América en Bedford - Argentina (saliendo)
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En rutas argentas, excitados y marchando... |
A menos de cien kilómetros de Capital Federal comprendimos e interiorizamos por primera vez, porqué la inconciencia y la temeridad son una excelente combinación a la hora de lanzarse a este tipo de emprendimientos. Con los "Ramones" sonando a todo trapo, la sonrisa tatuada en la cara, y una felicidad que iba de mayor a mayor, presenciamos el primer congelamiento de imagen del mundo (el primero de un millón subsiguientes), al corroborar a través del espejo retrovisor, que un aro del rodamiento trasero efectivamente se había soltado y estaba volando hacia el medio de la ruta. “A la pucha... ¿Qué fue eso?... Pará, pará... mejor pará y chequeemos ese hierro, que al parecer salió volando de las ruedas del titán”.
Repito y reflexiono: cuando a menos de cien kilómetros de comenzar el viaje, y aún faltando algo así como veinte mil más para volver, se vuela un pedazo de camión que creímos llegaría sin sobresaltos hasta por lo menos Centroamérica, la aventura comienza a ser un poco más real, y rápidamente se cae en cuentas que: con un Bedford modelo 1964, escasos conocimientos de mecánica pesada y una falta total de experiencia en el trato que un mastodonte de esta naturaleza necesita, íbamos a tener que ejercitar varias partes del espíritu, que hasta aquel momento de nuestras vidas habían permanecido profundamente dormidas.
Primer gran rotura - relatando los hechos...
Pero como "no hay mal que por bien no venga" (frase que representa uno de los
primeros aprendizajes espirituales y ejercicios ruteros del viaje), a cambio de roturas y "tomas aceleradas de conciencia" del aparato que
estábamos manejando, empezamos a descubrir algunos de esos mundos de los que uno desconoce por completo su existencia... como a perfumar y ambientar nuestra realidad con esos olores y
conexiones del alma que duermen y reposan en las profundidades de la práctica
del ser. En este caso, el primer mundo nuevo que descubrimos en América en Bedford, fue lo que apodamos el “mundo camión”.
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Radiador afuera y noche larga… |
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No hay mal que por bien no venga... |
El “mundo camión” se resume esa profunda confianza
y complicidad que existe entre quienes casi clandestinamente viven su día a
día en las rutas, llevando mercancías de todo tipo de un lugar a otro.
Son los "tacos de madera" para asegurar que las toneladas de peso no se muevan libremente,
es la infaltable “barreta” multiuso, el rugir del motor esforzándose para llevarte un poco más allá. Son esas banquinas que te juegan malas pasadas y los altos al atardecer bajo alguna amable sombra de algún árbol que te acobija. Es
la sensación de sentirse uno con el camión y la solidaridad que nace del
sentimiento en común entre los sentidores de estas sensaciones.
Es el obligatorio olor del amanecer y esas frescas horas que amortiguan la fatiga del motor; son las distancias a vencer, la mística y la soledad rutera... y en definitiva y especialmente para nosotros, ese brillo que se adquiere cuando se es capaz de entregarse de cuerpo y alma a algún tipo de sueño para hacerlo realidad. El “mundo camión” fue un código nuevo, una realidad plena que se abrió ante nosotros en paradores y talleres mecánicos a los que tuvimos el inmenso honor de conocer por las rutinas de nuestra hermoso emprendimiento.
Es el obligatorio olor del amanecer y esas frescas horas que amortiguan la fatiga del motor; son las distancias a vencer, la mística y la soledad rutera... y en definitiva y especialmente para nosotros, ese brillo que se adquiere cuando se es capaz de entregarse de cuerpo y alma a algún tipo de sueño para hacerlo realidad. El “mundo camión” fue un código nuevo, una realidad plena que se abrió ante nosotros en paradores y talleres mecánicos a los que tuvimos el inmenso honor de conocer por las rutinas de nuestra hermoso emprendimiento.
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De trompa a la ruta... |
Ya con el viaje un poco más avanzado entonces, y gracias a estos
primeros estímulos, nos
empezamos a despreocupar rotundamente por las formas, las apariencias y varios de los "códigos sociales" imperantes. Empezamos a vivir constantemente llenos de grasa, sucios
y envueltos en problemas de todo tipo y a toda hora. Nos entregamos a una sana
y hermosa fumata, y al consumo deliberado y perpetuo de cerveza. A
cambio de ello, fuimos obteniendo en escalas ciertamente sublimes, una sensación
de libertad que hasta aquel momento no conocíamos, y a la cual me volví particularmente
adicto, como el heroinómano a la heroína, como el primer amor... así de fuerte y
determinante. Fuimos aprendiendo a disfrutar con lo que hay, sea un pedazo de pan o tres kilos de
tira de asado; ya sea al lado de la ruta esperando a que alguien nos
remolque, o en plena travesía sintiendo que llegábamos a algún destino elegido. Buscando
repuestos en sitios en que no existían, eludiendo el pago de coimas a la
policía rutera, o contemplando algún memorable e indómito paisaje.
Aparecieron nuevos conceptos como “el imponderable”, ese "picante contratiempo" que uno no podría preveer aunque se sentara a pensar diez años, y que de paso y como quién no quiere la cosa, además arruina los otros dos mil cálculos y todo el resto de las previsiones que uno hace para evitar contratiempos. Una energética inmaterialidad que podríamos tildar de nefasta y que solamente se hace manejable a base de acumulación de experiencia, pero aun así, nunca manipulable ni abarcable en un cien por cien. Y hagas lo que hagas e intentes lo que intentes, siempre va a seguir apareciendo para ponerle sal, pimienta y acción a la vida. Eterna variable que ahonda en el infinito ejercicio de conservar la paciencia del alma, al que hay que saber entregarse y aprender a reír.
En términos de convivencia, en algún momento empezaron los problemas, los malhumores, las ansiedades individuales, las ajenas, las necesidades, las miserias y las virtudes de todos y cada uno de nosotros. En este plano fue en el que más tuvimos que trabajar durante todo el recorrido, y contemplando a la distancia, hoy me atrevo a afirmar que fue en el que más crecimos una vez finalizado el viaje. Aceptación, respiración, empatía, errores y aciertos emocionales. Fantasmas de cuatro personas en escasos metros cuadrados, que por momentos sobrevolaban los vericuetos de “Bedfy” a altas velocidades, manifestándose libre y cruelmente ante los demás. Sublime ejercicio para la templanza y un gran soporte para la aceptación de la propia estupidez.
Aparecieron nuevos conceptos como “el imponderable”, ese "picante contratiempo" que uno no podría preveer aunque se sentara a pensar diez años, y que de paso y como quién no quiere la cosa, además arruina los otros dos mil cálculos y todo el resto de las previsiones que uno hace para evitar contratiempos. Una energética inmaterialidad que podríamos tildar de nefasta y que solamente se hace manejable a base de acumulación de experiencia, pero aun así, nunca manipulable ni abarcable en un cien por cien. Y hagas lo que hagas e intentes lo que intentes, siempre va a seguir apareciendo para ponerle sal, pimienta y acción a la vida. Eterna variable que ahonda en el infinito ejercicio de conservar la paciencia del alma, al que hay que saber entregarse y aprender a reír.
En términos de convivencia, en algún momento empezaron los problemas, los malhumores, las ansiedades individuales, las ajenas, las necesidades, las miserias y las virtudes de todos y cada uno de nosotros. En este plano fue en el que más tuvimos que trabajar durante todo el recorrido, y contemplando a la distancia, hoy me atrevo a afirmar que fue en el que más crecimos una vez finalizado el viaje. Aceptación, respiración, empatía, errores y aciertos emocionales. Fantasmas de cuatro personas en escasos metros cuadrados, que por momentos sobrevolaban los vericuetos de “Bedfy” a altas velocidades, manifestándose libre y cruelmente ante los demás. Sublime ejercicio para la templanza y un gran soporte para la aceptación de la propia estupidez.
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No estoy muy seguro de que lleguemos… |
La creación e inclusión de este imaginario fetiche, fue también la salvación para evitar largos cambios de puteadas directamente a la cara, por risas resignadas, las cuales admitían jocosamente la posibilidad de que en algún momento todos íbamos a ser protagonistas de algún tipo de “desaparición”. Una ayuda para la flexibilización de la convivencia y un elemento en el cual depositar algunas pequeñas frustraciones. Si nadie se hacía cargo del problema, con seguridad la responsable era la “Mano Negra”.
En cuanto a lugares visitados debemos destacar: Santa Fe, Santiago del Estero, Salta y Jujuy, y si hacemos un poco más de zoom, Salto Grande, Fernández, Purmamarca, Salta capital, San Salvador de Jujuy, Susquesb, además de multi-espacios ruteros desolados y perdidos en el tiempo, que posiblemente carecen de nombre o rótulo, pero que muchas veces merecen más el tiempo que cualquier atractivo turístico de mucho renombre.
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Un Bedford a lo lejos coloreando el paisaje de Purmamarca... |
Todo este delirio al que los estamos introduciendo, sumado a las primeras experiencias que les estamos relatando, fueron de alguna manera la base química que comenzó a emerger libremente de la nebulosa de la vida, para ayudar a descubrir la codiciada fórmula de la felicidad constante, consistente e independiente de factores externos. Estas primeras reacciones químicas empezaron a alumbrar el camino hacia esa máxima que esgrime que: "la felicidad es una elección en donde se asientan el resto de las emociones y sentimientos de la vida", verdad que requiere de mucha práctica, y de otra gran cantidad de variables que solamente la experiencia y la apertura al destino empiezan a develar. Se empieza a dejar de desear de a poco, y de a poco también, se empieza a poner en práctica el hecho de solamente dedicarse a disfrutar... con lo que toque.
Muy amparados por la vida entonces, encaramos el cruce de la frontera con Chile por el “Paso de Jama”, ubicado a 4200 metros de altura, a los que llegamos luego de un ascenso con interminables horas de apunamiento y de nerviosismo; a no más de diez kilómetros por hora, observando cómo, inclusive las bicicletas, eras capaces de adelantársenos y hasta saludarnos por lo curioso de nuestro camión. En la aduana Argentina conocimos a Ricky, un escritor sudafricano, la primera persona que nos encontramos autóctono de un país que nos marcaría excesivamente en los años venideros.
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La banda del Bedford con Ricky... |
Claramente fue muy funcional a nuestros estados de ánimo y de salud disminuida. Un aliento es siempre un aliento, y está muy claro que está tan bueno darlos, como recibirlos. Entonces que todo este escrito sirva también para quienes necesiten un aliento para lanzarse a la ruta. No lo duden... la vida proveerá... generalmente suele ser muy generosa. Esperamos que hayan disfrutado las primeras imágenes de aquel primer país, nuestro propio país, en el cual fuimos aprendiendo los "yeites" de la ruta y del insondable y eterno “mundo camión”; ambos portadores del enorme caudal de conocimientos con los que fuimos alimentando nuestras vidas y nuestros primeros pasos continentales hacia una felicidad ciertamente muy genuina. ¡Salud! Nos vemos en Chile...
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