Habíamos terminado de negociar el precio por la
habitación, cuando justo reapareció un polaco que se nos intentaba unir, a estropear un poco el esfuerzo. Perteneciente a la tribu del “buen europeo que no se entera”,
se puso a hablar sin preguntar nada, y en menos de tres segundos destruyó el arreglo, aumentando en un tercio el precio pactado originalmente. Negoció tan mal, que por el
mismo proporcional, le tocaba dormir en el piso. A varios europeos, y por qué no,
a algunos australianos también, se les debería recordar al momento de tomarse
un avión fuera de su país,
que el resto del mundo no tiene ni euros, ni los mismos privilegios para
conseguirlos, ya que los que usufructúan economías de otros continentes son principalmente
Inglaterra, Francia, Alemania, EEUU y China. El caso de Suiza, Holanda y Bélgica, lo trataremos en algún otro capítulo. Estoy muy seguro que esa simple
advertencia nos ayudaría a conseguir un
turismo un poco menos agresivo y más justo para todos en un corto período de tiempo. Hasta
podría pasar que muchas personas se concienticen y le pidan a sus gobiernos por
la descolonización económica de África, América y Asia. Párrafo contestatario
de por medio entonces, pasemos a lo que sigue...
Habitación a precio indio...
Nuestro patio en Anjuna...
Acomodamos rápidamente los bártulos, arreglamos con
la señora para nos provea un poco de agua caliente para preparar nuestro
lujoso café vietnamita por las mañanas, e inauguramos la temporada de duchas frías a
toda hora. Al mismo tiempo empezamos a separar y a regalar también una buena
cantidad de ropa que ya no necesitábamos en la mochila. Con todo lo menos
importante resuelto, empezamos a pensar en lo mucho más importante, que era
volver a fumar porro. En este caso estamos hablando del famoso hash y no de la
famosa marihuana, que es un poquito más opiáceo y te deja todo el cuerpo bastante
relajado y la cabeza calma que te calma. Además, salvo extremas excepciones,
en India es muy accesible y de muy buena calidad, por lo que una vez estando
aquí, hubiera sido un pecado no comprarse una buena bochita y dedicarse a la
fumata deliberada.
A lo importante...
Entonces, conscientes que Vico es un rasta man, salimos
del hotel, doblamos en la esquina, y el primer y único tipo que vimos en diez
cuadras a la redonda, tenía bolitas de hachís de todas las gamas de marrones
pegadas debajo de una pequeña mesa. A juzgar por el precio, Anjuna parecía ser
mucho más turístico que el resto de los lugares que había visitado en India. Ruegos
y negociaciones mediantes y... “prendete uno que vamos a meterle un poco de punch
a este pueblito”. Es claro que si el mundo entero fumara porro, el mundo entero
sería mejor... Eso ni lo dude señor presidente. Inclusive las sensaciones del
recuerdo son más estables, más calmas y más benevolentes. Aun así, y aunque
lleno de recuerdos e impresiones jocosas “light”, no me sale otra que decir que
Anjuna es raro, extremadamente raro... un pueblo muy poco definido y con los espacios
totalmente desmembrados.
Caminando por Anjuna...
Venta artesanal en la playa...
Aunque es grande, ese detalle casi ni se nota. Lo
que sí se nota y resalta instantáneamente es que está invadido por rusos. Sí,
por rusos. Por rusos de Rusia. Por rusos que hablan ruso en India y que se
mueven por todos lados en motos. Rusos que al parecer pertenecen a una pseudo mafia que tienen muchas inversiones en el lugar, y que como si Anjuna fuera
parte de Rusia, la habitan bajo sus propias leyes, con un aura que podríamos
tildar de "mini pesuti". Los gestos en sus caras son de la onda “no me jodas”, aunque no son agresivos en absoluto. Solamente portan esos gestos latinos de esquina
sufrida que te advierte que “mejor no”. Curiosamente ya había visto esta misma
situación en Hurgada, una ciudad en la costa del Mar Rojo egipcio. Instantáneamente empecé
a cuestionarme: ¿con qué criterio eligen los rusos estos lugares fuera de Rusia para semi usurpar? Rápidamente encontré como variables análogas: la pobreza, la
clandestinidad, y la ignorancia, mezcladas con una mucho más que probable y
deliberada corrupción gubernamental. Pero por favor no repita nada de lo que
lee, ni le de bola a estos comentarios aburridos, porque es muy posible que sean tan sólo ideas mías.
Anjuna multicolor...
Playa indo-rusa...
Nos costó bastante encontrar lugares para comer a
precio indio. La mayor parte de la comida disponible se servía en restaurantes
semi extranjeros, en donde un simple “thali”, que en general se suele pagar
entre 20 y 50 rupias, lo pretendían cobrar 150. Inaudito. Si hay un país en el
mundo que tiene comida callejera de sobra, en cada esquina, y a precios
extremadamente razonables, se llama India. Finalmente logramos encontrar el
famoso bolichón que servía sanguchitos de diferentes calañas. Muy simples, muy baratos,
y bastante gustosos. Otro poco de massala chai y dale que va. Era como la
cantina de Arnoldo, pero al aire libre... ese lugar donde todos los días se
encuentra la gente del barrio a llenar un poco la panza y a compartir un poco
la vida. En esta entrañable fondita, tuvimos la suerte de encontrarnos con uno
de los personajes más renombrados y recordados en las post-charlas de este paso por
India.
Club social y deportivo Anjuna...
Era de esas personas que naturalmente captan la
atención. De ese tipo de ser humano que por culpa de un aura privilegiada, de su forma de moverse, y de su ímpetu al andar; haga lo que haga, se vista como
se vista, y viva donde viva, seguirá llamando la atención. Como si todo esto fuera
poco, y para robarnos otro poco de admiración y desatar los aplausos contenidos en la "popu", en algún momento se levantó y salió del bar caminando justo delante de nuestra mirada, y mientras se alejaba muy impunemente por las apacibles calles de tierra, caimos en
cuentas que la remera que tenía pegada al cuerpo, llevaba en la espalda la
inscripción: “Living Legend”. Precisamente eso era lo que el tipo emanaba de
los gestos de su cara y del resto de sus movimientos. “Living Legend” se
alimentaba a base de sanguches de ají. Era una persona pobre, y aunque siempre
igual, y siempre con la misma ropa, se podía dar el lujo de vestir orgullosamente una remera que
llevaba la inscripción: “Living Legend”; sabiendo que le calzaba mejor que a nadie
y lo representaba como a pocos. Veo que no voy a lograr trasladar el conjunto de
emociones que me invaden al recordarlo; solo me resta decir que en aquellos escasos segundos desarrollé un cariño bastante irracional por ése incognoscible ser humano.
Atardecer en las playas de Anjuna I...
Atardecer en las playas de Anjuna II...
Anjuna entonces, además de albergar personajes
legendarios, es un mundo electro-playero que se reparte el tiempo entre la
nada misma y fiestas trance, donde la gente intenta revivir el espíritu del
hipismo setentoso, pero en una versión 3.0 muy desmejorada. Mucho reviente,
bastante LSD, y muchas manos “cortando formas” hasta alguna hora de la
madrugada. Podemos concluir muy fácilmente que a Anjuna le falta un poco de amor y le sobra
un poco de fiesta. Lo que me hace acordar que en algún momento pasé a visitar a
Bonnie, que estaba mucho más australiana que hacía dos años atrás, e inmersa en
un contexto como el que acabo de describir, con gente como la que acabo de
describir. Como me sentí muy descontextualizado e incómodo, me tomé algo de un
balde que constantemente me convidaban, le di un abrazo muy fuerte, y pospuse para
siempre las expectativas de un encuentro que emocionalmente tenía cero chances
de volver a suceder. Lógica pura flotando en el ambiente y good show...
Electro-playa en Anjuna...
El tiempo por las mañanas lo utilizamos para fumar
“un porro más”, frase que escuchaba repetir con frecuencia hasta eso de las dos
o tres de la tarde. Tomábamos café, a veces salíamos a comprar fruta, galletitas
dulces, o cualquier cosa que hubiera disponible en el puestito de la esquina.
El resto del tiempo lo gastamos entre caminitos y caminatas, intentando encontrar la India perdida por todos
los rincones de la ciudad. Campo traviesa, playa, calles
que llevaban a ningún lugar... Aun nos estábamos descascarando, cambiando las
energías, entendiendo de dónde veníamos y hacia dónde queríamos ir. Estábamos
flaquitos como pocas veces, lentejas, como muy desorientados y bajo estimulados. Por suerte, el polaco que teníamos metido en cuarto nos dejó de recuerdo un billete polaco, desalojó la habitación para siempre y huyó intempestivamente hacia un mundo mejor. Sin buscar
demasiado encontramos una Argentina recién casada con un indio, quien ya estaba
pasándolo medio mal y la estaba matando el arrepentimiento. En fin... memorias que van llegando...
Caminatas playeras...
Feria semanal de la playa de Anjuna...
Anjuna es una especie de “no lugar” que ocupa espacio en la memoria.
Recuerdo los modos y la cara de la señora que nos alquilaba el cuarto. Recuerdo la cara
de un ruso que en la noche nos vino a preguntar algo y nos habló en ruso. Recuerdo
a algunas personas advirtiéndonos que entre las malezas podía haber víboras.
Recuerdo un esfuerzo enorme para enfrentar el sol, y un montón de porros que le
devolvían el sentido a la vida. Recuerdo a Bonnie muy australiana y a Vico que
me interrumpía los pensamientos diciéndome que era “Zeziosa”. Me hacía reír mucho
el forrazo.
Anjuna es un recuerdo demasiado fugaz y escondido,
dignificado por el sentimiento que me genera “Living Legend” y el parador de
comida, que sin dudas fueron lo más genuino que me llevé. Cuando ya
todo era en vano, decidimos salir del estado hipnótico y onírico del hash, y
salir al encuentro de nuestra hermosa Rubia perdida por Arambol. Gracias por leer y
hasta entonces. Si no los maté del aburrimiento, los espero en el próximo capítulo.
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