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4 dic 2015
Navidad, año nuevo y despedida del Tincho 2013...

Navidad, año nuevo y despedida del Tincho 2013...

Navidad de 2013...
Y así los días con el "Tincho" fueron transcurriendo entre aventura y aventura, acontecimientos históricos, algún que otro desmayo fuera de agenda, y vagas excursiones por la periferia de esta mini aldea anglo africana apodada Grahamstown. Luego del funeral del gran Nelson Mandela, lo que titilaba en la lista de actividades eran los preparativos para festejar la llegada de una nueva navidad y de un más que próspero año nuevo. Así fue que en la pileta de nuestra pequeña mansión (que ya había dejado de ser la Casa Latina), entre chapuzones y mucho cloro, y mientras el Tincho planeaba un recorrido por algunos países de África, fuimos poniendo a punto las parrillas, colgando las guirnaldas, y apilando una buena cantidad de botellas vacías que necesitaban ser reutilizadas.

La casa, de “Casa Latina”, pasó a ser “Casa Pueblo”. Casi a toda hora y por una buena cantidad de inverosímiles e inventados motivos, se veía gente que entraba, salía, vivía, dormía, o se infiltraba. Nadie parecía intentar el menor esfuerzo por mantener controlada su incordura mental, emocional, o física. Los mundos se entrelazaban y colapsaban principalmente en la inmensidad de la cocina o en la frescura del patio, aunque también se podía ver gente desvariando en alguna de las habitaciones, y hasta dentro del baño. Las interacciones poco a poco se iban tornando virtuales, y mucho a mucho, cuánto más alcohol o porro las adornaban. En fin... casi siempre llegaba ése momento que se podría describir como "pseudo-psico-esquizo-pirotecnia". Personas que iban perdiendo el control de una deteriorada emo-cionalidad y entonces... Piuuuu piuuuu...

"Casa Pueblo"...


Chapoteando...
Por suerte, mucho más acá de estos por mayores, estaba la parrilla, y por suerte atrás de la parrilla y de las artes culinarias, lo teníamos al "Tincho" desparramando ideas, sonrisas, y su particular alegría de vivir. El "Tincho" mediaba energéticamente una realidad que surfeaba en español las contingencias del mundo inglés, como un desatanudos de las problemáticas de la incontención, que provienen de quien no puede exponer sus problemas clara y abiertamente, y prefiere provocar escándalos para llamar la atención que verse sentado delante de un espejo que lo desnude y lo mande a “trabajar” al menos por una mísera vez en su vida. La psicología de la comodidad post-colonización, muy culposa al darse cuenta que los demás no tienen nada de lo que uno tiene, pero lo suficientemente vaga como para no hacer nada al respecto. También estaban los vagos emocionales naturales, que simplemente succionaban la psicopatía del ambiente y la reciclaban a una especie de droga a través de la cual exculparse, evadirse de la realidad, y por qué no, de su propia miseria.

Canale por dos...
Vico alentando el fuego...
Esas pizzas a la parrilla...
Las fiestas, más allá de toda esta psicopatía propia de personas que no tienen ninguna motivación en la vida, fueron muy divertidas, y por qué no reconocerlo, gracias también a todo lo anteriormente expuesto, profundamente memorables. De carne a la parrilla pasábamos a pizza a la parrilla, como de la pileta de casa pasábamos a alguna otra pileta de alguna otra casa, como de cerveza pasábamos a vino, y de repente y casi sin quererlo, llegábamos a la botella de tekila. Entre tanto comíamos uvas de la parra y le cuidábamos los perritos al vecino. Nos íbamos y veníamos a lugares que aún no termino de recordar qué, o adónde eran. Cada tanto alguien aparecía en algún auto, nos enfrascaba y nos llevaba. Lo que no faltaba, gracias a dios en todas sus mentirosas facetas, era porro. Los había de toda la gama cromática de los verdes... que llegaban hasta un chillón y casi imperceptible pelirrojo Mohicano. Las patadas en la pera eran la mejor parte. El día estaba constantemente prendido. Los brillantes poderes nocturnos de linterna verde y otras capas de una hiper-realidad aumentada.

Vibras navideñas...

El fin del 2013 llegaba cargado de cierres de puertas dimensionales y conclusiones de ciclos de vida que ya se habían agotado lo suficiente. Si el ser humano supiera soltar a tiempo se ahorraría bastante sufrimiento y utilizaría muchísimo mejor su energía, pero... Lo más rescatable, antes de meternos de lleno en un 2014 inclasificable, fue que el "Tincho" nos adornó la periferia, nos puso signos de exclamación al cierre del año, y nos dejó envueltos en un torbellino energético, que como pequeños colchones de algodón, supieron amortiguar algunos infantiles golpes de la vida. Es que a veces los niños pueden ser, además de manipuladores, crueles; actos que podemos atribuir a una correlación intrínseca de un estadio emocional básico, primario y caprichoso, que no sabe negociar ni con el entorno, ni mucho menos con su propio tirano interno. El estancamiento pre-conceptual de un ser humano que no puede hacer el más básico acto de abstracción para entender su función en el mundo.

Carnitas a la Vico... 
La gula loca...
Donde hubo fuego... escabio queda...
Infinita mezcla y superposición de sentimientos. Un collage de vida tan inentendible como los párrafos que lo preceden. Sigo extrañando la “Casa Latina”, pero no extraño demasiado a la “Casa Pueblo”. Pediría una nueva oportunidad para gritar algún sentimiento que quedó estancado. En aquel momento no hubo ni tiempo para eso. Había que tomarse un avión a Argentina con cierta urgencia interna. Había que ir a recuperar una libertad que por algún inentendible motivo parecía haberse esfumado, o mejor dicho, camuflado... Comenzaba un proceso muy intenso de aprendizaje sobre los compromisos que uno asume, pero principalmente sobre cómo enfrentarlos. Un mano a mano, o un cara a cara con la vida, esa que te dice: “ahora te toca a vos, a ver si te la bancas”.

La vida es una mujer hermosa que sonríe puramente mientras te guiña un ojo y te besa en la boca, llena de ese potencial costo de no volvértela a encontrar nunca más. Llena de duda eterna... Yo como siempre me fui corriendo detrás de aquel sentimiento, que aunque sé que tampoco es real, es en el único que creo. Siempre  tengo una imagen en mi memoria que me hace sentir mejor. Ya del otro lado del charco, escribo estas últimas memorias de un viaje que necesitaba, a través de este relato, ser concluido. Lleno de besos, de amor, y de inquisitivas miradas voy a seguir recorriendo el mundo, con el sólo objetivo de encontrarme una, y otra, y otra, y otra vez, con el infinito caudal de sentimientos que se conjugan en la existencia. Muchas gracias por leer.

Detonado...
Funeral de Mandela: la prensa desacreditada contra-ataca...

Funeral de Mandela: la prensa desacreditada contra-ataca...

Despidiendo al gran Nelson Rolihlahla Mandela...
Lamentablemente, como siempre le sucede a la vida, la termina la muerte. En este caso, lamentablemente bis, le tocó este temita existencial a la persona más conocida, más representativa, más querida, y más, si se me permite la polémica, revolucionaria de Sudáfrica: el inigualable Nelson Rolihlahla Mandela. Y demos gracias a dios, polémica bis mediante, ya que los últimos meses, quizás debería decir últimos años, estuvieron teñidos de rumores que aseguraban que: "ya se había muerto", que "no estaba muerto", que "lo ocultaban por asuntos políticos", que "por las elecciones", que no, que sí, que patatí, que patatá. Una polémica bis bis de lo más indecorosa andar matando y reviviendo cada quince días a una figura de la talla del gran Nelson.

Por supuesto que apenas fue totalmente confirmado el deceso, tanto por la prensa nacional, internacional, como marciana, el planeta entero se empezó a calzar el traje de luto para una despedida que auguraba y prometía dignificar muy seriamente a su carismática y conmovedora figura. El velatorio se celebraría en su pueblo natal, un pequeño y apacible páramo perdido en el tiempo, que dista poco más de trescientos kilómetros de Grahamstown, llamado Qunu. Como el gobierno empezó a temer que el país entero se movilice (y se genere un caos sin precedentes), empezaron a desmotivar a la gente por radio, tv, y mensajitos en botellas piratas, vociferando que tanto las rutas, como Qunu, iban a permanecer cerrados al público. La real realidad es que Qunu casi no tiene estructura para mantener a sus poquitos habitantes; muy difícil imaginarlo recibiendo a un país.

Alrededores de Qunu...
El vecindario...
El vecindario bis...
Pero como nosotros cada tanto nos permitimos ser bien argentinos, y porque el ser testigos de la historia es algo que en general no nos gusta dejar pasar, decidimos que estando tan cerca, no podíamos dejarnos amedrentar por mensajitos gubernamentales y prohibiciones absurdas, y nos abocamos a alistar las carpas, y a setear la cara a modo “piedra”, para ver si con estos dos pequeños, pero muy efectivos recursos, lográbamos decirle “bye bye” al Tata desde la menor distancia posible. La ligación emocional con Mandela había quedado muy marcada desde el documental que realizamos en Sudáfrica a finales del 2009, el Tincho estaba de visita, y la promesa de profundas emociones quedaba al descubierto en la imaginación... en esa proyección cerebro-espiritual futurista de la satisfacción que sabemos que nos va a producir decirle “chau” a alguien de la forma más sentida. Un “chau” que más que un chau es un: “hasta siempre y muchas gracias por tanto amigo”.

Así fue que llegamos a las inmediaciones de Qunu a eso de las nueve de la noche. Para nuestra gran sorpresa, los mensajes gubernamentales habían resultado por demás efectivos. La ruta se notaba tranquila, la invasión de gente no era tal, los autos no existían, y el supuesto quilombo con el que creíamos que nos íbamos a encontrar, se había reemplazado por el más inquietante silencio. Nos obligaron a tomar un desvío, pero apenas vimos el huequito nos metimos al pueblo. La prensa internacional probablemente estaría en Mthatha, la ciudad más cercana y única infraestructura posible para contener a tanto periodista peligroso y suelto por Sudáfrica. Divisamos un pequeño descampado al costado de la ruta, y sin llamar demasiado la atención nos desviamos, armamos la carpa, y nos quedamos muy quietitos fumando uno y disfrutando del movimiento nocturno. Cuando por fin bajó el cansancio, sacamos las bolsas de dormir, y a recuperar energías para un día memorable.

Descampado hacia el infinito...
Del otro lado de la ruta...
Lo primero que respiramos al despertarnos fue la fragancia de la congoja en el ambiente. La exaltación de la vida y de los valores más nobles se entre mezclaban con los amables rayos de sol de las mañanas del Transkai. Estábamos a punto de ser parte de uno de esos días para no olvidar, de una leyenda atemporal que pasará de boca en boca por largo tiempo y muchas generaciones. La periferia estaba invadida de colectivos de larga distancia, de bandas militares, de personas que curioseaban, y de cámaras y gente de prensa. El movimiento de personas y el tráfico de vehículos estaban enmarcados en el cuidado y la ternura que el día se merecía. Nadie quería sobrepasar los niveles sonoros del murmullo. El respeto, mucho más que profundo, era el valor absoluto e inquebrantable que enmarcaba la totalidad de movimientos de la vida. En ese contexto y bajo tan exclusiva fragancia, nos empezamos a mover muy sigilosamente para dilucidar cuál era el camino más corto y viable para llegar hasta la casa de Mandela en Qunu, lugar desde donde comenzaría la procesión del ataúd hasta una carpa especialmente armada para el velatorio.

Preparativos, desfiles y simbolismos varios...
La carpa funeraria...
Intentamos el camino principal más alguno que otro aledaño, pero en ambas ocasiones nos rebotaron los policías. Esos dos rebotes sirvieron para darnos cuenta que la única posibilidad que teníamos era meternos por el medio del pueblo, disimulando nuestras presencias de casa de casa, y de esa manera acercarnos lo más posible hasta el objetivo. Y como muchas veces sucede en la vida, la vida se deja, promete, desafía, pero después cumple. Avanzamos sin problemas entre la humildad de Qunu, entre la sonrisa de su gente, entre la sorpresa que expresaban al ver a esta banda de blanquitos abriéndose paso entre malezas y alambrados. Sin prisa, pero sin pausa, logramos meternos de lleno en el tramo final que desembocaría directamente en las puertas de la casa del Tata. Un militar nos frenó, nos vio con la cámara al hombro, pero solo atinó a pedirnos que por favor no sacáramos fotos. Nos dejó pasar. Llegamos. Tibiamente se descolgaron  esas risas de emoción contenidas en el alma.

Ya entreverados con militares muy uniformados y muy alineados sobre la ruta, empezaron a sonar los redoblantes... y la magia sucedió. El cajón de Nelson apareció desde la parte posterior de la casa y la procesión se puso en marcha. Luego: caminar por afuera del alambrado acompañando el sentimiento... dejando que la emoción se apodere y nos invada, nos toque por dentro, nos acaricie el alma, nos fuerce a ajustar los gestos de la cara, lubricando los mecanismos de una existencia que rebalsa de emoción y de lágrimas que el cuerpo exprime por los ojos. Una vez que el féretro dobló la primera esquina, el cajón en vez de acercarse se empezó a alejar, y con ello las emociones se empezaron a estabilizar, a equilibrar, y se declararon en manso reposo contemplativo. En aquel momento me sentí recompensado y bendecido con la varita mágica de las conclusiones de los ciclos de vida. Como muchas veces sucede bis, en aquel momento volví a comprobar que las obras que concluyen y determinan una vida, no son de ninguna manera las que puedan llegar a tomar cualquier forma material... al menos una que sea mensurable y tangible.


La prensa desacredita contra-ataca...

Procesión, desfile y ataud...
Camino a la carpa funeraria...
El resto del día lo vivimos en las inmediaciones de la mega pantalla desde donde se transmitía el velatorio y la ceremonia de despedida. Allí se dio cita Qunu para compartir y disfrutar de todos los posibles shows que un país le pueda preparar a su abuelo, padre, e hijo predilecto. Durante aquel día danzaron los hombres, los helicópteros, los aviones. Durante aquel día se multiplicaron los halcones y las palomas de la paz. La historia lloró huérfana y gitana. Durante aquel día brillaron las almas que se paran al borde del abismo y sin dudar se lanzan al vacío... y aprenden a volar en caída libre, por mero amor a la vida, por el sólo hecho de dignificar y maximizar las posibilidades que nos han sido dadas. Gracias Tata por tanto... por siempre y para siempre, gracias. Hasta la próxima.

La banda esta loca...
Vamo' hasta la Boca...
Los halcones galácticos...
De luto...
Las banda de Qunu...
Grahamstown al horno y la llegada del Tincho Canale...

Grahamstown al horno y la llegada del Tincho Canale...

El Tincho conquistando Sudáfrica...
Casi como un dejavú del final de “Snatch”, y llamativa paradoja mediante: gritaron por última vez “corten”, brindamos una vez más por todo lo vivido, nos estamparon por millonésima vez el pasaporte, ingerimos una mini pastelita, y volamos de vuelta a Sudáfrica, en busca de la belleza de la comarca y la “tranquilidad” del énclave más lindo del Eastern Cape... Eso sí: un poco más desorientados, levemente más mareados, y bastante más cagados a palos. Con las neuronas embotadas, las células mareadas, y las comisuras de los labios algo resecas, metimos la llave en el agujerito, y aunque abrimos la misma puerta, parecía que nos habían cambiado la casa.

Dale Tinchooo... apurateeee...
El olor, la fragancia, el sentimiento, la intensidad, y básicamente la sustancia que caracterizaba a la “Casa Latina”, se había esfumado, se había ido, no estaba más... como si “alá” se la hubiera llevado. Flotaban en el aire micro células de reducción de armonía, se infiltraba una especie de letargo y la inquietud de esa soledad que desespera los sentimientos. Como si al abrir la puerta se hubiera fugado el último cúmulo de esencias que habían sobrevivido y resistido a un presunto golpe de estado energético. Aquella entrada a la ex casa latina entonces, fue una especie de sobresalto al despertar, una duda eterna, una cansina desilusión de una autogenerada e inocente esperanza de comunión, que se escondió de la pureza y la verdad... y prefirió la mentira.

Por suerte nada estaba tan perdido, ya que al segundo de preguntarnos: “¿Y ahora quien podrá defendernos?”, se escuchó un grito que llegaba desde el viejo continente, y apareció, cual as bajo la manga, cual amuleto de la suerte, cual trébol de cuatro hojas, la superlativa humanidad del gran "Tincho" Canale, anunciando que estaba abordando un avión hacia Sudáfrica, para intentar rescatarnos de la mediocridad y la acentuada desidia que nos merodeaba. Pocas cosas podrían haber sido más alentadoras que ese reencuentro revitalizador para ponerle un broche de oro a un nuevo año que se nos ponía viejo. Así fue que repetimos el abrazo de Varanasi pero en Grahamstown, levantamos los ánimos, y empezamos a planear los recorridos de rutina.

Tincholado...
Sólo restó esperar un par de días a que el Tincho se recupere de tanto viaje y tanto rock, pero apenas vimos que estaba enterito, arrancamos para la “Wild Coast”, lugar en el que teníamos agendado un encuentro con nuestro querido Steve, quien nos había hecho formal una invitación a una ceremonia “Sangoma” en las inmediaciones de la famosa ciudad de Mthatha. Pusimos unas frutas y unos sanguches en las mochilas y nos mandamos a la ruta a revivir a pulgarcito. Todo sucedió en un abrir y cerrar de ojos... Al ratito que llegamos, casi como salidos de abajo de una piedra a decir “bienvenidos”, aparecieron: Dave, Janet y Steve, reforzados y backupeados por la excentricidad de Andre, un personaje que aún no conocíamos, pero que sería el encargado de alojar a toda la monada en su super morada cósmica.

Ruta, rutera...
Andre y amigo cósmico...
Esas playas sudafricanas...
La casa de Andre está construida dentro de un hermoso predio a unos pocos kilómetros de Mthatha. Un lugar que se puede describir como un pequeño mundo de grandes estímulos, excéntrico, lleno de incógnitas, de imprevistos, y de conocimientos poco comunes. Como asistir a una especie de reencuentro con algunas capas de la vida, que aunque olvidadas, resecas e impermeables, funcionan como un poderoso contraste de la urgencia y la banalidad imperante de la ciudad. Un espacio que obliga a correrse de lo común y preestablecido. Un lugar de retiro y de tranquilidad, con una huerta orgánica tan linda y tan grande, que el Tincho no podía parar de flashear. Hasta los camaleones se acercaron a decir “hi”. Un hermoso momento que de alguna manera este blog se propone eternizar.

Alrededores de la casa de Andre...
Flasheando en colores...
Panorámicas de los alrededores...
Relajo a los Transkai...
Después del relajo y el hipismo, asomaba el plato fuerte: la llegada al mundo de un nuevo Sangoma, y el Tincho no se podía perder el ritual. Un poco de Sudáfrica profunda... Una ceremonia con casi los mismos ingredientes de siempre: una casa, algunas chozas, mucho color, mucho Nkomboti, mucha espiritualidad, muchos ancestros, mucho “Makosi”, mucha danza, sacrificios, borrachos y choque cultural. Un plato que a mucha gente se le puede hacer algo complicado de digerir, y para el que es imprescindible abrir bien los paladares, tragar los preconceptos, y dejarse llevar sin cuestionamientos al lugar de espectador. Aunque aquella particular ceremonia no tuvo la usual mística de las de Cris en Mthambalala, sin dudas contuvo el valor de la experiencia de esos eventos que suceden pocas veces en la vida.

Ceremonia, sacrificio y rock and roll...

Sangomeada...
La banda preparándose...
Sangomeada bis...
Panorámica del predio...
Suenan los tambores...
El resto del tiempo fue disfrutar del Tincho, de Steve, y de Port St. Johns, y dejarnos llevar por los mismos caminos que recorremos con cada una de las personas que a través de los años nos van visitando en el principado de Grahamstown. El resto fue, como siempre, intentar pasarla lo mejor posible, inyectar un poco de positivismo en los ánimos y reactivar las capas más permeables del espíritu. Nada que no se llame cansancio emocional, nada que no sea consecuencia de tanta vida bien vivida. La entrada es gratis, la salida ni en pedo. La cuota necesaria de luz que siempre necesitan los días la mantenía encendida con toda su humanidad, con toda su sonrisa, y con toda su liviandad, el irrepetible "Tincho" Canale. Dos capítulos nos restan aún de esa luz... Acompáñenos, síganos, y créanos que nos lo vamos a defraudar.
Piletas oceánicas en Port St, Johns...
20 dic 2013
De Grahamstown a Buenos Aires y De Acá a la China…

De Grahamstown a Buenos Aires y De Acá a la China…

“En aquel mundo de los deseos construido por mi persistencia, la vida es como un tren: Algunas veces corre velozmente entre las llanuras planas como un buen caballo; otras vacila con dificultad y avanza entre imponentes y empinadas montañas, lagos, ríos y mares. Tanto en las situaciones favorables como en las adversas, los dos carriles bajo las ruedas del tren siempre permanecen en paralelo. Uno es el carril del “si”, el otro es carril del “no”. En mi mundo, estos dos carriles son la expresión de mi forma de pensar y mi conciencia. En el proceso de avance sobre aquella estructura paralela, en donde se superan los obstáculos continuamente, estos me guían hacia la meta de mi corazón”.

De Acá a la China... Una película hecha con amor...
“A ver… ¡Por favor! Alguien que le ponga un freno de mano a la vida que tenemos una película que terminar”. Vico había decidido que por nada del mundo se quería perder el bailoteo del rodaje, por lo que juntos aterrizamos en el aeropuerto internacional Pistarini, lugar en donde nos estaba esperando la afamada figura de Federico Antonio Marcello, perfectamente listo para quemarnos el coco liso por el período de un mes.

Llegar a Argentina después de cuatro años no me produjo absolutamente nada, hecho que le adjudico a la pastela que me tomo para volar, la cual hace que vivir o morir, me parezca parte de exactamente lo mismo. Es un poco de Clonazepam, pero versión budista 2.0, que mezclado con una buena dosis de alcohol, te transforma en un insensible absoluto de ojitos vacíos y pajaritos en la cabeza. Como yo no tomo ni aspirinetas, cada vez que me meto media de estas tabletitas la paso bomba, y como a Vico le agarra envidia de verme drogado, aunque no tiene miedo a volar, y como para no perderse la aventura, se la toma igual.


Es para Fede que lo mira por Tv...
Pasados los “Holas, que lindo volver  a vernos nuevamente”, el siguiente mes fue como un día extremadamente largo de nuestras vidas. No puedo recordar muy claramente cómo fue que el cuerpo resistió el adrenalínico correteo de hacer que tanta cantidad de cosas sucedan... pero en líneas generales: llegamos a la casa de Fede, prendimos las computadoras, los celulares, y de ahí en más, nebulosas de colores en todos los sectores de mi memoria. Había que ayudar a armar una exhibición China en el centro cultural Borges, conseguir equipamiento, locaciones, buscar varios actores, alquilar luces, conseguir permisos para filmar en el aeropuerto, y llevar al día los dos mil papelitos que la infame burocracia que no perder el control de los hechos demanda.

Dani, los gemelos Portnoy y Vale...
Fede y Capi...
El chelito preparando la jornada...
Además había que ir a Mendoza a ver al Indio, tratar de juntarse con algunos amigos que no veía desde que me había ido de Argentina, y preparar el catering para los cuatro o cinco días de rodaje que teníamos planeado para que la banda pueda seguir sonando. Gracias al cielo estaba mi santa madre en Buenos Aires, muy lista y predispuesta a dar una mano en todo lo que fuera necesario, que sumada a la infinita paciencia que nos tienen los padres de Fede, ayudaron a que la carga se alivianara significativamente. Fue un buen momento para reafirmar y valorar la importancia de los seres queridos apoyando las boludeces que a uno se le ocurren.

Alejandra y Hu...
Gasti, Héctor y Fede...
Héctor y Marisa...
La abuela Gugliottella y las próximas generaciones... ¡Gracias!
Se me hacen nudos mentales y emocionales al intentar el ejercicio de relatar todo lo sucedido y todo lo sentido durante este vertiginoso mes de Octubre de 2013, en el que participaron todos los familiares, todas las extensiones familiares, todos los chinos conocidos, muchos amigos, muchos amigos de amigos, y una infinidad de entes ocasionales que le metieron una sonrisa al proyecto, y ayudaron, aunque sea con el más mínimo de los aportes, a que los eventos arribaran al mejor de todos los puertos posibles.

Se formó un equipo de personas que uno a uno demostraron que las uniones humanas, mucho más que una utopía, pueden ser una realidad. Fue una instancia en la que sentí muchísimo orgullo de haber tenido la posibilidad de formar parte de tan lindo grupo de gente y de trabajo. Gente que simplemente hizo todo lo humanamente posible para nunca perder el humor y dignificar el esfuerzo extra, ése que realmente hace la diferencia en la vida. El que cuesta, no el que es dado... ese en el que uno tiene que concentrarse y sostener, que en definitiva es el que marca la diferencia entre las esencias de las personas.

¡Hay equipo sí señor!...
José, Capi, Vico y Chelo...
Preparando el set...
Maru y su magia en la cara de Dani...
Los Portnoy, La Rubia y Maru chequeando tomas...
¿Qué más puedo decir? Tengo que nombrarlos a todos: Mar y Gasti, Vico, Rubia, Marina, Fede y Pablito. Gallo, Chelo, Capi, José, Julián. Hu, Vale, Dani, Horacio, Tía Nena, Sonia, Los Gemelos Portnoy,  Garrin, Santana. La genialidad de Vilma y toda su familia, Ramón y Lily, La familia Lema, La Familia Gugliottella, La familia Marcello desde Héctor y Marisa, y pasando por todas las generaciones hasta llegar a Felipe. Fernando y mi santa madre Alejandra. Toda la gente de Aeropuertos 2000, Eduardo Geffner, Ana Kuo, Agustín Zbar y hasta la buena onda de Alfredito, Rodney y Stevens que flotaba en el ambiente. También las energías de muchas de las personas que por algún u otro motivo no participaron físicamente de la experiencia, pero de las que constantemente invocamos los espíritus.

Hu, Lily y Ramón...
Marianita y Capi...
Garrin y Santana...
De esos eventos en los que uno no puede hablar de un sentimiento. De esos estadíos que en definitiva tienen el conjunto de condimentos de la gran salsa de emociones que es la vida, y que gracias a la íntegra humanidad de este grupete de personas y a nosotros mismos, llegaron al paladar como esos afrodisíacos que te llevan a pasear por el mundo en un único y compacto recuerdo. Otra gran etapa había concluido con sumo éxito, y por suerte, el único costo que realmente había tenido fue el de un poco más de vida, que aunque muy caprichosa y vertiginosa, podemos decir también, que muy bien vivida.

El tío Horacio y los Gemelos...
Vale con la tía Nena...
Dani, Hu, Vale y Felipe...
Nos quedaba muchísimo por delante. El único que tenía realmente idea de cuánto era Fede. Lo importante es que habíamos dado un paso más en la batalla, y que aquel camino fue sellado con una fiesta comunitaria en la que de alguna u otra manera, participamos todos. El resto de las procesiones continuaron por dentro. Hay quienes perdieron el hilo, hay quienes aún al día de hoy lo siguen buscando. Así es la madeja de la vida, un eterno ovillo que constantemente tenemos que seguir desenmarañando.

Mucho más cansados que antes, y porque las condiciones para algunas cosas no estaban aún dadas, nos volvimos nuevamente a Sudáfrica, a ver cómo carajos nos pegaba esta nueva experiencia en la cabeza. Todo parece una excitante y gran aventura, pero la pucha que hay que aguantar... Gracias a todos los que estuvieron una vez más. Infinitas y sentidas gracias y hasta la próxima.
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