Sacando las monedas para el bondi... |
Las fronteras son alucinantes, espacios interminables de analizar... abundantes en información, anárquicos, difíciles de descifrar en el poco tiempo que uno permanece mientras los atraviesa. Esta primera frontera me hizo acordar a la de Paso de los Libres que Argentina comparte con Brasil, con cierta mezcla de Argentina-Bolivia por el lado de Colchane, y una pizca de la entrada a Colombia por Iquitos. A esta llamativa receta, se le puede sumar también un calor muy húmedo y muy intenso que sería la característica principal y más constante de nuestros días en Maputo.
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Maputolandia... |
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Vico cartoneando... |
Una vez que cruzamos la frontera, sólo un par de horas nos separaron de la avenida principal del centro de la ciudad. Allí, llena de paciencia, nos estaba esperando el África más fácil de imaginar. Totalmente teñida de negro, bastante deteriorada, y muy difícil de abordar. Maputo parecía ser una parte fundamental de lo que habíamos venido a buscar. Bienvenidos entonces a un mundo difícil de descifrar... y definitivamente difícil de relatar. Hasta la próxima y gracias por acompañar.
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