20 dic 2010

Kampala, sacrificio y rock and roll....

Kampala, la maravillosa capital de Uganda...
Una vez que terminamos la buena obra del viaje en el Lago Nkuruba, y dejamos listo el letrero para el hostal del padre Bosco, cargamos las mochilas nuevamente al hombro y emprendimos lo que parecía iba a ser un largo camino hacia Kampala, la capital del Uganda.

Estábamos algo ansiosos por ver un poco de civilización y por tomarnos aunque sea una cervecita, disfrutar del movimiento citadino e intentar darnos algún gustito en la comida, ya que nuestra dieta había sido reducida a matoke (banana echa puré), frijoles, y una cosa muy parecida a la yuca, pero un poco más grande, llamada kasaba (que no tiene gusto).

Nos despedimos de nuestros anfitriones, de algunos de los chicos del orfanato, y salimos a la ruta a ver qué nos deparaba esta vez el destino. Nos llevó un largo rato llegar a Fort Portal, la ciudad donde se unen las rutas, y lugar dónde esperábamos encontrar a alguien que nos llevará directamente hacia Kampala. Una pretensión basada en dos motivos: la ruta es en línea recta, todo derechito... y porque cada día nos ponemos un poco más vagos, y por ende, exigentes.

Y daaaleeee....
Y así fue que, como por arte de magia, nuestros deseos se hicieron realidad, y a los quince minutos de estar parados con el dedito al viento, paró una Vitara con dos pibas adentro. Obviamente lindas no eran, porque eso sólo pasa en las películas y a gente como Brad Pitt o Jhonny Deep, y no a tres piojosos como nosotros. Pero tenían toda la onda y vivían en Kampala, así que reposamos nuestros empalidecidos cuerpos en la parte trasera, charlamos un rato, y nos pusimos a roncar.

Cuando nos despertamos ya estábamos entrando a la ciudad. Las pibas nos llevaron directamente a un backpacker bastante piola, en una zona accesible, y donde además podíamos poner la carpa y utilizar una refrescante pileta... "joya locas, vengan que las invitamos una birra..." Vinieron (por desgracia)... y quedamos en salir... dándonos cuenta que no hay bien que por mal no venga. Tuve esos presentimientos malos, se olía en el aire, pero bueno, tocaba sacrificar un rato y ver.

Mono amor...
Respetando la máxima que exige a quien está en el baile bailar, del hostal pasamos a un boliche de música latina (saludos a su dueña, la cubana más linda de todas), y ya en compañía también de una Etiope que estaba recontra loca, empezó la cuenta regresiva... tekila, cerveza, sacrificio y rock and roll... y... corte a: la  imagen poco feliz de tres pibes caminando a las diez de la mañana perdidos por Kampala, con un sol aniquilándoles la nuca, al ritmo de una de las preguntas más famosas y repetidas after party: ¿porqué?...

La noche y todo en ella es sinceramente irreproducible por estos medios, pero no por los motivos cochinos que se imaginan, sino por los avatares del destino... en fin... tenía que mínimamente revelar el rock cochino, porque sino me estaría saltando uno de los estigmas de nuestras aventuras en esta hermosa capital.

Un árbol distinto...
Nos tomamos una pastilla para el olvido y nos fuimos a meternos en la pile... Kampala nos había recibido con ese lúgubre matiz de la diversión olvidable, muy olvidable, pero le sacamos pecho a pura risa, y nos deleitamos recordando algunas de las más patéticas imágenes del viaje... nos volvimos a mezclar entre la gente, tratando de retomar nuestro papel de turistos tontos e inocentes...

Y luego de este recibimiento que no se cómo definir, se abrió en todo su esplendor esta hermosa y tranquila capital, revelando una muy respetable producción cultural, mucha amabilidad entre sus habitantes, mucha vida y movimiento, mucho comercio diurno, y algo que haría al menos por un par de días de nuestras delicias: supermercados.


Movimiento diurno en el centro de la Kampala...
Un poco de civilización...

Es sabido que ser blanco en África es una ventaja determinante a la hora de robar, ya que en el ideario africano, blanco es igual a dólares, por ende nadie sospecha que tres hilachientos como nosotros, anden apropiándose de cosas que no le pertenecen; y nosotros hacemos uso deliverado de esa ventaja, pero sólo para cosas básicas y de primera necesidad.

No es que vamos por ahí robándole a la gente, pero sí, y a mucha honra, a las cadenas de supermercados. En repetidas oportunidades, casi como parte de un recorrido turístico, se nos vió entrando en estos lugares de comercio masivo a revivir viejos amores como el jamón, el queso, una pizza, y algunos chocolates, para de paso reabastecernos de cosas muy molestas de comprar, como pueden ser por ejemplo: pilas.

Entre risas y buches de comida regados por coca cola se nos inflaban los cachetes. Andábamos vagando dentro de los supermercados hasta que nos entraba la verguenza y la obviedad, y entonces decidíamos agarrar un jabón, o una pasta de dientes, y salir rápidamente lo más impunes posibles, previo paso por la caja, y la erogación de un monto muy mínimo, que no podía de ninguna manera justificar los últimos cuarenta y cinco minutos entre las góndolas.


Kampala pintoresca...
Caminando la city...
El resto del tiempo lo invertimos en caminar por diferentes rincones de la orbe, a veces solventando temas burocáticos, a veces yendo a averiguar visas a algunas embajadas de los países que restan del recorrido, y a veces adquiriendo elementos de primera necesidad ,como fueron en esta ocasión: un cargador para la notebook y unas cajitas de pastillas para la malaria.

Tuvimos tiempo de participar en algunos eventos que dan vida a la noche de la ciudad, como una jam session en el teatro nacional, que llamativamente abre todos los días, ofreciendo algún evento cultural de carácter gratuito y de respetable calidad, que puede ser acompañado con algunas cervecitas que se venden a precio de calle, mientras se charla con algunos turistos al paso.

Tremendo Chochán...
Lo máximo en animal...
En Kampala encontramos además dos cosas muy llamativas: pollo a la parrilla, que no veíamos desde Argentina, y unos pinchitos de carne que costaban el equivalente a un peso, y que si bien no nos saciaban nunca, nos dejaban recordar que la carne existe en el mundo, (y que además la podíamos pagar).

La ciudad nos trató muy bien de principio a fin, lo demás es culpa nuestra... Con cierta pena por la partida fuimos cerrando un nuevo capítulo, y volvimos a tomar el envión emocional para movilizarnos. Esta vez el mapa indicaba Jinja, último punto del recorrido por Uganda. El objetivo era llegar hasta el punto que muchos reconocen como el nacimiento del ex río más largo del mundo: el famoso y nunca bien ponderado Nilo...

Para terminar permítanme mandar un saludo para la señora que me arregló las bermudas, a quien no se le borró la sonrisa de la cara ni por un solo de los segundo que la tuve enfrente... Besos genia. Hasta la próxima...

La mejor costurera de Kampala...
Les dejamos unos monitos que había en el hostal... Espectáculo gigantesco...

1 comentarios:

  1. por favor esos monitooooooosss!!! me los como!!! (literal... son casi las 3 de la tarde y no almorce jajaja)

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