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10 mar 2011
Dongola, Nasser y las puertas al paraíso...

Dongola, Nasser y las puertas al paraíso...

Nasser con la banda...
Luego de disfrutar de las bondades de Karima, recorrer algunos de sus rústicos callejones, caminar su famosa montaña, sus ruinas, y de charlar con mucha gente que desborda amabilidad y simpleza, pusimos primera y decidimos que ya no valía la pena estar vivos, y nos fuimos a suicidar a la ruta al mediodía, durante la peor hora de sol desértico, a ver si lográbamos morir deshidratados o quemados. Cuando nos ví sentados allí, pensé si no nos estaban saltando los fusibles, porque no es que uno tiene que ser loco o rebelde, sino más bien tonto o espástico para pararse al mediodía y sin sombra en el medio del desierto a hacer dedo.

Cómo será, que después de una hora, y cuando ya teníamos las pulsaciones bastantes bajas, apareció un policía super amable, tranquilo, y por suerte mucho más lúcido que nosotros, que en menos de diez segundos decretó que éramos unos infelices, y que aunque merecíamos morir, él, en su rol de policía no lo podía permitir, y nos metió inmediátamente en una camioneta con aire acondicionado y un aviva boludos, a ver si así recapacitábamos. Hacía tanto que no sentíamos aire acondicionado que decidimos que lo íbamos a disfrutar más con Coca Cola... y la comodidad era tanta, que nos olvidamos de putear porque no nos habían dejado hacer dedo. Era como volver a saborear los "avances" de la humanidad. Hasta dormir podíamos...

El patio del hotelucho...
Camita al aire libre en hotelucho sudanés...
Preparando los bártulos...
Y bueno, lo vivimos casi como una teletransportación. Nos reatomizamos nuevamente en la calle principal de Dongola, y así como bajamos, nos fuimos a buscar una de las típicas pensiones sudanesas del desierto, que vale la pena decir que son un concepto fantástico, sencillo y super bien logrado, cuyo mayor atributo reposa en su confortable rusticidad.
 
Consisten en colchones montados sobre unas camas tejidas a mano con hilo grueso, ubicadas dentro de cualquier tipo de predio (ya sea un patio, una habitación, una terraza, etc). Se encuentran generalmente distribuídas y ordenadas una al lado de la otra, tipo cuartel. La mayoría están totalmente al aire libre, delirio que hace que cuando uno se despierta esos segundos durante la noche para darse vuelta o cambiar de posición, el cielo del desierto se caiga entero encima con sus millones de estrellas y constelaciones, una imagen que dilata notoriamente los movimientos y hasta los desvela.

Nunca llueve, de noche la temperatura es más que ideal, y no hay mosquitos. Los hoteles de Sudán son joda. En este contexto cómodo y amigable, sólo faltaba que aparezca Nasser, el dueño de las susodichas camas en el hostal de Dongola. Hospitalario, generoso, bien humorado, pero con los ojos más sufridos que vimos en mucho tiempo. Nasser tenía un timing y una forma de dirigir y marcar las situaciones que hacía pensar que se las sabía todas. Inspiraba un fuerte respeto, y hablaba con el tono firme, pero que deslizaba la tranquilidad de quien sabe que tiene razón.

Mezquita en Dongola...
Una de las tantas puertas llamativas del mundo árabe...
Apenas llegamos nos invitó una pepsi y nos convidó dos rondas de puchos al hilo. Puso un partido de tenis, switcheó del árabe al inglés, y ahí mismo frente a la caja boba, nos pusimos a charlar y pasar el tiempo. El tipo cargaba una vida dura y complicada en sus espaldas, que se remontaba y se empezaba a contar a sus andanzas fuera de Sudán, motivadas principalmente por cuestiones económicas y familiares.

Había vivido en varios países europeos, pero principalmente en Suiza, en donde había aprendido alemán con “la ayuda de Alá”. básicamente nos contó que trabajaba veinte horas por día y que la vida para un árabe en Suiza resultaba muy dura, que todavía acarreaba consecuencias en sus piernas por los esfuerzos que le exigían realizar en los distintos trabajos.

Y pitos van, cornetas vienen, el tipo terminó contando que hizo un viaje a Estados Unidos para probar suerte y ver si le iba un poco mejor, pero resultó ser que cayó en la volteada (cuac) de las torres gemelas, y lo detuvieron sin motivo ni justificación sólo por ser musulmán, sospechoso de estar implicado de alguna manera en los atentados del once de septiembre.

Con los amigos sudaneses...
Predio recreativo...
Así, Nasser se comió dos años en una prisión en Miami sin que nadie le explicara por qué, y un buen día cuando se cansaron, lo absolvieron y lo deportaron nuevamente para Suiza. Añadió que dentro de la celda se molían a piñas “every five minutes”, cara que me quedó grabada por la dureza que trasladaba. Contó que mataba el tiempo jugando a las cartas con otro que no hablaba su idioma, y como no podría ser de otra manera, rezando.

Cuento esta historia porque el tipo había sacado toda su generosidad, su entendimiento, su compasión, y su comprensión del mundo de las situaciones más adversas, difíciles y sacrificadas que se puedan transitar. Dijo con tono firme, pero sin la menor agresividad: “En Europa la gente es fría e individualista, muy pocos son los que están dispuestos a ayudar, y no se interesan por los que tienen alrededor. No hacen sacrificios y se creen más que los demás...”; a lo que agregó: “Acá en Sudán la vida es más simple y el interés principal es vivir una vida para compartir”... y si uno miraba alrededor lo podía corroborar. Joya sudanesa.

Tremenda construcción...
Medio de transporte sudanés...
Nasser era creyente en un 100%, y esa creencia y convicción, parecía ser lo que lo había salvado de agarrar un tanque de guerra y salir a matar gente. De esta manera aceptaba su destino porque "Alá así lo había planificado", y todo terminaba siendo parte de la sapiencia y de la experiencia que "Alá tenía asignada para él". Inclusive los idiomas que había aprendido sin libros, ni lecciones, ya que "Alá lo había ayudado".

Eran de esos tipos magnéticos, con los que uno quiere charlar un rato largo. Ese tipo de personas que sacan cartas de abajo de la manga, que obligan repensar y considerar cosas que a veces a uno se le olvidan, y que ayudan a reparar esa bolsa de valores básica, que en más de una oportunidad se nos desfonda.

El resto de la estadía en Dongola no tuvo mucho más para rescatar, sólo decir que estábamos abriendo las puertas del último tramo de ruta que transitaríamos en Sudán. Se venía Wadi Halfa y el todo o nada de meternos en el barco y cruzar la última frontera de esta troop en ÁfricaEn el próximo post entonces: la salida hacia Aswan, un viaje por el Nilo imposible de olvidar y el cumple de Juan, nuestro compañero de viaje continental...

Nasser: gracias por todo, más que nada por tanto despliegue de integridad, y a todos ustedes manga de maracas, los vemos en la próxima cuando el facebook les anuncie que tenemos que brindar. ¡Hasta entonces!

Al dedeando a orillas del Nilo...
7 mar 2011
Karima, Jebel Barkal y Bedford... el camión inmortal...

Karima, Jebel Barkal y Bedford... el camión inmortal...

Jebel Barkal...
Y luego de no mucho más que disfrutar de las increíbles imágenes que regalan los pueblos árabes del desierto y de la compañía de tan tremendos anfitriones, le pedimos a los cien nombres de Alá que no nos dejara morir deshidratados entre las dunas, y nos mandamos a mudar. Esta vez con el objetivo de alcanzar el pueblo de Karima, ubicado a unos trescientos kilómetros de Atbara, famoso por contar entre sus atributos a las ruinas de Jebel Barkal, que básicamente consisten en una montaña ("Jebel" en árabe), depositária de muchos mitos religiosos de la cultura nubia, (del tipo “dentro de la montaña vive un Dios que... o fue encerrado un Dios que...”), y de una serie de pirámides, un museo, y un monasterio que son los animadores y principales atracciones del evento.

Dedos inolvidables...
Bedford, el camión inmortal en el desierto...
¿Qué es todo eso cheee?...
Nilo en la ruta...
De Atbara nos sacó el nunca bien ponderado e infaltable chino, que siempre es un gusto volver a ver, y que siempre despierta la curiosidad por saber qué anda robando; y aunque mucho no pudimos entender, se dirigían hasta una fábrica de cemento que se estaba armando a unos veinticinco kilómetros de ola ciudad. Fija que estaban envueltos en el provechoso evento.

Mientras se reían con claro sarcasmo chino, pero como siempre impunes y adorables, nos convidaron un pucho y nos dejaron en el lugar con menos densidad poblacional de África. Una intersección sin nombre, en la que muy probablemente, con el agua que teníamos, no aguantaríamos más de dos sin transformarnos en lagartos y morir.

El sol estaba empezando a subir, y la única sombra la proveía el típico cartel cuenta kilómetros rutero, que enflaquecía dramáticamente con el correr de los minutos. Estábamos en esas situaciones dónde nadie habla mucho y lo único que resta es esperar, pero esa forma apurada de esperar... sentimiento nefasto si los hay...

La pandilla de los Bedfords...
Facha 100%...
En la caja del eterno... cruzando el desierto...
Juli y Jebel Barkal...
Mientras “esperábamos apurados”, frenó una camioneta de la nada, el conduictor me llamó y me regaló un atado de puchos... "¿A vos quién te manda? ¿Dios?... Muchas Gracias”. Luego de un par de segundos puso primera y desapareció, seguramente para cumplir otros deseos por el desierto. Como todos los vehículos que pasaban, agarró para el lado de la fábrica de cemento. Todos iban a buscar cemento, hasta los enviados del señor.

Pero para el regocijo y la satisfacción de nuestros sentidos, y el orgullo que nos aflora desde lo más profundo del corazón, todos los camiones que doblaban en la intersección en busca de cemento eran Bedfords, y acá perdón por los tecnicismos, pero... todos lindos... con los rodamientos traseros modificados a 1200, impecáblemente pintados en el típico turquesa/celeste, casi totalmente originales.

Las cabinas intactas, caja de cuarta, ese pintoresco y más que simpático tanque de nafta, y ese canchero cartel identificatorio en el capot. Algunos hasta tenían el ventilador del radiador de metal. En mi vida vi tanta invasión del camión más inmortal y estupendo que creó la General Motors, y que alguna vez en un pasado no muy lejano, nos supo dar una vuelta de casi un año por latinoamérica.

Vos tranca capo...
Juli entre sandías...
Español y camión refrescándose...
Nada para agregar...
Veníamos sorprendiéndonos con su inmaculada presencia desde Kenia, aunque en Sudán son una invasión tremenda, por lo que las rutas aún están llenas de mística Bedford... que extiende muchísimo más nuestro amor, devoción y fanatismo por el camión más eterno jamás creado por la mano del hombre. Juro que se me pianta el lagrimón... un recuerdo, y Dios, Alá, y los miles dioses del olimpo, conserven a nuestro Bedfy rodando aún por alguna ruta Argentina. Ya nos vamos a volver a encontrar. Dejamos una fotito a modo de homenaje y a la memoria de la mole de rodar. Motor de hierro... corazón de Bedford...

Bedfy en Venezuela... adentrándose en el Amazonas...
Y como no podía ser de otra manera ¿quién sino un Bedford nos iba a sacar de apuros? Pará Cacho que se me caen las medias, los mocos y las piernas me empiezan a flaquear. ¿Quién, repito, nos iba a sacar de acá sino era un Bedford? Hacia rato que no subía tan feliz las cosas a un camión. Qué ganas de manejarlo, cagar a trompadas al árabe, chorearlo, e irme hasta Siberia. ¡Qué lindo camión!, que máquina infernal, que espíritu rutero, que amigo del alma. ¡Vamossss el Bedforddddd carajoooooo! Gloria, respeto y honor al camión eterno.

Jebel Barkal y sus pirámides...
Mucha puerta en el desierto...
Un cementerio en Karima...
Y llegamos a Karima luego de muchas horas y de varias aventuras desérticas que incluyeron: árabes buena onda, árabes mala onda, gente que nos abandonó en el calor más inhumano del mundo, otros que nos salvaron. En definitiva, a Karima llegamos en la caja de una camioneta luego de atravesar uno de los paisajes más solitarios e impactantes de nuestras vidas, de parar a rezar varias veces con los musulmanes y de aguantar un calor que provenía del mismo infierno. Qué se yo... Karima está buenísimo, las pirámides y todo el rollo de Jebel Barkal: increíble, pero ¿qué quieren que les diga?, me acordé de Bedfy y sinceramente no hay pirámide ni lugar en el mundo que me haga flashear más.

Así es que entonces me doy la licencia para dejar este relato en cierta forma inconcluso. Disfruten de la fotos que están muy buenas. Hasta la próxima y gracias por acompañar...

Che... ¿para dónde vamos?...
Amigos de la zona...
Desde lejos...
Qué suerte que pasó una camioneta por ahí...
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