9 jun 2010

Siavonga, sermones al borde del Lago Kariba...

A la vera del Kariba... ¡Bienvenidos!...
La salida de Lusaka decantó por sí sola y aunque costó abandonar la ciudad por una cierta vagancia para romper la inercia, en algún momento lo logramos y nos encontramos mirando hacia atrás y alejándonos sin remedio. Con ello, había llegado también el momento de despedirse de Peter, quien se encargó de meterle un lindo punch emotivo al momento, y nos entregó un papelito con todos sus datos, diciéndonos que éramos bienvenidos a su casa en Dinamarca.

El chabón resultó ser un tierno. La verdad que no esperábamos el gesto. La buena onda con el eterno condimento del efecto sorpresa la mayoría de las veces suena a belleza y sinceridad brutal. En fin, el loco se iba a visitar las cataratas Victoria, pero del lado de Zambia, por lo que seguiría camino a Livingstone, y como nosotros lo íbamos a hacer por el lado de Zimbabwe, no nos quedó más remedio que decir "adiós... hasta la próxima y que la suerte te acompañe..."

Estuvimos largo rato para develar cual de las tres mariconas estaciones de buses cubrían el tramo pretendido. Mezclando un poco de investigación de mercado con estadística básica, logramos obtener un panorama de probabilidades que nos terminaron dando la solución al interrogante. Por suerte no pifiamos y caímos derechito adentro de una mini trafic, justito antes de que la lluvia distorsione la visual en las ventanillas, en un día que se tornaba brillante para viajar.

Eternidad de por medio, arribamos al "bendito" pueblo de Siavonga entrada la noche. En la calle no se veía un alma. Nos abandonaron en la puerta de un hotel cinco estrellas, en el que discutimos largo rato un precio que jamás pudimos bajar. "Con los diez dólares que me estás pidiendo para acampar me compro un pasaje a Madagascar... ¡Chanta!". Debido al asalto al que nos intentaban someter, emprendimos una rápida huída hacia el más allá a ver si era más barato. 

Por suerte no hizo falta mendigar, ya que terminamos convenciendo a la encargada de un lugar llamado Waterfront, que nos dejara poner la carpa por cinco dólares total. De turra primero accedió, pero después la muy vivaracha empezó a utilizar el viejo truco del "malentendido", por lo que obviamente nos vimos inmersos por un largo rato en una batalla verbal de mentiras y verdades, y por el dinero necesario para el susodicho pasaje a Madagascar. Al final terminó reconociendo que nos quiso timar y tiró la bandera ante la inmutabilidad del rival.

Por las calles de Kariba...
Sillones y tranquilidad...
Desde las ventanas del petit hotel...
El hostalito está situado al frente del Lago Kariba y desde su amplio balcón se obtiene una vista casi de postal (sino fuera por los tanques de agua que pueden ver arriba). Entre sus cualidades se pueden nombrar además un hermoso jardín y dos generosas salas de estar. Por cierto y para no olvidarnos, tengo que decir que una de esas salas de estar contextualizó y enmarcó el primer gran shock cerebral que me regaló Siavonga.

Resulta ser que nos tiramos delante del televisor a mutar y cambiar de canal. No lo podíamos creer: un televisor... lo más... pero pasó que en pocos minutos de apretar y apretar el botón, caimos en cuentas de que veinticinco de los treinta canales que fuimos pasando, tenían en la pantalla algún pastor evangelista de la pavada y de la "verdad", soplando religión a los cuatro vientos, utilizando las mismas mentiras, y recursos inclusive más básicos que los que utiliza la iglesia universal.

¡Por Dios! valga la redundancia. Que viruela vetusta que son estos chantas de la santidad. "Titanio face". No entiendo cómo nunca se tientan y se ríen de la sarta de pelotudeces que hablan. Un nene de cinco años razona más coherentemente. Para apalear la frustración nos quedamos escuchando anonados, como mirando un programa de sketchs humorísticos que de tanta risa, te hacen llorar. Lo más loco del asunto, es que si la televisión tiene tanto santo en tanto canal, es porque la ciudad está llena de creyentes que lo consumen. Me asusté por lo que potencialemente pudiera pasar...


Remojando los pies...
Remojando los pies bis...
De menor a mayor...
Y paso que: una plácida tarde de calor decidí aventurarme en un paseo por lo que se podría denominar el "centro" de Siavonga. Siavonga tiene literalmente dos puntos principales de reunión que, argumentando cierta lógica, están ubicados alrededor de los mercados más importantes. Hablo más bien de mercaditos, puestitos callejeros y de alguna que otra verdulería y almacenes de productos básicos. Los locales habla Shona e inglés y parecieran estar un tanto flipaditos.

En este contexto entonces, fue que salí a la calle como muchas veces acostumbro, sin medias ni zapatos, y en esta ocasión, debido al agobiante calor, también sin remera. Paspando moscas y con los pelos al viento, andaba por la ruta exhibiendo mi menudencia corporal a los cuatro vientos, hasta que de repente me empecé a sentir notablemente incómodo. Pensé que se me estaba escapando la tortuga por culpa de la marimba, aunque rápidamente caí en cuentas que el motivo de mi incomodidad era producto de las miradas que me estaban plantando todas y cada una de los habitantes de Siavonga, sin distinción de sexo, raza o edad.

Lo primero que hice fue mirarme y tocarme un poco el cuerpo por las dudas que tuviera caca colgando, o plata cayéndose de los bolsillos, pero la cruel e inesperada realidad fue que luego de un largo rato de exprimir el cerebro tuve que aceptar que me estaban mirando debido a la “¿promiscuidad?” de mostrar el cuerpo. Me ofusqué por un minuto.


El mercado de Siavonga...
Venta de pescado disecado al sol...

Punto neurálgico de reunión...
Promiscuidad y pecado...
Por suerte tenía una moneda en el bolsillo que me sirvió para comprar el helado de agua más barato y sentarme a reflexionar. No tenía escapatoria y de ninguna manera me pensaba exhiliar de la ciudad, así que me senté en el piso y me puse a comer helado en palito, hecho que calculo me rotulaba como actor porno. Pensé: “Lo lamento amigos, no sabía, intentaré que no vuelva a pasar”. Me miraban tan mal que pensé que me querían tirar a alguna hoguera... hasta que el típico aprendiz de "heroe" se me acercó.

Primero me trató de "gringo yanqui", speetch que absorbió el 50% de mi paciencia. Luego me habló de su dios y de mi obscenidad, lo que dejó la paciencia en rojo y ameritó que lo mande a un poquito a cagar. El tipo se puso denso y me empezó a busconear, lo que no me dejó más opción que empujarlo y sacarlo de mi paso. Acto seguido me persiguió por varios metros "aleccionándome" y gritándome en la cara, hasta que me di vuelta con actitud "fue... a las piñas man"... El ignorante bíblico por suerte se corrió, pero prosiguió el griterío desde atrás por nudista, promiscuo, y otro sin fín de pavadas del 2000 antes de cristo.

Un Cristo divague salvación eterna, energética, sobrenatural, paradisíaca, al lado de Dios padre que es uno sólo con él y con el espíritu santo, previo paso por el purgatorio donde se paga la coima y te mandan a hablar con un don pedro, perdón, San Pedro, que parece ser que tiene las llaves de un lugar recontra aburrido donde no hay un carajo que hacer, más que saltar por las nubes, y quizás, esto no lo tengo muy claro, ¿vivir? en paz.

En suma... Siavonga es un hermoso lugar por donde se lo mire. La recomendación sería que si usted se aventura por sus calles y anda con poca guita y quebrado, gástese lo último que tenga en una biblia y empiece a predicar. Hable de problemas como droga, alcohol, o enfermedades, y prométale a todo el mundo que Dios, que es amigo suyo y obra a través de su persona, los va a salvar y se lo va a llevar a vivir con él a una casa gaseosa; pero sólo si cree muuucho en él y de vez en cuando afloja unos mangos, aunque sea pa’ la birra, qué se yo. Hasta la próxima si dios quiere.

 Uno de esos mercados que no pasa nada de nada...

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