14 dic 2010

Mwanza, el lago Victoria y la mansión de Trine...

Mwanza y su rústica belleza...
Llegar a Mwanza y particularmente a la casa de Trine, automáticamente invita a un relajo sin precedentes y a una vagancia extrema. Recién llegados a la casa, lo primero que hizo nuestra anfitriona fue mostrarnos los cuartos... mientras se nos caía la baba y nos la limpiábamos a escondidas, le decíamos en nuestro inglés sudaka: “yes, it's more than enough, don't worry, we will be fine”.

Los cuartos eran todos con baño en suite, cada uno el triple de grande de las pocilgas en las que veníamos acostumbrados a dormir los últimos tiempos, y como si fuera poco, con agua caliente, cosa que directamente nos habíamos olvidado que existía. Juan se dió media vuelta y esbozó en español cerrado: “vacaciones”.

Suite nupcial...
Las cartas estaban echadas. A partir de ahora, moverse del sillón y de la cama, debería estar motivado o por urgencias físicas, o extremas necesidades de continuidad del viaje que se pueden resumir en: cómo aproximarnos a Uganda, qué ruta tomar, y cómo íbamos a hacer para no pagar la visa. Todo lo demás fue postergado hasta nuevo aviso. Nos abocamos a seleccionar los libros que leeríamos, las series que miraríamos, y a confeccionar una lista de supermercado que nos habilitara a no salir de la casa por lo menos por un par de días.

A Trine la fuimos conociendo muy rápidamente ya que era bastante inquieta y le muchísimo gustaba hablar. Con todo esto, era la única capaz de generar alguna propuesta para sacarnos de nuestra rutinaria rutina de nada. Trine además es una persona muy relajada y abierta. Diría que no le hubiera importado si corríamos todo y armábamos una fiesta... De todas maneras con el cansancio que teníamos, no llegábamos a colgar ni la primera guirnalda.


Gracias Trine... de corazón...
A veces se le soltaba una tuerca de repente y echaba risas sin razón y super exageradas, hechos que en conjunto terminamos adjudicando a su norueguez. Había llegado desde el frío país nórdico a trabajar en un banco de sangre. Era notorio que se sentía muy sola, aunque no sin razón, ya que batallar Mwanza "alone" supone una gran energía y una muy escueta comunicación con sus habitantes, que como hablan swahili y no practican mucho el inglés, lo único que hacen es mirarte como si fueras un extraterreste jodido, sin parar, sin pestañear, y a cada paso... y aunque te vean todos los días de su vida.

La gran pregunta que me hago desde que llegué a
África: "¿porqué esta gente se sigue sorprendiendo de ver blancos, si los ven todos los días, e incluso conviven con ellos?" ¿Porqué les seguimos pareciendo tan mutantes y extraterrestes? ¿De qué se ríen cuando te ven? ¿Porqué les parece tan gracioso que vayas a comprar algo, o mirarte comer? Todas preguntas a las que todavía no les encontré respuestas convincentes, y no creo que se las vaya a encontrar. Lo más razonables es que, como lo chinos, sepan algo que nosotros no sabemos...

Joyas arquitectónicas...
Las típicas formaciones rocosas del Lago Victoria...
Mwanza es una ciudad perfecta para no hacer nada porque tampoco tiene tanto para ofrecer. Su única virtud reside en estar al borde del lago Victoria, en donde resaltan unas muy llamativas formaciones rocosas, que también se encuentran por algunas esquinas de la ciudad. Son grandes masas de piedras de raras formaciones asimétricas e insertas en medio de casas, en el borde del agua, o en las mismas montañas que rodean la ciudad.

Los mayores atractivos turísticos de Mwanza se encuentran en su mayoría fuera de Mwanza, o en algunas islitas adentro del Lago Victoria que albergan pequeños parques naturales que hacen de las delicias de los pocos turistas que se aventuran por esta parte de Tanzania.


Eligiendo la cena...
La cena propiamente dicha...
Nuestra relación con la ciudad se resumío en largas visitas a los mercados para comprar nuestras verduras, hacer matar algún pollo, o babearnos con un poquito de carne. Como no pensábamos realizar actividades y no estábamos pagando sucuchos mugrientos, nos pudimos permitir subir un poquito de peso con desayunos ricos y sustanciosos, y hasta tomar un vino y algunas cervezas de noche.

Transportando cañas de azúcar...
Por supuesto que hicimos la caminata obligada a la vera de lago, pasamos por el puerto, charlamos con un millón de personas, y fuimos una tarde a una pileta que nos invitaron quien sabe quién y porqué. Participamos del final del Ramadán cenando al frente de una mezquita, e hicimos largas caminatas nocturnas para aceitar las articulaciones que de día dormían la mona por vagancia; y porque además, de noche resulta ser mucho más agradable, fresco y cambalachero para pasear. Muchas calles están iluminadas con velas y se puede ver a la gente vendiendo de todo... aún a altas horas.

Mezquitalandia...
Esa mezcla africana...
Puertas adentro cada uno demostró sus habilidades en la cocina, ya que hacía un montón que no teníamos una que no sea a nafta y que duré más de quince minutos prendida. Le usamos a Trine todo el aceite de oliva, que también nos habíamos olvidado que existía; comimos huevo, tomamos mucho mate, y nos la pasamos matando mosquitos gigantes que nos succionaban la sangre... únicos seres capaces de irritarnos y de hacernos mover del sillón o de la cama.

A la noche se desataban largas guerras mundiales para eliminarlos a todos, y así, las paredes iban quedando manchadas de nuestra propia sangre, que luego de ser robada insistente e impúdicamente, nos encargábamos de ajusticiar. Hay que agregar que Mwanza tiene altos índices de malaria, lo que en cierta forma justifica y acentúa un poco más, la agresividad contra este maldito bicho impune.

Mwanza es en gran parte aburrido como este post, pero gracias a eso nos permitimos ahorrar energías que ciertamente íbamos a necesitar, y sentados en los sillones, pasamos nuestras noches con Trine en charlas que sucumbían en su mayoría en la nada, hablando de a ratos, y de a ratos, prefiriendo callar.


¿Hay joda hoy?...
Logramos poner al día algunas cosas y organizar nuestra partida hacia Uganda, el próximo país que se atravesaría en nuestro camino. Con más de cuarenta y cinco días en Tanzania, pusimos en marcha nuestras espectativas nuevamente, y empezábamos a decirle chau a un lugar del que nos llevamos alguna que otra bronca, pero también un vagón de cosas buenas, lleno de experiencias y de vivencias que serán definitivamente imposibles de olvidar.

Vaya el saludo para todos los que nos dieron una mano al paso y para Trine, nuestra primera couchsurfera que nos atendió como reyes, apareciendo en el momento justo, con el relajo justo y con su perfecta locura jovial... ¡Salud!

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