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Año 2005, Bedford busca tripulación para salir de viaje por América... |
Este viaje por América nace en el entrañable verano del 2004/2005,
en los alrededores de Florianópolis, y más específicamente en las
playas de Santinho, lugar en el que transcurrió la mayor parte de un
endorfínico y placentero estadío de borrachera y sueños ganados a la vida... Un estado que pasada la tercer caipiriña de medio litro, era el equivalente a un pasaje
relativamente barato hacia la “cuarta dimensión”.
Felizmente intoxicados junto a un gran compañero de aventuras y amigo eterno, el insondable Mariano Palmisciano, y bajo los efectos de varios estupefacientes a la vez, siempre de
frente a la por aquel entonces omnipresente “Pipa Cartagena”, decidimos que dar la vuelta a una gran parte de América era
"claramente" posible, y que lo íbamos intentar hacer realidad apenas pusiéramos nuevamente un pie en la gran capital Argentina.
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Santinho, lugar inspirador... |
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En alguna playa de por ahí con la pipa Cartagena camuflada...
De visita en Joaquinha...
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Así fue que nuevamente llegamos a las pampas y empezamos a pensar el cómo,
el cuándo, los porqués, y toda la gran cantidad de variables y eventos que había
que hacer suceder para aquella anhelada aventura continental. Debido a las
pocas monedas con que contábamos, nos lanzamos a un minucioso y ajustado
análisis financiero que nos permitiera dar con la mejor ecuación para
movilizarnos continente arriba. (Un detalle de gran importancia es que
pretendíamos realizar ese recorrido a bordo de nuestro propio vehículo casa, a nuestro ritmo, acompañados por la
adrenalina de manejar y hacer a la Panamericana parte de nuestra
primer gran experiencia rutera).
Luego de muchas averiguaciones y de charlar con muchos mecánicos, finalmente logramos llegar a la ecuación principal: había que decidir entre un Mercedes
Benz 1114 o un camión Bedford (fabricado
hasta los años setenta por la General Motors). La diferencia de dinero que
había entre el primero y el segundo (que por aquel entonces rondaba los dos mil
dólares), fue lo que finalmente inclinó la balanza; nos decidimos por el Bedford,
y aferrados a esa decisión, solo restó chequear los clasificados y
movernos hasta la provincia de Buenos Aires para encontrar el que me
mejor se adecuara a nuestras pretensiones.
Esa búsqueda se extendió por varias semanas, hasta que un buen día llegamos
a José C. Paz y ahí nos estaba esperando. Pocas veces en mi vida tuve
la sensación de seguridad y de convencimiento que me invadió aquella mañana
cuando entré al habitáculo de la máquina de rodar más honorable y guerrera que
haya tenido el placer de manejar. Una mezcla de soberbia intuición e invasiva
convicción, que me dieron el plus de seguridad que veníamos necesitando para dar
el paso final... y quemarle la gorra a Marianito para comprar...
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Recién traido de José C. Paz, en el garage de Defensa y Bolívar, San Telmo... |
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En su estado natural... ruteando... |
Un
amor a primera vista con pedazos de hierro, ejes, ruedas y hasta con el color
de este mastodonte de casi seis toneladas, que parecía estar esperando
paciententemente por nosotros... Luego de cuarenta años de aventuras, luego de
haber sido parte de flotas de algunas líneas provinciales de transporte, luego
de haber acarreado equipos de autos de carreras, luego de ser testigo vivo de
parte de la historia que no tuve el privilegio de vivir. Una
especie de tío compinche que nos guiñaba el ojo y nos invitaba a dar una vuelta
por el más allá, prometiendo aventuras y quilombos de los más lindos...
Pícaro,
experimentado, tramposo, y con un corazón a prueba de balas. Uno de los pocos
entes que sin ser un ser vivo, parecía hablar cada vez que su motor rugía con su característica forma de regular. Como casi siempre pasa, con
el tiempo su corazón se acoplaría al nuestro, y “Bedfy” se haría el
protagonista absoluto y definitivo de esta aventura alocada de alto vuelo (o
alta "llanta"), a la que nuestros más verborrágicos estados de
inconciencia, de los que estamos ciertamente muy orgullosos, nos llevaron casi sin
pensar.
Lo
metimos directamente al taller de uno de los soportes principales de esta aventura
sin igual: el inolvidable Pepe Jurado, viejo lobo y artesano de todo tipo
de tuercas, que junto a sus dos hijos en alguna parte del inigualable barrio de ciudadela,
nos introdujeron a los principales secretos de la mecánica y alistaron lo mejor
que pudieron la columna vertebral de nuestro quinto integrante.
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Pepe a la derecha, Diego a la Izquierda... Eminencias de las tuercas...
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El
inigualable Gabriel Lipschitz, ese amigo irreemplazable (más a la hora de la
fiesta), se acopló rápidamente a nuestras intenciones viajeras continentales, y
puso toda su vagancia, pero también todo su picante ser al servicio de un
equipo que estaba casi sellado. A último momento y por esas cosas poco
explicables de la vida, apareció en nuestro paisaje el
enano chupa tierra, el baterista, el perdido, el encontrado y mucho más que necesario, y a
su vez y porqué no decirlo, la causa principal de todos nuestros problemas de allí en más... Clap, Clap, Clap y aplausos más que sostenidos para Julián
Árenzon y una frescura, que por aquel entonces, resultaba imposible de
empatar...
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Típica cara Lipschitz 2006... |
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Juli, el querubín, en su época mas hippoide...
Equipo de postal sellado...
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De
esta manera el equipo quedó sellado, y así fue que un primero de
abril del año 2006, pasó desapercibido por la autopista que conduce a Rosario,
un camión azul Bedford; el cual recién había partido de un
garaje en pleno corazón de San Telmo, a la búsqueda de algún tipo de
destino, directamente a las entrañas de las rutas del continente
americano... Nunca
a más de sesenta kilómetros por hora, dejamos atrás nuestros trabajos, pusimos
nuestros afectos en "mute" y derramamos un lagrimón que
contenía una de las emociones más fuertes que habíamos experimentado en
nuestras vidas. Salimos en busca de nada y todo a la vez, pero sin
propósitos reales, sin pretensiones irreales (o casi), con el sólo objetivo de
poder concluir nuestra vuelta, y entender de qué se trataba de una buena vez por
todas, y en toda su dimensión, el concepto de conocer y de viajar.
Bienvenidos
entonces y sin más preámbulos a nuestra primera aventura continental por América,
la cual transcurrió en la insólita cantidad de quince países, en un período de
casi un año, y durante la cual empezamos a perder la por momentos
insoportable y estructurada forma humana.
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Descontracturando, perdiendo la forma humana... |
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Hasta pronto... Salida continental... |
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