Y así los días con el "Tincho" fueron transcurriendo
entre aventura y aventura, acontecimientos históricos, algún que otro desmayo
fuera de agenda, y vagas excursiones por la periferia de esta mini aldea anglo
africana apodada Grahamstown. Luego del funeral del gran Nelson Mandela, lo que
titilaba en la lista de actividades eran los preparativos para festejar la
llegada de una nueva navidad y de un más que próspero año nuevo. Así fue que en la pileta de nuestra pequeña mansión (que ya había dejado de ser la Casa Latina),
entre chapuzones y mucho cloro, y mientras el Tincho planeaba un recorrido
por algunos países de África, fuimos poniendo a punto las parrillas, colgando
las guirnaldas, y apilando una buena cantidad de botellas vacías que
necesitaban ser reutilizadas.
La casa, de “Casa Latina”, pasó a ser “Casa Pueblo”.
Casi a toda hora y por una buena cantidad de inverosímiles e inventados motivos,
se veía gente que entraba, salía, vivía, dormía, o se infiltraba. Nadie parecía
intentar el menor esfuerzo por mantener controlada su incordura mental,
emocional, o física. Los mundos se entrelazaban y colapsaban principalmente en
la inmensidad de la cocina o en la frescura del patio, aunque también se podía
ver gente desvariando en alguna de las habitaciones, y hasta dentro del baño.
Las interacciones poco a poco se iban tornando virtuales, y mucho a mucho,
cuánto más alcohol o porro las adornaban. En fin... casi siempre llegaba ése
momento que se podría describir como "pseudo-psico-esquizo-pirotecnia". Personas
que iban perdiendo el control de una deteriorada emo-cionalidad y entonces... Piuuuu
piuuuu...
"Casa Pueblo"...
Chapoteando...
Por suerte, mucho más acá de estos por mayores,
estaba la parrilla, y por suerte atrás de la parrilla y de las artes
culinarias, lo teníamos al "Tincho" desparramando ideas, sonrisas, y su particular alegría de
vivir. El "Tincho" mediaba energéticamente una realidad que surfeaba en español
las contingencias del mundo inglés, como un desatanudos de las problemáticas de
la incontención, que provienen de quien no puede exponer sus problemas clara y
abiertamente, y prefiere provocar escándalos para llamar la atención que verse
sentado delante de un espejo que lo desnude y lo mande a “trabajar” al menos
por una mísera vez en su vida. La psicología de la comodidad post-colonización,
muy culposa al darse cuenta que los demás no tienen nada de lo que uno tiene,
pero lo suficientemente vaga como para no hacer nada al respecto. También
estaban los vagos emocionales naturales, que simplemente succionaban la
psicopatía del ambiente y la reciclaban a una especie de droga a través de la cual
exculparse, evadirse de la realidad, y por qué no, de su propia miseria.
Canale por dos...
Vico alentando el fuego...
Esas pizzas a la parrilla...
Las fiestas, más allá de toda esta psicopatía propia
de personas que no tienen ninguna motivación en la vida, fueron muy divertidas,
y por qué no reconocerlo, gracias también a todo lo anteriormente expuesto, profundamente
memorables. De carne a la parrilla pasábamos a pizza a la parrilla, como de la
pileta de casa pasábamos a alguna otra pileta de alguna otra casa, como de
cerveza pasábamos a vino, y de repente y casi sin quererlo, llegábamos a la
botella de tekila. Entre tanto comíamos uvas de la parra y le cuidábamos los
perritos al vecino. Nos íbamos y veníamos a lugares que aún no termino de
recordar qué, o adónde eran. Cada tanto alguien aparecía en algún auto, nos
enfrascaba y nos llevaba. Lo que no faltaba, gracias a dios en todas sus
mentirosas facetas, era porro. Los había de toda la gama cromática de los
verdes... que llegaban hasta un chillón y casi imperceptible pelirrojo Mohicano. Las
patadas en la pera eran la mejor parte. El día estaba constantemente prendido.
Los brillantes poderes nocturnos de linterna verde y otras capas de una hiper-realidad aumentada.
Vibras navideñas...
El fin del 2013 llegaba cargado de cierres de
puertas dimensionales y conclusiones de ciclos de vida que ya se habían agotado
lo suficiente. Si el ser humano supiera soltar a tiempo se ahorraría bastante sufrimiento y utilizaría muchísimo mejor su energía, pero... Lo más rescatable,
antes de meternos de lleno en un 2014 inclasificable, fue que el "Tincho" nos adornó la periferia, nos
puso signos de exclamación al cierre del año, y nos dejó envueltos en un
torbellino energético, que como pequeños colchones de algodón, supieron
amortiguar algunos infantiles golpes de la vida. Es que a veces los niños
pueden ser, además de manipuladores, crueles; actos que podemos atribuir a una
correlación intrínseca de un estadio emocional básico, primario y caprichoso,
que no sabe negociar ni con el entorno, ni mucho menos con su propio tirano
interno. El estancamiento pre-conceptual de un ser humano que no puede hacer el
más básico acto de abstracción para entender su función en el mundo.
Carnitas a la Vico...
La gula loca...
Donde hubo fuego... escabio queda...
Infinita mezcla y superposición de sentimientos. Un
collage de vida tan inentendible como los párrafos que lo preceden. Sigo
extrañando la “Casa Latina”, pero no extraño demasiado a la “Casa Pueblo”. Pediría
una nueva oportunidad para gritar algún sentimiento que quedó estancado. En
aquel momento no hubo ni tiempo para eso. Había que tomarse un avión a
Argentina con cierta urgencia interna. Había que ir a recuperar una libertad
que por algún inentendible motivo parecía haberse esfumado, o mejor dicho, camuflado... Comenzaba un proceso muy intenso de aprendizaje sobre los compromisos que uno
asume, pero principalmente sobre cómo enfrentarlos. Un mano a mano, o un cara a
cara con la vida, esa que te dice: “ahora te toca a vos, a ver si te la bancas”. La vida es una mujer hermosa que sonríe puramente mientras te guiña un ojo y te
besa en la boca, llena de ese potencial costo de no volvértela a encontrar nunca
más. Llena de duda eterna... Yo como siempre me fui corriendo detrás de aquel
sentimiento, que aunque sé que tampoco es real, es en el único que creo. Siempre tengo
una imagen en mi memoria que me hace sentir mejor. Ya del otro lado del charco,
escribo estas últimas memorias de un
viaje que necesitaba, a través de este relato, ser concluido. Lleno de besos,
de amor, y de inquisitivas miradas voy a seguir recorriendo el mundo, con el
sólo objetivo de encontrarme una, y otra, y otra, y otra vez, con el infinito
caudal de sentimientos que se conjugan en la existencia. Muchas gracias por
leer.
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