22 dic 2009

Jeffrey´s Bay, paraíso surfero y el living del amor...

Postal de Jeffrey's Bay......
¡Mierda! ¡Esta joda que no se nos quita!...
Decidimos arrancar nuevamente hacia nuestra siguiente parada playera, un pueblo surfero que se caracteriza por tener olas gigantes en forma de tubo y otras explicaciones que se las pueden preguntar a cualquier surfer amigo. Sin lugar a dudas es el mejor destino para este deporte en Sudáfrica y uno de los más importantes del mundo. (en Jeffreys Bay se celebró un campeonato mundial hace unos quince años).

Pero lo importante no son los surfers, ni los pelos rubios, ni las miles de tablas que se pueden ver desde la costa, lo más importante es que por apenas unos muy pocos rands, un grupo de enajenados como nosotros puede tener su propia casa con muchos cuartos justo enfrente de la playa. Si a eso le sumamos que nuestras amigas germanas estaban alojadas por casualidad en el mismo sitio y que no sabemos cómo, metimos a una española con sus correspondientes bolsos en nuestro auto, nos da por resultado un Gran Hermano muchísimo más bizarro que el televisivo.

Para agregarle más color a este pueblo ventoso, soleado y sumamente adinerado, apareció Dartagnan, el encargado y anfitrión del lugar. "Darta" tenía una familia, todos con la misma exacta cara que él. En un momento dudamos si no sería la misma persona que se había vuelto loca y aparecía vestida de diferentes formas, dando rienda suelta a su esquizofrenia; pero al segundo nos dimos cuenta que la persona que elucubró semejante teoría estaba bajo severos efectos psicotrópicos. Es importante mencionar lo llamativa que resultaba la operación de busto que se había hecho la que se declaraba ser su esposa.

La famosa casa del Gran Hermano sudafricano...
Bueno, en fin, sólo nos restó hornear un bizcochuelo de chocolate algún domingo a la tarde. La casa se terminó transformando en una especie de luna de miel. Se veían rostros cómplices, felices y ciertamente desorbitados. Hubieron algunos momentos de trabajo bastante relajados, que eran interrumpidos abruptamente por recreos y música al palo que transformaban la casa en un boliche. Hubo una importante fuga de cerebros en uno de los integrantes del grupo que duró aproximadamente 24 horas. A nuestro joven maravilla no le entraba más felicidad en el ser. La teoría es que las endorfinas del amor lo inutilizaron. Da lo mismo. Hicieron falta unas cuantas horas para que pudiera responder simples preguntas como "¿Qué hora es?" o "¿Tenés hambre?".

La hora de la cena...
Panorámica de la vagancia...
Alguna noche, ya habiendo terminado con la parte laborable, decidimos trasladar la alegría y el baile a uno de los tantos pubs que había en la zona. La sorpresa nos la llevamos cuando vimos que en todos los lugares abiertos, estaban pasando un partido de la selección Sudafricana de Rugby. El clima era exactamente igual a cualquier bar porteño un domingo por la tarde con el fútbol. Banderas, gente nerviosa, mucho grito y completa atención a la pantalla.

Tuvimos que esperar que terminara el encuentro para ver si pasaba algo más. Pasaba muy poco, pero el espíritu de jolgorio de la manada se abrió paso entre la nada, y en tiempo récord logró armar una pista de baile. Hasta gente haciendo trencito había. Se unieron a la fiesta: un quemado que bailaba en modo TILT, un par de rubias que vaya uno a saber en qué país las producen, y mucha gente jugando al pool mostrando la mitad de la raya de la cola. Los personajes se renovaban y como siempre empeoraban, o desde otra óptica, mejoraban conforme pasaba la noche.

Durante estos días de tremenda confusión y enajenamiento conseguimos conocer tres o cuatro de los pueblos que circundaban Jeffreys Bay, con el objetivo de conseguir una locación para filmar nuestro video clip, pero lamentablemente ninguno cubría las expectativas del equipo, y para peor, uno de nuestros integrantes debía volver a Buenos Aires a controlar la edición de otro de nuestros proyectos, por lo que el equipo local en el próximo pueblo quedaría rengo. Como pueden ver, las cosas nunca terminan de ser perfectas, y siempre tienen su lado difícil, molesto y doloroso.

Antes de la partida de nuestro cuarto integrante, decidimos que pasaríamos los últimos días en Port Elizabeth, donde nos espera uno de los Parques Nacionales de elefantes más importantes de Sudáfrica, y el fin de la Ruta Jardín y por ende de la Sudáfrica “blanca”. Anárquicos, algo tristes, excitados, y totalmente desenfocados, los dejamos nuevamente hasta la próxima aventura, en la que seguiremos tratando de mezclar trabajo, amor, locura, estados de ánimo, y la búsqueda de equilibrio para el bagaje de emociones que nos desbordan sin cesar. ¡Salud!

Jeffrey's Bay desde el living...
Todas las calles desembocan al mar... surferos a la vista...
Retomando la ruta...

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