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30 ene 2012
Petra, Wadi Musa, Jordania...

Petra, Wadi Musa, Jordania...

Maravilla del mundo... La ciudad de Petra...
Cuando se cruza la frontera de Israel hacia Jordania, se experimenta una cierta sensación de quedarse en pelotas. Es que a buenas y primeras, se pasa de un país semi futurista a un desierto implacable, sin transporte público, ni tránsito, ni vida, y en dónde cinco o seis taxistas, estan esperando muy ansiosamente empomar, en este caso específico, a tres argentinos con mochilas y bastante cara de boludos.

La ciudad más cercana está a un poco más de diez kilómetros, pero sólo tiene sentido la visita si se tiene planeado incursionar en un lugar llamado Wadi Rum, una de las atracciones de Jordania, que según se comenta es un despliegue de paisaje sin igual, donde la jodita radica en acampar en el medio del desierto, cosa a nosotros nos llamaba la atención, pero tampoco tanto.

Por un lado, ya veníamos de espectaculares días desérticos, extasiados por la experiencia de Heart Beat, y por el otro, se acercaba la fecha de mi cumpleaños, motivo por el que habíamos decidido que Wadi Rum quedaría agendado para otra vida, y que enfocaríamos todos nuestros esfuerzos en llegar nuevamente a Wadi Musa, ciudad base para la visita a Petra, eje central del turismo, y lugar que Federico Marcello no se podía perder en la incursión a estar tierras...



Atardecer en los alrededores de Wadi Musa...
Caminando las infinitas formaciones rocosas...
Belleza natural...
Por lo que luego de una negociación que apeló a nuestros previos conocimientos de la idiosincrasia árabe, y que se basó en el supuesto de que “nosotros no salimos de la frontera, pero ustedes se meten los autitos en el orto”, y de un intercambio algo más amable de agasajos y de conocimientos idiosincráticos como Maradona, Menem y personajes varios, logramos envaselinar considerablemente el empome y pactar el traslado a Wadi Musa por alrededor de cuarenta y cinco dólares, monto que significaba un problema para nuestros bolsillos, pero que en términos realistas, era una más de esas baratas justicias divinas.
Así fue que nos subimos a otra "musulmioneta", paramos a comprar unos puchos libres de impuestos, algo para apalear el ruido estomacal y nos lanzamos a la conquista de uno de los lugares más lindos del planeta Tierra. Durante el viaje, que duró aproximadamente dos horas y media, y en la única parada de descanso que hicimos, tuvimos la oportunidad de presenciar uno de los atardeceres más bellos de esta extensión de Viaje por África, apodada Viaje por Asia 1.0. Un contraste de rojos, amarillos y naranjas con pocos precedentes visuales. Un fenómeno visual realmente descomunal.
 
Como ya habíamos visitado Wadi Musa, la llegada no significó mayor desgaste. Sólo tuvimos que reconfirmar algunos costos, y luego de algunos pocos minutos ya estábamos instalados en el hostal más barato, y también podría decir, más concurrido por turismo rata en Wadi Musa, lugar en el que por una camita en pieza comunitaria se paga algo así como tres dinares por noche, lo que puede ser traducido a su vez, como apenitas más de tres euros.


Wadi Musa desde adentro...
Caminando por ahí con el inconmensurable...
¿Llamativo no?, pero sí, la moneda de Jordania, el dinar, es más cara que el euro; y aunque obviamente el costo de vida es muchísimo más bajo que el de Europa (e inclusive Sudamérica o Israel), apenas cruzada la frontera, la billetera se llena de preguntas... multiplicando automáticamente esa sensación tácita de tener el bolsillo lleno de agujeros, de dudas y de miedo; aunque luego de los primeros sondeos de productos básicos, se vuelve a respirar con ritmo, mientras se va corroborando que todo era una especie de engaña pichanga, y que las cosas siguen siendo muy baratas y se puede continuar.
 
Si pensamos que estamos visitando una de las siete maravillas del mundo, y que estamos durmiendo a diez cuadras de la puerta de la ciudad de Petra por tres euros por noche, rápidamente uno entiende que la vida esta muy lejos de ser un abuso. Con lo que único que hay que tener mucho cuidado, es con la percepción del gasto del cambio y de las monedas, porque el redondeo de centavos, al que uno corre el riesgo de acostumbrarse, es lo que verdaderamente nos hace perder dinero, casi sin darnos cuenta. 

Todo producto cuesta o cincuenta centavos o un dinar, por lo que se puede cometer el error de percibir cincuenta centavos de dinar como si fueran nada, pero... con cincuenta centavos se puede comprar: un plato de comida, un atado de cigarrillos, una coca cola, un kilo de frutas, o pagar dos veces un bus urbano. Entonces, conscientes del poder de de cada centavo, y cuidando en extremo cada una de estas monedas pedorretas, nos fuimos a ver, chequear, testear, cómo nos iba de bandoleros por los alrededores de la ciudad.

Y digo de bandoleros, porque si hay un ticket costoso, por el que el turismo joven anda puteando sin parar por las calles de
 Wadi Musa, es el de la entrada a Petra... Y acá sí la patearon al pasto, y aunque visitar Petra es una experiencia única y alucinante en la vida de cualquier persona, cincuenta dinares, está un poquito excedido...


Fede bandolero en el país de Gulliver, haciendo dedo en la villa beduina...
Tranca total en la villa beduina...
Hombre apuntando al Sudeste...
Un dinar jordano... más caro que el euro...
Más allá de la queja, y para no ser muy injustos, se puede entender que este país que no tiene casi recursos, se agarre muy fuerte de la mano de esta maravilla mundial, para generar algo de dinero interno y mantener ocupada a la población. Aunque no por esto dejamos de pensar, que en Jordania por esa plata, se puede dormir diecisiete noches o comer durante un mes. La mayoría del turismo opta por enfocarlo con el típico pensamiento: “Bah... está bien, es una vez sola vez en la vida”.

Pero para nosotros era la segunda, y cincuenta dinares por una entrada no lo pagábamos aunque nos dijeran que adentro estaban Los Redondos armando el escenario con Roger Waters. Por este simple motivo nos vimos obligados a lanzarnos a la búsqueda de las opciones alternativas o los pasadizos secretos. Estábamos seguros que tremendo predio y tremenda ciudad debía tener s
í o sí tener cuatrocientas vías de acceso, por lo que  entonces... tampoco nos desesperamos demasiado...

Con la experiencia de que "si uno le da a las cosas el debido tiempo, se acomodan solas", nos fuimos a hacer una recorrida por los alrededores de Wadi Musa. Entre estas travesías debemos destacar: un pintoresco y más que amable pueblo beduino a unos diez kilómetros de Wadi Musa, lugar en el que fuimos muy bien atendidos, y nos introdujeron a las historias más sobresalientes del pasado Petrense. Recorrimos también la famosa “Little Petra”, que no es más que una Petra en miniatura, travesía que no le llega ni a los talones a la “ciudad rosada” original, pero que al menos sirve como anticipo del flash que uno se va a comer un poco más tarde...
 
Durante esta travesía conocimos a Kate y a su novio, del que nos interesa prescindir, ya que Kate era de esas mujeres que sin ser tan lindas, tenía la capacidad de hacerte enamorar en menos de siete minutos. Como si le faltara algo al tremendo desparrame de onda que hacía en cada movimiento, esta hermosura proveniente de Boston, cantaba en una banda de rock llamada Luddy Mussy, de la que dejamos el link por si a alguien le interesa escucharla y declararle su amor vía Facebook...

Kate escondida entre las rocas...
Kate además nos presentó a un jordano muy nativo de la zona; uno de esos llamativos seres que tienen un aspecto casi 100% gitano, que además de delinearse los ojos, suelen ser motivo de inspiración para más de una nacionalidad europea en busca de maridos, abarcando principalmente el siempre desesperado mercado escandinavo, que estén donde estén, se están bajando a algún lugareño y llevándoselo a vivir al frío blanco.
 
Este muchacho fue quien finalmente nos indicó uno de los tantos caminos alternativos para acceder a Petra, por lo que la mañana del día 29 de Marzo, me desperté un poco más joven que antes, y aunque Fede y Juli me habían preparado un desayuno descomunal, no me sentía del todo cómodo.  Sí señores, a pesar de mi desparramo de juventud y de un desayuno glotón y entrañable, no estaba conforme con el arreglo que habíamos hecho con el gitano, aunque las cartas ya estaban echadas y restaba probar.

En la batalla por entrar a Petra...
Como no está muerto quien pelea, decidimos jugarnos a más, por lo que regateando entre los tres, como si también fuéramos gitanos trashumantes, hasta quince segundos antes de emprender la travesía, logramos abonar un mucho más que complaciente 3x1, abaratando los costos a de la entrada a diecisiete euros por persona, pero agregando algunas incomodidades al periplo.
 
En principio el arreglo incluía un recorrido en caballo obligatorio por la montaña que rodea a Wadi Musa, que serviría  de "justificativo" por si en el camino nos encontrábamos con algún señor de seguridad... de forma tal que a la pregunta: “¿qué hacen ustedes por acá?”, podíamos responder: “nada, dando una vueltita a caballo”. Este plan entonces incluía rodear el perímetro de la entrada, dejar los caballos a nuestros guías, y hacer una jugada de dudoso consistencia que supestamente nos dejaría justito en el medio de Petra“Ok, fenómeno, dale que va”... hacia allí fuimos con los ojos vendados...

El primer inconveniente fue desayunarnos que a Federico le dan miedo los caballos, hecho que motivó que una cabalgata que tenía que dudar media hora, se estire a casi el doble. El segundo problema era que Julián es alérgico a los caballos, por lo que íbamos cargando una mega inyección en la mochila por si algo malo le pasaba. Ahora que lo escribo, no entiendo muy bien qué carajo hacíamos en tres caballos por las montañas de Wadi Musa... De esta primera parte de la travesía rescatamos el paisaje, lugar al que nunca hubiéramos accedido sino hubiéramos decidido la contrabandeada.

Estoy totalmente aterrorizado...
Este caballo pajero, paisaje tremendo de fondo...
En fin, así fue que una vez más mirando el vaso medio lleno llegamos al final del sendero y...: “Desde acá tienen que caminar solos... una, porque nosotros no podemos seguir con los caballos, y dos, porque desde acá ya nadie los va a encontrar...”. Culo lleno de preguntas es poco, pero como para no calcinar los ánimos decidimos acatar la orden con la premisa de: “si algo nos pasa o nos agarran antes de entrar, vamos en cana, pero esos cincuenta dinares los vamos a buscar”... “Todo bien, todo bien... no pasa nada”.
 
El pibe dio algunas instrucciones que ninguno de los tres llegó a entender del todo, motivo por el que nos perdimos otra hora más intentando encontrar el puto camino. Las infinitas puteadas que se robó de la imaginación el viento... fueron a parar nuevamente a un paisaje que aliviaba, curaba y descomprimía el alma... Una mezcla de montañas y valles al mejor estilo Petra que poco vale la pena intentar poner en palabras.
 
Finalmente lo logramos, y casi sin darnos cuentas terminamos mezclados entre turistas en uno de los puntos panorámicos de la maravillosa ciudad, en la cima de una montaña, desplegando cara de piedra a todas y cada una de las personas que nos habían visto contrabandear. Todos contentos, “que lindo, que lindo”, hasta que en algún momento decidimos descender hasta el sendero principal. Lo hicimos cada uno por su lado para no levantar sospechas, para luego de una media hora encontrarnos en la base, y muy lentamente y en voz muy baja, empezar a festejar.


Desde arriba de la montaña...
Petra en estado natural...
El festejo duró dos minutos, cuarenta y tres segundos, ya que armando los primeros mates al costado del camino, como Fito Páez, fue cuando apareció "Don Seguridad" a cagarnos bien el día. “Hola chicos, entradas por favor”. A pesar que por dentro estábamos puteando a los dos mil dioses del olimpo, a nadie se le inmutó ni medio gesto de culpables... como si nada, nos pusimos a buscas las inexistentes entradas en las pequeñas mochilas en las que sólo había frutas y agua. “Che, no las tengo, fíjate vos”, “Yo tampoco, fíjate ahí...”...”ah... ya sé lo que pasó, las tienen los chicos... señor seguridad... y los chicos están por algún lado, pero no tenemos idea donde...”.

"Don seguridad" no nos creía nada de nada, pero como parecíamos habernos tomado cinco valium de la cara de póquer que manejábamos, se empezó a desorientar. Le ofrecimos mate y no cedía, le preguntamos por su familia y tampoco, le hablamos de Maradona, menos. “Pero la reconcha de mi abuela en tangas... ¿Cómo hacemos con este enano?...”.
 
La gente pasaba por los costados y curiosaba todo lo que podía por la situación que se había armado. Hacían gestos de “que mal chicos, eso no se hace”... Entonces salimos a la cancha nuevamente y le dijimos a gorrita linda, “hagamos una cosa, nosotros te dejamos un pasaporte y nos vamos a buscar a los chicos... más que nada para no perder el día que hoy es mi cumple... Antes de irnos te pasamos a buscar, te mostramos las entradas y todo manso, ¿dale?”...

De contrabando en el famoso Treasury...
Todavía no sé cómo logramos que diga que sí, pero efectivamente lo logramos... y aunque la aventura recién empezaba, por lo menos no nos estaban metiendo en cana y haciendo pagar una multa "del doble del costo", como bien reflejaba un cartelito de reprimenda en la entrada principal de la famosa ciudad nabatea.
 
De ahí en más todo fue un quilombo, pero como nosotros defendemos los quilombos enfáticamente, salimos a hacernos cargos de éste, mientras recorríamos las entrañas de esta maravillosa maravilla mundial; y sucedían cosas como “mirá que lindo esoooo... está buenísimo...”, a lo que seguía: “che disculpa... Mirá, nosotros tenemos un problema, se nos perdieron las entradas y el de seguridad justo nos las vino a pedir... ¿No tenés una que te sobre ahí para mostrarle?... o no sé... dame la tuya ahora te la traigo...”... A cualquiera que pase, muy descaradamente, casi sin pudor.
 
Viaje por África de caravana medieval...
Es que más vergüenza nos daba declararnos contrabandistas, y así fue que nos hicimos más amigos adentro de Petra que en toda la visita a Jordania. Tuvimos la suerte de encontrarnos con Kate y su novio, quienes fueron los primeros en regalarnos sus entradas... hasta que cuando ya casi estaba sonando la alarma de nuestro deadline, conocimos a un español, que por esas cosas de la vida se había encontrado una en el piso... y también nos las regaló.

Cabe aclarar que en Petra las entradas se entregan con los nombres impresos, de modo que automáticamente nos mudamos de identidad y nos fuimos a poner la jeta y aferrarnos al cemento hasta la muerte. Creo que por esa convicción, cuando seguridad vio las entradas, entendió que iba a perder el tiempo si nos pedía el resto de los pasaportes, por lo que se limitó a mirarnos con cara de culo, pero nos devolvió el pasaporte retenido y nos dejó irnos sin chistar. Nunca terminé de darme cuenta si el tipo tenía un corazón enorme o qué, pero fuere lo que fuere terminamos excusados, y más allá de ciertos nervios que angustiaron levemente la jornada, nos metimos a Petra bajo el brazo y nos mandamos a mudar...

Caminando hacia la entrada conocimos un Argento – Español al que terminamos apodando “Liarcu”. Un prototipo de sexópata al que no le importaba nada de nada, y que nos hizo pasar algunos momentos tan graciosos y divertidos, como también vergonzosos e incómodos dentro del hostal. Muy probablemente, u
no de los personajes más graciosos de este recorrido por medio oriente...

"Liarcu" tirando beso... como de costumbre...
La última noche la pasamos mirando las películas de Indiana Jones que se proyectan en cine continuado en la televisión del hostal... rememorando en sus imágenes la hermosura de Petra, de la que no hago mayores descripciones en el post, porque en definitva es un lugar al que para entenderlo hay que ir... Los dejamos con varias imágenes de lo más relevante y gracias por haber llegado hasta acá en la lectura... Un abrazo y hasta la próxima, cuando nos movilicemos a la capital de Jordania: Amman... Salud...

Fede perdido en el tiempo...
Relatos de Jordania (Viaje por Asia 1.0 - Capítulos del 134 al 138)

Relatos de Jordania (Viaje por Asia 1.0 - Capítulos del 134 al 138)

24 ene 2012
Israel y Palestina. Un documental desde otra perspectiva. Heart Beat, Mitzva Ramon (Segunda parte)…

Israel y Palestina. Un documental desde otra perspectiva. Heart Beat, Mitzva Ramon (Segunda parte)…

Mucho, demasiado, una cantidad de montonazo abrumadora...
Si tuviste una noche medio inquieta por tanto que resta hacer, y si además de eso, pasaste un poco de frío porque la bolsa de dormir no fue suficiente abrigo, entonces despertate, saltá de la cama y dejá que los rayos del sol guíen tus pasos hacia una de las vistas más impresionantes del desierto del Negev. En el acantilado que da a la inmensidad, es el lugar donde se puede encontrar calor y redención...

Nosotros en vez de bufarrear tan abruptamente, nos fuimos derecho al comedor comunitario, donde para calentarnos encontramos infusiones de todo tipo, pan casero, y una gran variedad de complementos nutritivos tales como frutas, cereales, mermeladas, manteca y el típico humus. Ahí le dimos rienda suelta a nuestros estómagos, porque sabíamos que se venía un día de muchas actividades y de entrevistas locas. A esta altura no nos importaba cuánto tuviéramos que trabajar, sino cuánto deberíamos escuchar, incorporar, procesar y pensar.

La cámara se había levantado con nosotros, y nunca más se apagaría hasta el día domingo. Mientras escuchábamos las primeras directivas de la boca de Aaron (las cuales eran prolijamente traducidas al árabe por Tamer), armábamos nuestro propio cronograma de actividades que sí o sí deberíamos producir y registrar. Realizamos además una exhaustiva lista de entrevistas que aglutinaban a las personas que considerábamos más carismáticas de ambos lados de la historia, y sin muchos más preámbulos, nos lanzamos a mezclar trabajo con placer de una manera totalmente impúdica y desvergonzada.

Guitarra, charango y cámara...
Gemelos palestinos raperos y Fede trabajando...
Heart Beat haciendo lo que más sabe...
El primer trabajo consistió en ver como hacíamos para multiplicarnos, ya que con sólo tres personas, lo propuesto parecía utópico. El segundo, fue introducir a cada uno de los integrantes de Heart Beat a la cámara, cosa que parece fácil, pero que siempre produce cierta inhibición y reticencia. El tercero, encontrar los mejores escenarios y situaciones como para que las cosas queden bien enmarcaditas. Luego de esto, resolver asuntos de sonido, anular un viento que se encargaba de arruinar constantemente todo, y conseguir que las personas no se nos congelen mientras realizábamos las entrevistas. Por último, ver como resolveríamos el tema de la ensalada de idiomas, cómo realizaríamos las preguntas sin herir susceptibilidades, y cómo nos aseguraríamos de lograr respuestas interesantes y coherentes con la temática y el enfoque del documental. Les puedo asegurar que para tres días de rodaje, esto era una ecuación de tercer grado.

Pero aunque parecía sumamente difícil de resolver, teníamos algunos factores a favor. El primero era la predisposición de cada uno de los chicos y de cada uno de los adultos de Heart Beat. El segundo era la alegría que reinaba en el ambiente, lo cual siempre hace las cosas mucho más fáciles, y por último, la notoria necesidad de todas las partes de expresarse sobre asuntos que tiñen su realidad diaria.
La cúpula mayor del proyecto explicando operativas a seguir...
Toco lo que quieras...
Si algo une además a los integrantes de Heart Beat aparte de la música, es la convicción y la creencia de que a través de ella, se puede demostrar que la paz y la convivencia entre Israel y Palestina son posibles, y la cámara entonces se insertaba directamente en el corazón de ese deseo para amplificar estas voces que necesitan sí o sí, ser escuchadas. Las primeras entrevistas costaron un poco, pero luego de las dos primeras, todos se notaban mucho más interesados, y para el tercero o cuarto, ya teníamos a toda la troop esperando su turno y con una excitada predisposición.

Así el trabajo se hizo un poco más liviano y relajado, y a su vez, se intensificó inmerso en un contexto inundado por una vasta gama de instrumentos que no paraban de armonizar notas, acordes y sonidos extravagantes desde todos los costados. Mientras nosotros entonces nos dedicábamos a tratar de retratar el cuadro de trabajo y de opiniones, el equipo de Heart Beat se dedicaba a hacer lo que más sabe: producir música.

Fogón imaginario...
Trabajando y disfrutando...
Haciendo tomas del desierto del Negev...
Rap palestino en el desierto...

Las jornadas fueron intensas para todas las personas implicadas en este embrollo, y todos a su vez, tuvieron que dar lo máximo de sí para llevar las cosas a buen puerto. Para los chicos resultaba difícil el hecho de seguir instrucciones de lo más experimentados, quienes les enseñaban que no alcanza con ser virtuoso para ser buen músico, y con esta premisa, sumergían sus ganas de “zapar” y sacaban a flote ejercicios más metódicos de trabajo en conjunto que eran los que más ajustaban sus gestos.

Para compensar la rigidez de todo este taller diurno, todas las noches se daba rienda suelta al delirio y a la ocurrencia, y en términos humanos, esos eran los momentos de gran comunión y de desfachatez, donde cada uno hacía, tocaba y cantaba lo que más le gustaba. 

Así es que una de estas noches se armó un lindo fogón, en donde se vieron mezclas de los estilos y de los instrumentos más llamativos. Violines que guiaban raps, charangos que escupían rock, tambores, pianitos, guitarras eléctricas, cornetas, pitos y matrakas.

Todos juntos, todos sonando sin parar. Una gran dosis de covers muy conocidos que se cantaban al unísono, recetas mágicas que mantenían todas las sonrisas activas y mil intercambios de miradas que reforzaban la pasión que se expresaba en cada nota. Una comunión de músicos israelitas y palestinos aglutinados alrededor del fuego, disfrutando de la vida como si nada pasara, realmente olvidando las diferencias, y entendiendo y demostrando que la violencia, definitivamente no es el camino.

Fogón demasiado real...
Musicalizando todo... hasta la comida...
Quilombo emocional 10.0...
Para nosotros significó vivenciarlo, que aunque sea parecido, nunca es lo mismo que leerlo o escucharlo. La experiencia siempre da ese touch que complementa y cierra los conceptos y el conocimiento, y hasta me atrevería a decir que es el hecho excluyente que definitivamente los incorpora. Nos sentimos felices de sentir lo que ellos sentían, de ser observadores y a la vez parte, y de llevarnos de todo eso la esperanza de que las cosas que parecen más imposibles, aún cuentan con una posibilidad.

Una de estas noches, vino a participar y a dar una charla, otro músico que estuvo largo tiempo implicado desde el mismo ángulo en la lucha por la paz, Mark Smulian. Mark dio un pequeño taller de música por el lapso de dos horas, y completó con el apoyo y los consejos de la experiencia.  Un tipo de unos cincuenta y cinco años de edad, acompañado por su mujer, ambos portadores de conocimientos profundos y de los lineamientos históricos del conflicto. Por momentos cansados y desesperanzados, y principalmente preocupados por “la irresoluble situación de la estupidez humana”.

Mark desparramando experiencia...
Heart Beat haciendo un tremendo esfuerzo por escuchar...
Así fue que llegó el domingo, y con él, la ansiedad de todo el equipo de ver cual era el resultado final de este encuentro. Nosotros seguíamos enloquecidos tratando de no perdernos nada, intentando completar las entrevistas, peleando con un reloj que no descansaba. Los chicos pulían sus trabajos, chequeaban alternativas, cambiaban instrumentos. Los grandes organizaban las últimas actividades de la jornada, y así, fue llegando el momento más emotivo.

Antes de todo esto, Aaron tenía planeada una caminata por la ladera del cañón que da a la más hermosa de las imágenes del desierto, y para esto, en un momento pidió la pausa de toda actividad, y todos los que estábamos allí, nos lanzamos conjuntamente a ese momento de relajación. Aaron manejó todos los tiempos, guiando una caminata cuyo objetivo no era solamente admirar el paisaje, sino que sirvió también, para dar lugar a una charla conjunta y sincera sobre las sensaciones que cada uno de los integrantes había obtenido de la experiencia.

Heart Beat haciendo un tremendo esfuerzo por escuchar...
El desierto del Negev invadido de Heart Beat...
Fede siempre a la cabeza con la cámara...
Una foto eterna...
Nos sentamos en círculo con vistas al vacío, y de a poco, empezaron a resonar toda una gama de emocionantes declaraciones que se hacían los unos a los otros. Aaron aprovechó el momento para reafirmar los valores y las consignas del proyecto, y se aseguró de dejar bien en claro porque y para que existe Heart Beat. Fue un momento de comunión eterna, de la que fue testigo la sórdida inmensidad del desierto.

Volvimos para almorzar, y luego de recargar energías, sólo restó enchufar los amplificadores y dar la puntada final a uno de los fines de semanas más lindos del viaje. La paz, la belleza y la armonía, empezaron a demostrarnos su existencia. Compases, sonidos y comuniones extrasensoriales que trascendieron el lenguaje musical, el lenguaje corporal y el lenguaje gutural. Formas espirituales que atravesaron las paredes de la necedad y que llenaron un infinito desierto de esperanza y redención... de alegría... de ilusión... solamente de sensaciones lindas... Estética pura del valor, de la lucha y de la unión... y canciones que pedían, que gritaban y que reflejaban lo bello de albergar una esperanza...

El desierto del NegevMitzva RamonIsrael...
Aaron agradeciendo a esta humilde troop...
Aaron y Fede... dos potencias...
Que no termine nunca...
Heart Beat en toda su expresión...
Nosotros tuvimos la suerte de estar ahí, de presenciarlo, y hoy, de poder relatarlo... Vale la pena pedalear sin rumbo... Definitivamente vale la pena... Tenemos que tirar el corazón por la ventana para decir gracias a esta gente linda de Israel y Palestina, gracias Heart Beat, gracias por todo lo que nos regalaron y gracias por todo lo que nos cuidaron. Seguiremos apoyando este proyecto de la forma que podamos, y le pedimos a ustedes que están del otro lado, que colaboren y lo difundan. Vale la pena seguir luchando por la paz...

Para finalizar: gracias Israel y Palestina, gracias a un nuevo país que nos llenó de conocimientos, que nos despejó miles de dudas, pero que por sobre todo se abrió constantemente de la mejor de las formas. Ahorremos los detalles, chequeemos las esencias, y tratemos de una vez por todas en este mundo, de volver a recobrar la forma humana. Empecemos a pedir respeto y recobremos de a poco la dignidad perdida. Intentemos entre todos parar los intereses que dominan no sólo esta parte de la tierra, sino todo el mundo. Después de ver todo esto, seguimos convencidos que se puede.

Hasta pronto... Nos vamos yendo a la frontera de Jordania nuevamente, pero esta vez, con otro documental abajo del abrazo. Aplausos para el incansable Federico Marcello que dirigió impecablemente... Nos vamos a pelotudear... Saludos...

Agradecimiento especial a Nihad Awidat, que nos facilió la mayoría de las fotos que ven en este post y el anterior.

Y la banda siguió tocando para el más pequeño del grupo...
19 ene 2012
Israel y Palestina. Un documental desde otra perspectiva. Heart Beat, Mitzva Ramon (Primera parte)...

Israel y Palestina. Un documental desde otra perspectiva. Heart Beat, Mitzva Ramon (Primera parte)...

Heart Beat... Calentando motores...
Y yo que no le ponía ninguna ficha a ésta última parte del documental. Todo me parecía tan en el aire que hasta estuve dudando si no irme a una fiesta semi galáctica, a la que por cierto estaba asistiendo medio Israel. Por suerte no tomé el rumbo equivocado, y en vez de ir a lo seguro, acepté arriesgar. Escalera real de corazones fue lo que me mostraron y me dejaron todo el tiempo delante, para que reflexione y no se me dé nuevamente por querer cambiar fiestitas pasajeras por sentimientos permanentes.

Combinando el bondi en Beer Sheeva...
A Mitzva Ramon llegamos luego de una escala en una ciudad llamada Beer Sheva, lugar donde muchos trajes de colores y disfraces de lo más llamativos, anunciaban que se iba a celebrar una fiesta rutilante en algún rincón del desierto del Negev. Aguanté la tentación, y seguí a Fede y al nonae sin chistar al abordaje de otro colectivo que nos abandonaría, en medio de una lluvia torrencial, en las inmediaciones de uno de los paisajes más lindos que vi en mi vida. Precisamente allí era donde se iba a celebrar un encuentro de músicos palestinos e israelitas, quienes son los que componen el proyecto que nos interesaba registrar: Heart Beat.

Las coordenadas del evento nos la había dado Aaron (el comandante en jefe de esta banda de chicos de hasta veinte años), quien aún era totalmente desconocido para nosotros, pero con el que habíamos generado una fluida relación telefónica. Llamadito va, mail viene, nada muy claro, pero vengan, son bienvenidos a registrar lo que quieran.

Apenas descendidos en este lugar totalmente desconocido, tuvimos que, debido a una fuerte lluvia, correr a acovacharnos en una estación de servicios que era lo único que parecía albergar algún tipo de vida en muchos kilómetros a la redonda. Allí recorrimos mails, papelitos y cosas agendadas, hasta que logramos encontrar el número de teléfono del hostal donde se iba a realizar el encuentro. Llamamos y sorprendentemente los dueños del lugar nos dijeron que mandaban una de sus camionetas a recogernos. Ese rescate fue una especie de muestra gratis de lo estaba por venir.

Fuimos los primeros, pero para nuestra tranquilidad, el dueño y anfitrión nos confirmó que en pocos minutos más empezaría a llegar el resto. Nos convidó café, vino de elaboración propia, y nos sirvió un par de entremeces como para recuperar un poco de energía. Afuera hacía muchísimo frío, pero si algo sabía hacer en su vida este señor, era agregarle a todo un poco de ese más que necesario "calor de hogar".

Al calor del hogar, hambre y frío apaleados...
Pasaron los minutos, y luego de la segunda taza de café, empezaron a arribar los integrantes de Heart Beat, y así fue que tuvimos el enorme e inigualable placer de concoer cara a cara al "manager" del proyecto: Aaron Shneyer. Lo primero y más importante para nosotros era charlar con él los pormenores de nuestra estadía, ya que aún no sabíamos dónde íbamos a dormir, ni qué íbamos a comer. 

La pregunta casi estuvo de más, y con la enorme humanidad y predisposición que Aaron iba a desplegar durante todo el fin de semana, nos dijo que teníamos listas las camas y un lugar en la mesa comunitaria, asignados para toda la estadía. “Che, si todos son tan fenómenos como vos, puede que este fin de semana sea un evento memorable... Gracias”.

Va llegando gente al baile...
Y la palabra fenómenos nos queda un poco chica... Y debemos decir que la jovialidad, la buena onda y las ganas que se veían en cada uno de las personas que iban arribando, alimentaba y le daba forma a un círculo sólido y compacto, al que la música puliría y decoraría con un brillo distintivo, que además, serviría de canal para hacer trascender un mensaje de paz y de entendimiento mutuo, en el que nos dieron la posibilidad de integrarnos y de sentirnos parte.

Por otro lado, quienes componían este batallón musical, no eran un par de pibes que tocaban la guitarrita, sino uno irrespetuosos totales de todo tipo de instrumentos, que no podían parar de hacer uso, abuso y ostentación de sus virtudes y desparramarlas a los cuatro puntos cardinales. Todos tocaban todo, y aunque tenían bien definidos los roles y sus instrumentos cabeceras, resultaba una imagen común ver que alguien dejara de tocar la batería, para luego agarrar una trompeta y terminar tocando el violín. Un atentado a los sentidos y una energía que a veces sólo la música es capaz de producir.

Yo, que tengo el oído más atrofiado e inútil de la historia, no podía acreditar lo que estaba viendo y mucho menos escuchando. Juli que es baterista, hace percusión y toca tibiamente la guitarra, no podía parar de babearse con tanto instrumento dando vuelta, y Fede, que todavía sigue escuchando el primer disco de babasónicos, pensaba que se estaba gestando una revolución.


Rapeando a lo palestino...
Fede perdiendo el entendimiento...
La cámara estuvo encendida desde el minuto cero, y haciendo malabarismos para intentar lograr un registro ordenado de todos los eventos, nos fuimos metiendo en la vida de un grupo que no opuso la menor resistencia, y que también desde el minuto cero, nos integró en un fin de semana para el eterno recuerdo.

Una vez que Aaron logró ordenar tanta emoción y excitación acumulada, comenzó una presentación formal de cada uno de los participantes. Luego, se delinearon los objetivos del fin de semana, que consistían en la formación de tres o cuatro grupos que trabajarían con un coordinador en la composición de canciones para un concierto en vivo durante el Domingo, cuando todo el mundo se resistiera rotundamente a que como todo, esto también tuviese un final.

Luego del evento formal de las presentaciones, se convocó a un esfuerzo grupal para organizar la mesa  para la cena, ayudar a servir, y lavar y acondicionar todo. Nosotros ocupamos los roles que voluntariamente nadie quería ocupar, ya que con tanta hospitalidad y tanta invitación e integración, nos sentíamos en deuda antes de empezar.

La mesa comunitaria, un recuerdo insondable...
Nos sentamos a la mesa y nos encontramos con varios de los platos más característicos de Israel y Palestina, nos llenamos la panza de una manera impúdica, y empezamos a disfrutar la espontaneidad de estos adolescentes con exceso de energía, que no hicieron más que ponerle notas musicales a todos los eventos que de aquí en más acontecieran.

En esta primer noche y apenas terminamos de acondicionar el salón comunitario, Aaron, atento a la necesidad de evacuar ruido que el 100% de los presentes acumulaban, anunció que habría una presentación formal musical y que tendría lugar en una carpa que se armaría en algo así como dos minutos, donde cada uno se iría integrando en una especie de Jam Session, que significó el puntapié inicial de este encuentro musical de alta calidad.

Heart Beat afinando...
Nos movilizamos en masa rápidamente y así fue como el hi hat marcó un, do, tre, cua, y en un parpadeo, un desierto que ostentaba un silencio demasiado pernicioso, fue inundado de corazón, de ritmo y de virtud musical. En el medio de la sesión arribaron los últimos desaforados que faltaban... Los chicos de Golan Heights entraron a la carpa desparramando una infinita cantidad de onda... que sirvió para cerrar y ponerle el moño a un grupo que ahora sí estaba listo para mostrarle al mundo que cuando hay voluntad, entendimiento y un objetivo en común, las cosas que parecen más imposibles, se pueden alcanzar...

Bienvenidos a este proyecto lleno de ritmo y corazón... Heart beat empezaba a hablar, y si para algo estábamos nosotros acá, era para ayudar a amplificar... Hasta el segundo episodio y muchas gracias por leer... ¡Hasta la próxima!

El interés y la colaboración que cada uno pueda hacer en este proyecto es una suma y una ayuda a una causa de paz y de difusión de los valores y necesidades más básicos del mundo. Respeto, entendimiento, trabajo en conjunto y amor.
Heart Beat... Música en medio del desierto...
Aaron tirando las primeras instrucciones...
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