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29 may 2012
Grahamstown, Sudáfrica... Bienvenidos a la granjita de rehabilitación...

Grahamstown, Sudáfrica... Bienvenidos a la granjita de rehabilitación...

Grahamstown, una granjita de rehabilitación en un paraíso...
Imagínense ustedes... Después de estar dando vueltas sin parar por alrededor de quince países durante un lapso de dos años, de repente llegamos nuevamente a esta maravillosa ciudad del Eastern Cape, casi en el corazón de Sudáfrica, para quedarnos por otro lapso no muy definido de tiempo e intentar recuperar un poco de fuerzas y de dinero para poder seguir...
 
Aunque la elección fue propia, aunque el pueblo es uno de los lugares más amables de Sudáfrica, y aunque estamos llenos de amigos y de personas que nos esperaban para acobijarnos y hacernos la vida mucho más fácil que en cualquier otro lugar del mundo, la sensación fue exactamente igual a la de venir pisteando alguna especie de nave intergaláctica a velocidad de la luz, y pegársela de frente y sin anestesia contra una paredón de hormigón terrenal rutinario... Un freno de mano enemigo, activado por la mano negra del olvido, apagando con hielo un volcán en ebullición en el alma... una auto-injusticia, casi un acto de masoquismo compulsivo...
 
Es que si como escribimos alguna vez, viajar es la mejor de las drogas, el bajón que te espera cuando frenás es el peor de todos también... Aunque uno sienta, como con cualquier otra droga linda, que se desea morir en ese estado absoluto de satisfacción (el equivalente a meterse más y más hasta ver la luz en el caso de la merca, o fumar uno tras otro hasta ver a Marley en el caso del porro), también por una cuestión de auto preservación y de no empezar a perder la forma humana, uno se da cuenta, que aunque duela, moleste y se tenga que pasar por ese estado de nada absoluto, hay que parar.

Paisaje y laderas...
Hill Street y la catedrál de fondo...
Pure África: arquitectura británica, africanos tratando de vender algo a alguien...
Y aunque parezca una ridiculez, viajar continuamente, a la larga, abruma un poco el espíritu, y mucho más aún, no deja lugar para seguir sorprendiéndose y disfrutando de la novedad, que de alguna u otra manera ya no se manifiesta con la misma intensidad, ni con la misma congoja, y que desestabiliza, confunde y nos mete en una realidad dudosa, en la que es muy fácil empezar a perder el rumbo. Y a nosotros, algo no nos gusta en forma más que definitiva, es perder el rumbo.
De todos modos y en esta oportunidad, no decidimos como en aquella primera experiencia en América, volver a acobijarnos bajo el manto familiar y dejarnos alimentar y mimar por todos ellos. La decisión esta vez se basó en extender el viaje de alguna otra manera y robarle una experiencia más a la vida, que paradójicamente se hace más corta cada vez que nos damos cuenta de la cantidad de cosas que queremos hacer, y mucho más larga y rica en experiencia cuando efectivamente la estamos experimentando.
 
“Parar” entonces, en estos primeros días estuvo teñido de este doble discurso, de un feroz tira y afloje, que representó una de las mayores cinchadas que nuestros espíritus tuvieron que soportar en los treinta años que nos adornan. Había que responderse y reconfirmar a cada hora la pregunta que inquiría: "¿Qué carajo estoy haciendo acá?". Una especie de insoportable levedad del ser agravada por una doble e insoportable carencia de consistencia. Una sensación gelatinosa en cada célula del cuerpo que hacía que nos movamos inconsistente y dudosamente por los vericuetos espaciales de una ciudad, que en principio, no nos pertenecía.


Shoprite, uno de nuestros grandes proveedores...
En la calle se consigue todo, siempre más barato...
Grahamstown en estos primeros días se transformó en una granjita de rehabilitación, esos lugares en donde te dirigen y te intentan convencer de que “mejor quedate en casa y no te andés haciendo el loquito por ahí”, so riesgo de perder el coco en alguna esquina y empezar a tener serias conversaciones con entes no comprobables para el resto de la humanidad.
 
Como nosotros teníamos una experiencia anterior con este temita de parar de viajar, y como la experiencia es sabia, ya habíamos planeado una cierta cantidad de actividades para realizar en estos primeros días en la granjita. Por ello, aterrizamos con una infinita variedad de pelotudeces para vender y otra infinita cantidad de ideas para poner en práctica. Teníamos plan A, plan B, plan C y así hasta por lo menos la letra K.
 
Todos esos planes y todas esas opciones dependían en gran parte de nosotros, pero no hubiéramos podido siquiera empezar, sino fuera por el gran equipo de doctores y doctoras que nos estaban esperando en la granjita de Grahamstown: Rachel y Bronwen nos recibieron y nos dieron la primer comida de la estadía, un desayuno memorable que se hizo esperar los tres días de viaje que acarreábamos desde la salida de Rewalsar hasta la llegada al town. 

Bronwen, Rachel y Leora... diosas totales...
Fuertes, firmes y expectantes se alineaban detrás con una sonrisa y una enorme humanidad: Kevin, Leora, Whitney y Mia y Annemie, quienes extendieron los brazos y las compañías para anunciar que solos y desamparados no íbamos a estar. Además, muy pero muy rápidamente, este equipo eternamente memorable, iba a extender el círculo a un sinfín de otras amabilidades orgullosas y ansiosas por demostrar la integridad que poseen estos lindos inglesitos a la hora de “hospitalizar” a dos sudacas a la deriva.
 
De estas personas que empezaban a aparecer quiero destacar una que fue la pieza clave para que podamos arrancar y subsistir cómodamente hasta el día de la fecha: la profesora Ruth Simbao, quien nos ofreció un lugar junto al equipo de África Research para proveer de comida durante todo el festival a una casa de arte experimental que sigue funcionando y que sigue creciendo; y esto significó la resolución del enorme problema espacial y una gran posibilidad no solamente para levantar cabeza con el tema monetario, sino con la fijación de un rumbo y algo que perseguir. Eternas e infinitas gracias a este enorme gesto de apertura y humanidad de Ruth.
 
Resumiendo entonces y para meternos un poco más en tema... Teníamos que vender: vestidos, bufandas, pañuelos y polleras que trajimos de la India, juegos de ingenio hechos en aluminio, y camperas de cuero, pero principalmente teníamos que montar un mini restaurant desde cero con todo lo que ello implica. Para que se den una idea: horno, hornallas, platos, vasos, cuchillos, tenedores, ollas, fuentes, coladores, palo de amasar, cafetera, tetera, mesitas, estantes, tablas, contenedores, torteras, tarteras, exhibidores, garrafas de gas, microondas, pava eléctrica, y para no aburrirlos, una lista de más o menos dos páginas de las que no teníamos nada, salvo una pequeño anafe que nos habíamos traído también de la India.


El gran horno gran...
Clever Monkey Mind Crackers...
Para el colmo de nuestras pretensiones, el festival de arte más importante del país estaba al caer en menos de un mes. Un evento que convierte Grahamstown en una fiesta, y que además, le aporta muchísimo dinero. Esa era la oportunidad que justamente habíamos venido a buscar, y a la que nos tendríamos que aplicar sin descanso hasta tener todo listo, pulcro y afinado... so riesgo de que nos vaya mal y nos tuviéramos que auto exiliar del pueblo para convertirnos al mendiganismo ostentoso y malviviente.
 
Así fue entonces queridos amigos y cansados lectores, que durante las primeras semanas de la estadía en nuestra granjita auto inducida, nos dedicamos a focalizar como hacía muchísimo que no, y mientras peleábamos con nuestros fantasmas y demonios, le hicimos una gran burla al destino y le dijimos nuevamente que no a lo fácil y lo obvio, y nos lanzamos a revisar cada recoveco del pueblo para encontrar los elementos necesarios para poder empezar a cocinar.
 
Acarreando pedazos de madera, juntando las sobras de todo lo que nuestros amigos no usaban en sus casas y mendigando ollas en el township; también recauchutando carritos y mesas estropeadas, pintando y soldando caños para armar exhibidores, recolectando perchas en los vestidores femeninos. Averiguando precios de alimentos, armando los menús, aprendiendo a cocinar y diseñando toda la cartelería entre otras miles de estimulantes actividades, podemos decir que en el lapso de un mes nos vimos parados nuevamente de cara a la máxima fortuna que una persona puede poseer: la voluntad de hacer que las cosas sucedan.

El departamento de artes varias... soporte material de muchas elucubraciones...
Lo que un mes atrás parecía imposible, de a poco y con la infinita ayuda del mundo circundante, fue sucediendo. En todo el proceso gastamos la módica suma de doscientos dólares, incluyendo la cocina que nos daría de comer por largo tiempo, y esto lo decimos porque nos interesa remarcar la felicidad que nos produce saber que con nada o con demasiado poco, todo lo que uno se proponga se puede conseguir.

Y ahora los vamos dejando hasta la próxima porque seguramente ya están aburridos, pero les damos la bienvenida a otra etapa del viaje, una que servirá para bajar la adrenalina, para rearmar todas las entregas del blog que les estábamos debiendo y para empezar a organizar, cuál será el próximo destino que perseguiremos. Mientras tanto, dejaremos que la vida ocurra de la mejor manera posible y los iremos poniendo al tanto de cómo es vivir en un país ajeno. Esperamos lo disfruten tanto como nosotros disfrutamos estas primeras experiencias y puesta a punto...

Primeros pasos para lo que sería el pseudo resto argento...
De aquí en más todo irá cada vez mejor y les intentaremos mostrar por qué terminamos sintiendo que Sudáfrica es nuestro segundo hogar. Hasta la próxima, cuando llegue el festival teñido por uno de los más crudos inviernos sudafricanos y se lo combata con eventos artísticos y un restaurant argentino que los alimentará sin igual... ¡Salud!...
 
Un agradecimiento eterno y especial a Rachel por la inexplicable voluntad para integrarnos con todos los elementos de la ciudad y facilitarnos la entrada al taller de trabajo de la universidad. Otro para Bronwen por su inigualable generosidad al prestarnos desinteresadamente un auto que tenía en desuso para movernos, y un último para todo el África Research Team que nos aceptó naturalmente en su espacio y nos hicieron sentir uno más. A todos los que colaboraron con nuestras necesidades y aportaron desde una taza hasta un microondas, nuestro eterno y más puro agradecimiento.


¡Vamos Beattle carajo!...
Panorámica de alguna calle de Grahamstown...
Relatos Grahamstown 2011 (Viviendo en Sudáfrica - Capítulos del 151 al 158)

Relatos Grahamstown 2011 (Viviendo en Sudáfrica - Capítulos del 151 al 158)

Introducción a la Sección "Viviendo en Sudáfrica"

Introducción a la Sección "Viviendo en Sudáfrica"

Esta sección está dedicada a los relato de nuestras experiencias viviendo fuera de Argentina, más precisamente en la ciudad de Grahamstown, provincia de Eastern Cape, SudáfricaRelata también algunas aventuras a lugares periféricos y visitas masivas de nuestros amigos desde Argentina. 

Este hermoso pueblo y su gente, es el lugar que elegimos para recuperar fuerzas, juntar algo de dinero, e invertir nuestro tiempo, tanto antes de lo que hemos denominado “Viaje por Asia 2.0”, como después del mismo. Grahamstown se fue, de a poco y sin quererlo, transformando en un segundo e inexplicable hogar. Por el momento los relatos estan divididos en dos etapas, pero estoy seguro que esta sección del blog se seguirá ampliando.

Principalmente enfoca en las cosas que fuimos haciendo para subsistir, e intenta describir un lugar en el mundo que nos recibió y se nos brindó casi mejor que nuestra prima casa. Una de esas experiencias que uno no puede más que atesorar, agradecer eternamente, y volver a vivir cada vez que pueda. Grahamstown y su gente tienen un lugar en este blog, principalmente porque ocupan uno de los lugares más privilegiados en el corazón. Espero lo disfruten. Muchas gracias por leer.

18 may 2012
El viaje más largo de nuestras vidas... (Rewalsar – Dheli – Mumbai – Johannesburgo – Port Elizabeth – Grahamstown) y veintipico de meses más...

El viaje más largo de nuestras vidas... (Rewalsar – Dheli – Mumbai – Johannesburgo – Port Elizabeth – Grahamstown) y veintipico de meses más...

Tomando unos mates en las ruinas Gran Zimbabwe, Masvingo, Zimbabwe...
Desde que salimos de Rewalsar hasta que llegamos a Grahamstown pasaron tres días. Tres días que por momentos parecieron más largos que los casi dos años que habíamos estado dando vueltas por quince países. Tres días que demostraron que el tiempo es absolutamente relativo, y porque no, una gran ilusión. Por momentos veinte y pico de meses pueden parecer cincuenta años, y por momentos, cuando uno se para desde el presente, pueden haber sido solamente un par de suspiros. Todo depende del día, de los estados de ánimos, de lo que fue y de lo que vendrá.

Si me pongo a pensar que desde aquel primer día del viaje escribimos ciento cuarenta y cinco post que hablan de una gran parte, pero no de todos los lugares donde estuvimos, me empiezo a volver loco, y no hay forma que no piense que desde aquel primer momento hasta hoy, pasaron ciento cuarenta y cinco vidas, con sus respectivas casas, su gente, sus paisajes, sus aventuras, ilusiones y desilusiones. Si pienso fuera de esta lógica, me cuesta darme cuenta que fuimos efectivamente nosotros quienes estuvimos ahí. Una sensación de observador absoluto de los hechos, como si fuera uno de ustedes que están leyendo del otro lado, como si me costara verme caminando en el desierto, comiendo infinita cantidad de bananas o tomando agua de los charcos con una pequeña píldora.

Más aún, me cuesta entender que estuvimos en eventos tan importantes como los treinta años de independencia de Zimbabwe, o en la reforma constitucional de Kenia, o el mundial del fútbol de Sudáfrica, o en todo el proceso de la revolución egipcia. Me cuesta entender que compartimos ramadán con un sinfín de musulmanes, que participamos de infinitas fiestas culturales, o que conocimos mucha más gente que la habíamos conocido en nuestros treinta años de vida. Me resulta absolutamente raro darme cuenta que estuvimos en Sudán haciendo dedo en medio de los campamentos armados y desarmados, que vimos todo el proceso plebiscitario de la división del país, que nos ofrecieron participar del negocio de las minas de esmeraldas, o que nos metimos de fugitivos en barcos y hasta casi en un avión.

A nosotros nos gusta viajar... ¿En qué vehículo?... El que pase primero...
Mundial de Fútbol 2010, JohanesburgoSudáfrica...
Proceso de revolución egipcia...
Con la familia de Gift, Chilobwe, Blantyre, Malawi...
Me cuesta entender sinceramente el proceso de atravesar un continente como África de sur a norte de la forma en que lo hicimos, y casi sin saber dónde sucedió, haber terminado dando vueltas por Medio Oriente o La India. Mucho más aún, me cuesta internalizar que mis amigos más cercanos en Buenos Aires compartieron (algunos más de una vez) todo este recorrido. Me cuesta entender que filmamos dos documentales con ellos, que a su vez nos llenaron de historias de infinito valor cultural y humano. Atravesamos un sinfín de lenguas, costumbres, y quilombos culturales de todo tipo, que no hicieron más que mostrarnos a cada minuto lo ignorantes que somos, y lo poco que sabemos y entendemos del mundo.

Sin extenderme más, creo que el motivo más inmediato (además del monetario), que nos hizo tomar esta decisión de parar un poco, es justamente todo esto, intentar internalizar y entender todo lo que tuvimos la suerte de vivir. Estudiar, clarificar dudas, organizar la cabeza, el espíritu, el cuerpo y el alma. Intentar dar un orden a todo esto, materializarlo y complementarlo con todos los elementos que tengamos a nuestro alcance.


La familia visitándonos en El Cairo, Egipto...
Con Fede y la Rubia en esa maravilla del mundo...
Tratar de salir un poco más de la ignorancia en todo sentido. Hablo de la emocional, de la mental, de la espiritual, pero principalmente de la del ser humano en relación con lo humano, de lo que creemos que son las cosas y de lo que realmente son, de aglutinar capas de conocimiento que muestren a la “realidad” un poco más acabada, en todo su conjunto, en todas las dimensiones a las que tengamos acceso. 

Atravesar los procesos de desconstrucción de lo aprehendido, despojarse, tirarlo a la basura, y entender de una vez por todas, que habíamos estado viviendo en una lata de tomate de poco contenido sustancial durante larga parte de nuestras vidas. Todos los libros que leí de África, y todo lo que escuché sobre el continente antes de venir, me lo fui metiendo en el culo durante el viaje; y en lo que a mí respecta, es una prueba absoluta que desde el texto, sin la experiencia, lo único que logramos hacer es convalidar nuestra ignorancia. Con la experiencia al menos tenemos un puntapié inicial con lo que dar forma a la realidad.

Pero todo esto no lo deduje sólo, sino que me lo dijo nuestro gurú personal, Jota Eme, quien nos estaba esperando en Dheli luego de unas doce horas de viaje en bus, para redondear este viaje de encuentros perpetuos que en aquel momento se sellaba. Y junto a él nos fuimos a dar unas últimas vueltitas, compramos un anafe para nuestro futuro negocios de comida en Sudáfrica y alistamos los últimos gestos de llegada para quienes allí nos estaban esperando. 

Conocimos a su divina hermana personal, desayunamos en alguna plaza y también vimos como le robaron un celular, hecho absolutamente material, que no fue capaz de inmutar a este alto personaje espiritual que sigue los caminos de la luz. Un titán comprometido con lo que no se ve, con aquello que llega sólo por las vías del crecimiento interno y de la visualización. En un momento, como es de esperar, desapareció ante nuestros incrédulos ojos, dejando su estela sagrada de luz y de verdad.


Nuestro gurú con hermana de yapa...
Ordeñando cabras con Daniel en una granja cerca de Yodfat, Israel...
Antes de subirnos al barco que nos llevó hasta Egipto por el Nilo. (Wadi Halfa, Sudán).
No nos cuestionamos mucho, pasamos a buscar nuestros quinientos mil kilos de equipaje, al que tuvimos que agregar el anafe y los regalitos de último momento, y nos fuimos gateando hasta la estación de trenes que nos prometía dejarnos en Mumbai, luego de alguna estúpida cantidad de horas. 

Entrar al tren con todas las cosas requirió de la buena voluntad de mucha gente y de joderle la vida a otra buena cantidad de ellos. Lograr sentarnos y ubicar las cosas fue como jugar al tetris en la vida real, pero en vez de piezas con formitas, usamos asientos, equipajes de otra gente, ventanas, piernas, brazos, cabezas, bebés, nigerianos, camas rebatibles, y algunos otros elementos menores del entorno. Finalmente lo logramos, y totalmente atontados por un calor volcánico, empezamos y concluimos este viaje que no representaba aún ni el 33% del recorrido.

Una vez que llegamos a Mumbai, sin dinero, sin comida, absolutamente desorientados, y aún a unas veinte horas del vuelo, decidimos que la única opción era intentar alcanzar de primeras el aeropuerto, y ver si ahí nos daban de comer alguna bazofia que se pudiera pagar con tarjeta de crédito... y ya que estamos, una botellita de agua, de pis, o de cualquier tipo de líquido.

Conseguir alguien que nos llevara hasta el avión por las monedas que teníamos en el bolsillo fue una tarea bastante engorrosa, difícil y desgastante, pero como bien nos dijeron el día que arribamos: “In India everything is possible”, y vaya que lo es... La puta madre que lo pario... qué lindo país...

Con Vico y Rachel recorriendo las calles de Stown Town, Zanzibar, Tanzania...
Los tres mosqueteros de la cámara confusa en el Domo, Old City of Jerusalem, Israel...
Viviendo entre elefantes, hipopótamos y mandriles, South Luangwa NP, Zambia...
Cuando llegamos nos dieron la buenísima noticia que no podíamos entrar ni al aeropuerto, ni a la zona de espera, hasta cuatro horas antes del vuelo, lo que significaba que teníamos que aguantar dieciséis horas sentados en el interminable calor mombeño, y tratar de no suicidarnos si empezábamos a desesperar. “Hacé de cuenta que estas en el desierto Juli... Pensá que morir... no te vas a morir...”.

Faltó poco, pero cuando se fue haciendo la hora, y luego de conseguir un par de tartas, de guches, de garronear puchos y de tomarnos las botellitas de agua que dejaba la gente, finalmente nos vimos casi con un pie dentro del avión. Teníamos olor feito de día y medio, con 45º de calor húmedo encima, así que le garroneamos el baño al personal de limpieza, quienes muy gustosos accedieron a dejarnos enjuagar la cola y los pelos, para con esa nueva presencia, ir a encarar al bendito señor migración...

Migraciones trabaja para el mal, coquetea con el mal, y casi se podría decir, que es el mal en sí mismo. La gente que está para controlar siempre funciona del lado del mal. Pero la gente que trabaja para el mal no es mala, porque ni para eso les da. Son más bien rígidos, estructurados, ignorantes y faltos de imaginación. Casi que no llegan ni a personas porque la maquinaria en la que están metidos los transforma en autómatas programables.

Buscando a los gorilas de montaña, Bwindi Impenetrable Forest, Uganda...

Aldedeando en el desierto, Norte de Kenia...
Este señor entonces, que podríamos denominar una obsecuente del diablo, nos dijo a buenas y primeras que directamente no podíamos volar. “¿A vos te parece che?”... “¿No te parece que sos un sorete y que tu abuela coge monos, o en tal caso, que me lo podrías haber advertido cuando compré el pasaje?”

“El sistema dice: (frase archiconocida a nivel mundial “El sistema dice”, ¡Cuánto vacío detrás de una frase!) que tienen que tener el visado antes de volar, y si los rebotan, los van a deportar y los van a traer acá nuevamente y... ¿quién se hace cargo?"

“Ya entramos dos veces a Sudáfrica “my friend” y para argentinos no hace falta visado previo, nos los dan en el aeropuerto en el momento de la llegada. El visado además es gratis por tres meses”.

“Pero el sistema dice...”. “Sí, ya leemos que el sistema dice, pero a nosotros el sistema además de parecernos errado, nos chupa los dos huevos al unísono, por favor, danos una solución porque sabemos que entramos”.

“Bueno firmen este papel que deslindan al aeropuerto de toda responsabilidad, y que si los hacen volver, tienen que pagar 1500 dólares más una multa”. 

Firmamos, no nos chequearon la valija por falta de tiempo (me lamenté de no haber traficado veinte kilos de hachís) y nos fuimos. El aeropuerto además se hizo cargo del embolsado de las cosas, ya que nosotros no teníamos un mango y la política de Ethiopian Airlines no permite las valijas sin precintos y tales. Reforcé fuertemente la dosis de pastela atonta boludos con miedo al avión, y Juli se hizo cargo de mi drogada persona, durante las trece horas que duró el vuelo.

Llegamos a Johannerburgo y se nos salió el pecho de lugar de lo canchero que estábamos. Íbamos bailando cuatro tipos de baile en la cabeza y otros tres con el cuerpo, y aunque personalmente me quería cortar las dos piernas pensando que no íbamos a salir de viaje por un tiempo, por el otro una etapa concluía, y la palabra "exitosamente" (que también esta del lado del mal) es más que vulgar para definir lo radiante, inverosímil, extramundano, virtual, alucinante y llenador de este Viaje por África.


En el nacimiento del Nilo, Jinja, Uganda...
Con Juancito y las chicas a la orilla del Lago Turkana, Norte de Kenia...
Estábamos de vuelta en el punto de partida, en un lugar que conocíamos que devendría en un segundo hogar, y por empezar una experiencia de acomodamiento y subsistencia, en un país amabilísimo como es Sudáfrica. ¿Qué significaba esto? Que en realidad el viaje no terminaba, que empezaba otro, de distintas características, sedentario, pero igual de importante que el que habíamos estado realizando. 

Feliz de no volver a Argentina, tengo que decirlo... Feliz de no volver... empecé a imaginarme las diez mil cosas que teníamos que enfrentar para lograr ubicarnos y ponernos cómodos. No teníamos nada, y lo más lindo de no tener nada, es que aún todo está por hacer. Es un block de hojas en blanco iguales a los que te da tu vieja cuando estás por empezar primer grado, con ese olor, con esa magia, con todo lisito y lindo para ver qué onda el nuevo mundo.

Nos tomamos un bondi a Port Elizabeth. El viaje duró otras doce horas, bajamos, y aún nos quedaba hora y media para arribar a nuestro futuro hogar: Grahamstown. El más acá estaba cerca, y con la mayor mezcla de sentimientos buenos y malos que tuvimos en nuestras vidas, desembarcamos en el pequeño y entrañable pueblo. Nuestros cuerpos habían llegado... nuestras cabezas aún estaban viajando. Quedaba superar ese bache, ponerse en sincronía con el mundo y surfear las resacas de la mejor etapa de nuestras vidas. Hacia eso nos estábamos aplicando, hacia allí se dirigirían nuestros pasos durante los meses siguientes. Aunque ya teníamos agendadas algunas aventuras que les iremos contando.

Grahamstown es parte del viaje, y desde aquí, lo seguiremos relatando... Gracias por estar y por apoyar una aventura de vida que esperamos dure para siempre... Hasta la próxima.

Petra, Wadi Musa, Jordania...
11 may 2012
Rewalsar, Shastri y surcando los abismos del turismo espacial...

Rewalsar, Shastri y surcando los abismos del turismo espacial...

Rewalsar: la paz hecha lugar...
Una vez que lloramos como hacía un montón de tiempo que no... y que descargamos todas nuestras incontinencias en la última despedida del gran Federico Marcello (a la que tenemos que agregar también la despedida de Erika), nos sumamos a los planes de Bonnie y nos fuimos a un lugar bien retirado del turismo, inserto en medio las montañas más sabias del último tiempo: Rewalsar.
 
Como muchas veces pasa, la tristeza y la pena interior, suelen sucumbir ante los hechos del presente inmediato. En este caso sucedió que conocimos a Shastri, un indio policía que no hizo más que cagarnos la vida y llenárnosla de emoción... todo al mismo tiempo. A Shastri lo conocimos en el bus que nos llevó hasta Mandi, una ciudad cercana a Rewalsar, donde teníamos que hacer combinación con algún otro medio de transporte para alcanzar la ciudad fantasma.
 
Nos cagó la vida porque no hizo más que hablar incansablemente durante las mil horas que duró el trayecto. Nos contó los hechos más irrelevantes de la vida de una persona en algo así como todos los tomos de "El Capital" de Marx, muy prolijamente ordenados, pero vacíos de toda el contenido del barbudo "materialismo histórico"; contenido que además, reemplazó por un montón de inconexiones, incoherencias y hechos inverosímiles, esgrimidos en un idioma no identificado, que intentaba mezclar inglés con urdu, y fonemas casi inventados, a los que ponerle la oreja fue el esfuerzo más exigente del último decenio.
 
De todas maneras, este indio al que le gustaba hablar más que cualquier otro placer carnal o espiritual, era poseedor de rasgos exultantes en relación a lo que a hospitalidad y camaradería se refieren, y al vernos perdidos en medio de la noche, ya sin transporte para alcanzar Rewalsar, nos invitó a pasar a su morada, y nos dejó experimentar en todo su esplendor algunos rasgos de la vida india.
 
Ganesha, uno de los mil dioses hindúes...
No solamente nos dio una cama, sino que puso a toda su familia a girar en torno a nuestra presencia. Tuvimos el honor de conocer a su hijo, a su esposa, y a las mil estatuillas de dioses y espiritualidades a las que nos introdujo, las que obviamente también detalló con minuciosidad, pero que obviamente bis nunca pude incorporar.

Nos habló de religión, deporte, entrenamiento en la policía, vestimentas, costumbres, pensamientos, puntos de vista y nunca se dio cuenta de la pesadez espiritual que traíamos. Nos dio de comer, nos explicó cómo se confeccionaba cada plato, nos invitó a pasar año nuevo, navidad del 2015, y nos dio dos teléfonos donde poder ubicarlo, para luego hacernos prometer que si íbamos a La India de nuevo, lo teníamos que visitar. 
 
Un capo inaudito e increíble, que aunque no se lo propuso, logró hacerme olvidar por largo rato de algunas de mis penas más urgentes, para insertarme en el peligroso campo de la paciencia y la comprensión. Al otro día luego de invitarnos el desayuno, no tuvo mejor idea que, no sólo acompañarnos hasta el bus que nos llevaría a Rewalsar, sino también subirse con nosotros, “por las dudas de que algo nos pasara”. Se bajó a mitad de camino ya con su conciencia y su alma tranquila de que íbamos a llegar.
 
Cuando se bajó sentí un alivio feroz, tremendo y apabullante. Respiré, agradecí internamente por todo lo que había hecho por nosotros, pero sin ningún lugar a dudas volví a ser feliz. Tuve la sensación como por media hora más que alguien me seguía hablando y contando cosas al oído. Un queme de cabeza poco usual, y aunque muy lleno de amabilidad y buenas intenciones, infinitamente enfermante. Finalmente, y gracias a todos los dioses de las tierras indias, llegamos.

Rewalsar: Buda nos estaba esperando...
Rewalsar era decididamente el lugar para dar la puntada final que estábamos necesitando. Pacífico, sin ruido, sin turismo, sin autos, motos o contaminación. Un centro tibetano, un centro Sikh y algunos templos hinduistas. Un lago sagrado como epicentro del pueblo y unas montañas de tremendo calibre que adornaban los cuatro puntos cardinales de vegetación, tapiando a su vez el pequeño asentamiento, aislándolo y asegurándole clandestinidad y privacidad. 

Buscamos un lugar para tirar los bártulos y nos dedicamos a bajar, pensar, reflexionar, hacer fuerza, entender, elaborar, aunar, conceptualizar, manipular, e incorporar que en pocos días esta parte del viaje llegaba al final. Así es amigos, luego de veinte infinitos meses cuyo contenido fue ampliamente mayor a todo el resto de nuestras vidas, teníamos que volver a empezar.
 
Pensando un poco en esto, y otro poco en que todo se puede ir a la reputa madre que lo parió, recorrimos cada uno de los rincones del perímetro re experimentando y disfrutando por última vez todas las amabilidades y bellezas indias. Comimos con los Sikh, nos llenamos de sabiduría tibetana, nos "estupefacteamos" con los dioses hinduistas, y nos dejamos impregnar y casi violar por la amabilidad de todos y cada uno de los indios que nos vieron caminar. Gente tan linda, tan buena, tan abierta, y la mayoría de las veces tan, pero tan simple.
 
Nos lanzamos a la búsqueda de algunos de los productos que extrañaríamos y que se habían metido en nuestros corazones durante los últimos dos meses del viaje. Compramos cardamomo y muchos beddies para llevarnos a Sudáfrica, relagar, y también para alimentar esta simbología pacata de intentar preservar lugares a través de elementos autóctonos, que en realidad no hacen al asunto, pero que sirven principalmente para espantar esa lejanía anticipada.


Buda en la montaña, pueblito y lago sagrado...
Monito indio...
Bonnie con sus casi veinte años, pero con una madurez de una persona de cincuenta, acompañaba y manejaba la energía grupal con una simpleza y una adaptación que en ningún momento dejó de sorprenderme. Me hizo pensar constantemente cuánto de pelotudez albergaba a mis veinte años (y lamentablemente sigo atesorando), y por momentos me llené de envidia de esa vida que parecía madura, y a la que a su vez, le quedaba toda una larga juventud por delante.

Me lamenté de la cantidad de tiempo que me había tomado lanzarme al mundo y caminarlo, del tiempo que me llevó quebrar mis propios límites y cagarme en todos los conceptos, preconceptos y hechos sociales dados e institucionalizados. Me lamenté ferozmente de la cantidad de tiempo que había vivido en una caja de zapatos, persiguiéndome la cola como los perros, luchando por gilada. El espejo de Bonnie me hizo pensar que definitivamente un mundo mejor es posible si uno se da cuenta que a los cambios sólo hay que realizarlos. Ni pensarlos, ni esperarlos, ni tomar coraje, ni una mierda... Hay que salir a atravesarlos, vivirlos y disfrutarlos. En fin.

Nada de lo que yo había vivido, ni de lo que creía a esa edad, estaban presentes en ese espíritu libre y a la vez inmaculado. Hay personas que definitivamente tienen la clarividencia para ver lo real detrás de lo deformado, sustancias en vez de detalles, y de focalizar sus vidas desde un principio en valores reales y universales, más que en ficticios e individuales. Me la pasé aplaudiendo, y a la vez, aprendiendo de todo lo que en sus ojos pude ver. Grandes momentos del alma.
 
Toda la troop unida, y en silencio ominoso y entendimiento mutuo, caminaba por las laderas de las montañas, contemplando la vida en su quietud, observando en silencio, fumando y fumando para ver y sentir un poquito más. Otro poco más de ese vacío legal que había que enfrentar, otro poquito más de una condensación de sentimientos que de tan compacta podían ser el equivalente a una bomba atómica de vida que corría el riesgo de que si caía una sola lágrima más en el alma (de las lindas) se pudiera detonar...


Alrededores montañosos... 
Laguito sagrado...
Tibetian corner...
Pero si esa bomba se detona uno se transforma en hippie y la caga completa. Se pone a hablar de hadas, seres inframundanos y se retira para siempre de la sociedad, para nunca más hacer nada más (valga la redundancia) que repartir amor como un forro saltarín de la buena onda, hecho que todos sabemos que por sí solo no alcanza ni para tirarnos pedos. Ser hippie hoy en día es muy fácil y te desliga de toda responsabilidad, y nosotros, eso también lo evitamos.
 
Por todo esto y mucho más, empezó a inflarse el pecho, salió la endereza a la cancha, abandonamos el autoflagelamiento por los tiempos vividos y le pusimos una de las miradas más guerreras del mundo al futuro. Era tiempo de rearmarse, de comer, de descansar, de incorporar, de entender qué mierda había sido todo es que estuvimos haciendo y que hemos dado a denominar... “Viaje por África”.

La pucha... ¿Adónde vamo' ahora?...
Le dejamos un beso eterno en el alma a Bonnie, recogimos los bártulos, nos miramos a los ojos, y abordamos un colectivo decadimensional que nos depositaría en Dheli, última parada a buscar la ropa, comprar un par de boludeces y mandarnos de una vez por todas a mudar. Una tarde como cualquiera Bonnie nos miraba, un colectivo arrancaba y los dientes se apretaban para ver cómo carajo hacíamos para lograr llegar a Mumbai, tomarnos un avión a un país que no es el nuestro, e intentar vivir y rearmar tanto quilombo por todos lados...
 
Hacia un último encuentro en Dheli para recibir los últimos consejos de nuestro gurú personal, conocer a su hermana, buscar la ropa y comprar las últimas huevadas del viaje continental. Hasta la próxima señores. Gracias y ¡Salud!...


Monje y monos, convivencia y contemplación...
3 may 2012
Viaje por África despide al 50% de la felicidad…

Viaje por África despide al 50% de la felicidad…

El 50% de la felicidad, vuelvan pronto, los extrañamos...
Este post no se propone describir nuevamente los dos lugares que fueron los escenarios de tanta despedida y momentos de vacío poco experimentados. Dheli primero, y una segunda estadía en Mac Leod Ganj, fueron las instancias que avisaron y sentenciaron que otra de las mil y una noches de este Viaje por Asia 1.0, había llegado a su fin. Así es nuestros queridos amigos, la vida de viaje si algo acumula de la misma forma que aprendizaje, y casi en directa proporción con él, son despedidas.
 
Y las despedidas aunque uno no quiera, o lo sepa evitar, manejar o desdibujar, siempre conllevan sentimientos de tristeza, o melancolía, o al menos eso de “que lástima, lo voy a extrañar”. Una sensación en general de gratitud eterna, y porque no, una leve introducción a algún tipo de sentimiento que no tiene ni forma, ni materialización, ni explicación alguna, y que sólo puede ser percibido íntegramente, luego de cierto período de tiempo, cuando una vez limpio de contenidos puramente emotivos, se deja ver nítidamente. Así uno re-aprende a mensurar la felicidad y a navegar los infinitos estadíos de la misma, y principalmente aceptar que todo lo que tiene un principio, inevitablemente y duela por donde duela, también tiene un final.
 
Atravesamos estos últimos momentos acompañando hasta el avión a la dama del grupo, Agustina “La Rubia” Olivera, a quien se le vencía el plazo para apersonarse en la “vida real” y retomar posiciones en su cuartel de trabajo, quienes de lo contrario se mostrarían muy enojados por el desacato y se verían empujados a tomar decisiones tajantes para con su humanidad, que por lo que sabemos, trasciende ampliamente a su profesión y a sus obligaciones.

La acompañamos hasta exactamente el lugar que había arribado, y vimos como se polarizaban las imágenes de uno y otro estadío. Personalmente le di rienda suelta a mis más profundas emociones, mientras mi cerebro me regalaba un tour por las imágenes más marcadas de su estadía. Algo así como ver un pedazo de vida en un segundo. La típica imagen bufarra de la felicidad y el cambio. Nada nuevo: fin de una etapa, reacomodamiento y cierta resurrección renga.

Y digo resurrección renga porque de la próxima partida estábamos a no más de cinco días. Federico había decidido darse un tiempito más con nosotros, descansar, y amainar la excitación en tranquilos días que nos verían surfeando una gran cantidad de nada, en uno de los lugares más intensos y trascendentes del último mes, Mc Leod Ganj.


Esas construcciones al paso...
En la escalera más memorable de Mac Leod Ganj...
En ese viaje hacia Mc Leod Ganj ví muy nítidamente que mi cabeza se había vuelto irresponsable y negadora, y empecé a perder todas mis pertenencias con una rapidez poco conocida. Aunque fueron boludeces sin valor, no lo eran en términos simbólicos. La gorra con la que atravesé África y mi último par de zapatillas se volaron,  la primera en un tren, las segundas en un colectivo. 

Y si me daban más tiempo, o algún otro medio de transporte, estoy casi seguro que también se me hubiera volado la cabeza. En el medio perdí ropa y elementos de menor importancia que también marcaban una rebeldía encubierta hacia la realidad. Una forma psico huelguista muy conocida que denotaba mis pocas ganas de acatamiento a lo que estaba por venir. 
 
Allí fue que a pesar de todo esto, nos encontramos nuevamente a una de nuestras amigas de Mumbai: Erika. Apenas la vimos nos pusimos muy contentos, pero en los segundos siguientes notamos que estaba bastante enferma y que no podía casi caminar a raíz de alguna de las típicas intoxicaciones con comida, agua y otros. 

Como donde duermen tres pueden dormir hasta quince, le hicimos un lugar en nuestra archi conocida posada, y la invitamos a "nadear" y a que se repusiera con nosotros, que a pesar de estar ciertamente heridos, éramos tres, y sin ningún lugar a dudas, la podríamos cuidar. Aceptó contenta y nos fuimos todos juntos a descansar.


Banda de fascinerosos con nuestra tana preferida...
Erika y Fede... Los dos en recuperación...
Hermosura a lo Mac Leod Ganj...
Este tiempo en Mc Leod Ganj fue de comunión y tranquilidad. Fumando, durmiendo y caminando muy lento, cada uno se entregó a sus actividades. Fede empezó a hacerse dibujante de historietas (que por cierto le salían bastante bien). Dibujaba y producía a lo Marcello, que básicamente significa sin descansar o darse respiros. 

Juli la siguió un poco a Erika en la enfermedad, y además de fumando non stop, se lo vió ocupando el baño en esas misma e ininterrumpida condición. Yo empecé a hacer fuerza cerebral para tratar de incorporar y anticipar lo que iba a pasar, que básicamente era que Federico se iba y nosotros estábamos a punto de empezar nuevamente, por un cierto período de tiempo, una vida sedentaria, que luego de estos últimos veinte meses, me parecía sin ningún lugar a dudas, el máximo de los horrores.
 
De todas maneras nos dejamos llevar, le pusimos el pecho a las balas, pero también nos pusimos a llorar, y en medio de ese llanto interno, conocimos un par de personas dignas de destacar. Por un lado unos iraníes que estaban de vacaciones por algunos días en India, con quienes logramos una linda comunidad que sentaría las bases para una posible y futura incursión en aquella zona de medio oriente

Resultaba ser que algunos de ellos filmaban documentales, hecho que automáticamente nos puso en charla, hasta que llegamos a dar un puntapié inicial para tratar de realizar una coproducción para el 2012 o el 2013. Nos ofrecieron alojamiento y algunas cosas extras que Federico automáticamente se puso a considerar, para luego mirarme de nuevo con esos ojos enfermos y decirme: “el año que viene hacemos Irán, Siria y Pakistán”. Yo, que con el tema de viajar tengo el sí más fácil que la Cicciolina, dije: “sí, te espero en Julio...”, “No, fines de Agosto...”. “Sos muy petero Fede...”... Pero quedó Agosto, y conociendo a Marcello, es Octubre, pero no importa... Ya veremos... Todavía falta un rato...

Pasaron algunas otras cosas, pero estos post de despedida a mi me cuestan más que los otros, y eso ya es decir demasiado. Si tengo que ser sincero, me tiñen el día de gris, y lo único que pienso es que me quiero ir de acá. Así que para ser leal a esto, les voy a decir chau y esperarlos en la próxima, cuando lo único que reste es conocer un pueblito llamado Rewalsar (al que iríamos acompañados por una amiga australiana llamada “Bonnie”), pueblo que elegimos para disfrutar un par de días los dos integrantes que estuvimos presentes sin ausencias en este largo tiempo de viaje.
 

La banda eterna de Gaona y Boyacá...
La Rubia y Fede se llevaron una gran parte de nuestra felicidad, o simbolismos que de ella se desprenden. A descifrar estos códigos nos fuimos... A relajar, a pensar, a equilibrar, y a tomar coraje para un viaje maratónico y un cambio a medias de vida. Hay que volver a trabajar, pero mucho más que eso, a dejar reposar un poco el mambo y empezar a destilar... Hasta la próxima, hasta el último lugar a investigar en este “Viaje por África” que finalmente se transformó en "Viaje por Asia 1.0" o “Viaje por donde pinte” y que continuará quizás para siempre. Un gran abrazo.
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