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¡Bienvenidos!... |
La
salida de Flatdogs y del South Lwangua National Park, fue una de los eventos más difíciles que nos tocó enfrentar
en el último tiempo. Para
colmo abordamos el peor de todos los transportes que nos habían tocado hasta el
momento en el viaje. Esperando la salida éramos cuatro, ya que se nos había
unido Peter, un danés muy raro, pero muy tranquilo y ameno a la vez. Rondaba
los veinte años y se notaba que se andaba sintiendo muy sólo por el continente, por
lo que automáticamente lo incorporamos a la banda loca, y todos juntitos y de la
cabeza nos fuimos en busca del camino que nos llevara hasta Lusaka, la capital del país.
Por nuestra parte, seguíamos sin dinero en efectivo. por lo que empezamos a maniobrar con las migajas que iban cayendo de los bolsillos, aunque rápidamente caimos en cuentas que no nos alcanzaría. Por suerte Peter y Charlotte decidiron colaborar con la causa, hasta que encontráramos la forma de hacernos de algo de efectivo, momento en que agradeceríamos el favor y devolveríamos las contribuciones.
Por lo demás, el viaje fue una especie de bolsa de basura llena de sufrimiento y sobresaltos. No me cansé de putear la ruta la catramina, los pozos, la incomidad, y perdón por esto, pero también a una nena de unos cinco años que no paró de mirarme como si fuera un mutante extraterrestre durante las siete horas que tuvimos el culo pegado al asiento. No se si alguna vez un niño tan pequeño me había hecho sentir tan poca empatía y sentimientos tan condenables como la bronca y el enojo. En fin, cosas de los estados de ánimo.
Más allá de los pormayores, así fue como nos
embarcamos hacia el futuro, y luego de contar unas dos mil paradas, mucho maní,
mucha sed, mucha incomodidad y mucho calor, desembarcamos en una de las tres
estaciones de colectivos de la eterna Lusaka... una capital perdida en
el corazón de África del sur.
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Estaciones de tren... esos lugares hermosos en el mundo... |
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El Cambalache del Mercado... |
Lo primero que hicimos fue intentar encontrar un lugar adónde pudiéramos depositar nuestros hambrientos y maltratados cuerpecitos. Para agregarle una cuota de mal humor a la llegada, uno a uno los lugares nos iban repitiendo que no contaban con un predio para acampar, por lo que la búsqueda se
tornó muy extensa, ya que elevaba potencialmente el costo de la estadía al doble. Cuando entendimos que no teníamos demasiada alternativa, nos empezamos a convencer y a balancer los ánimos, pensando en la estimulante idea de volver a dormir en una cama aunque sea por dos noches.
En
fin, desembarcamos en un lugar llamado Kombouka, una especie de reducto de pequeñas comunidades indias que tenían por costumbre ocupar la diminuta cocina por horas, entristeciendo e impacientando los ánimos
estomacales de las otras treinta personas que esperábamos para usarla. Como si fuera poco, eran tan simpáticos y amables que uno ni enojarse podías; y a la larga, si uno se quedaba con ellos charlando y paveando, se podía ligar algún platito de comida gratis… por el aguante...
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Kombouka backpakers... |
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Descansando en la veranda... |
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El espíritu de los Hosen... |
La
cuota necesaria de locura de todo zoológico de paso como este la
pusieron unos lituanos a los que no les importaba nada y que no paraban de
gritar y agitar pavadas a los cuatro vientos. Gesticulaban muy raro y
sobreactuado, y se emborrachaban sin medida permitiéndiose creer que en cualquier lugar que se sentaran se celebraba alguna fiesta. Este singular espejismo, motivaba continuos llamados
de atención de la recepción por las diferentes e infinitas quejas que la comuna iba
presentando, hecho que a esta dupla de quemados le importaba un pepino. Todo bien con Lituania... y todo bien con Lusaka…
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El espíritu del plomero rasta... |
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Lituania non stop... |
Lusaka es una interesante capital que se diferencia de las del sur de África (exceptuando sudáfrica) por estar algo más desarrollada social y económicamente. Sus mercados son más interesantes y llamativos. Sus edificios parecen mucho más modernos, el centro financiero parece ser bastante más desarrollado, y el movimiento e idiosincrasia de sus habitantes es algo más vertiginoso y apurado.
Hay
muchos más supermercados y negocios en forma de "locales", que
suplantan un poco a los despliegues callejeros y anárquicos de otras
capitales. La gente conversa alegremente y en lineas generales es muy simpática. A pesar de todo ello, hay que decir se respira una notable pobreza en varias de las zonas aledañas a los centros comerciales, y algunos negocios están
llamativamente desabastecidos.
Está repleto de indios por donde se camine, y
como de costumbre, son los principales y más prósperos comerciantes. Los
precios son más elevados en comparación al resto de los países que venimos
atravesando, pero se puede defender el presupuesto con varias artimañas
conocidas como: cocinar siempre y no ceder a las tentaciones rockeras
extremas...
La
estocada final la sufrimos durante el tercer o cuarto día cuando nos anunciaron que nos
movían de habitación y nos llevaron a un cubículo que parecía directamente el centro de Nueva Delhi. Más indios no cabían dentro. Era un territorio absolutamente tomado,
con sus propias reglas y con sus propias normas de convivencia, que no queríamos, ni
estábamos dispuestos a comprender.
Por
todos estos inconsistentes y reales motivos, decidimos evacuar y seguir nuestro camino
hacia Siavonga, un páramo del que no sabíamos nada, pero que quedaba camino a Zimbabwe, y que nos llamaba bastante la atención. En Lusaka todo pareció tener un costo demasiado alto. Tanto la plata como la energía estaban llegando a sus niveles más bajos, por lo que: "todo
muy rico, pero hasta la próxima...". Nos vemos en el próximo capítulo.
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Ese difícil momento de la partida... |
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