Phnom Penh, Pol Pot y los recuerdos del genocidio camboyano...
Phnom Penh... Entre genocidios y tristezas...
Me resulta muy triste
escribir que los eventos más destacables de la recorrida que hicimos porPhnom Penh tuvieron que ver con muerte, genocidios, y gente a la
que le chifla el moño sin parar. No menos penosa me pareció la historia de los
últimos cuarenta años deCambodia, a través de la cual terminé entender y de cerrar
el cuadro de las nefastas impresiones que había obtenido en los primeros
contactos con el país.
Mucho más allá de la pobreza que evidenciaPhnom Penh, la ciudad está
impregnada de dolores comprimidos y de sentimientos ominosos. Particularmente
no disfruto demasiado de las descripciones técnicas o los datos duros de los
lugares que visitamos, pero debo decir queCambodia sufrió
uno de los genocidios mejor callados, mejor escondidos y más irracionales que
hayan sucedido en la historia.
Entre enfermedades, desnutrición, asesinatos, y horrores relacionados, los Jemeres Rojos, el grupo que resultó victorioso de la guerra civil de Cambodia que ocurrió entre el 1967 y 1975, asesinó entre los años 1975 y 1979, de dos a tres millones de Cambodianos, que en aquel momento representaban algo así como un cuarto de la población total del país. Por si a alguien le interesa, los Jemeres Rojos son una forma de "ser humano" de la que
pueden leer e informarse un poco más en este link.
Para profundizar y tratar de "entender" este tipo de locuras, en Phnom Penh hay dos lugares en los que se enseña, se recuerda, y se mantiene viva esta
parte de la historia de Cambodia. El primero es el “Museo del
Genocidio de Tuol Sleng”, del que podemos decir que es una excelente analogía de la ESMA en
Argentina. Este recinto, ahora convertido en museo, había sido un reconocido
colegio de Phnom Penh antes de la victoria de “Pol Pot” y los Jemeres Rojos.
Una vez que los Jemeres evacuaron la ciudad y enviaron a toda la población a trabajar
a los campos, el colegio fue transformado en un centro de detención
clandestina, de tortura, y asesinato, donde se ejecutaron a unas veinte mil
personas en cuatro años. La experiencia de recorrer el lugar es en sí bastante chocante. Para resumir y no ahondar demasiado: mucha muerte,
mucho morbo, muchas fotos feas, muchos testimonios peores. Link.
Patio del Museo del Genocidio de toul Sleng...
Corredores hechos celdas...
Camas donde amarraban a los prisioneros hasta su ejecución o muerte...
Fotos del museo... arriba a la izquierda Pol Pot...
Fotos de la evacuación masiva de Phnom Penh hacia las áreas rurales...
El segundo lugar se encuentra a unos veinte kilómetros
de la capital, y es el conocido “Centro
de Genocidio Choeung Ek”, o más comúnmente llamado: “Killing fields”. Es una de
las actividades más populares de Phnom Penh y básicamente consiste en la visita
a un mini campo de concentración donde también se asesinaron a otra
infinidad de personas. La mejor y casi única opción para realmente aprovechar la visita es alquilar
los famosos auriculares autoguía, y sumergirse en un recorrido “autista” que va
hilando muchas y escalofriantes perversiones por algo así como dos horas. Si uno no
alquila los famosos auriculares, la visita casi deja de tener sentido, ya que básicamente
lo único que hay a la vista en el predio son carteles que por ejemplo dicen:
“Aquí se encontraron 500 cuerpos”, mientras uno observa un hueco en el piso. Los
relatos autistas, aunque demasiado autistas, refuerzan bastante el contexto y le agregan a la caminata un
poco de contenido morboso y otro poco de color histórico.
Cartel que anuncia una fosa común donde se encontraron 166 cuerpos sin cabeza...
Algunas de las excavaciones donde se encontraron fosas comunitarias...
Foto de una fosa comunitaria en el momento de su descubrimiento...
Árbol donde se colgaba un parlante para cubrir los ruidos que provocaban las ejecuciones...
Digo morboso porque en ciertas y determinadas partes
del recorrido, uno se topa con imágenes un tanto perturbadoras... como pueden ser:
retazos de ropa de los ejecutados, dientes que se fueron encontrando en las
excavaciones, o manchas de sangre aún impregnadas en la corteza de los árboles. Hay varios y variados morbos al alcance de la vista, que se elevan a su máxima expresión, cuando
al final del recorrido uno se choca de frente con el denominado “Templo de la Memoria”, lugar en el que se ven varios pisos de craneos amontonados, que se fueron
encontrando durante el reacondicionamiento del predio. No sé, todavía albergo muchas
dudas sobre lo que me dejó la experiencia. En ningún momento percibí realmente un esfuerzo por enfatizar
la comprensión de los hechos, ni los “porqués” de la historia. Sentí que sólo se hace énfasis en lo terrible que eran los Jemeres, en lo diabólico que era Pol Pot y
en proyectar en la imaginación ejecuciones y muertes horrorosas.
Restos de ropa de personas ejecutadas...
Árbol en donde se ejecutaban niños a los golpes...
Huesos de ejecutados encontrados en una excavación en 1980...
El templo de la memoria...
Cráneos apilados de las víctimas ejecutadas...
Por otro lado, durante algunas partes del recorrido,
se acercan personas con bastante hambre extendiendo la mano del otro lado del alambrado... para que algún turista les deje alguna moneda. La mayoría parecían personas provenientes
de los campos de alrededores, entre los que conté una gran cantidad de niños
con gestos y facciones que acusaban realidades muy densas. Me pareció de un
descuido absoluto, de un contraste dudoso, de mucho desinterés, y hasta de un
poco de obscenidad. Mientras caminaba y escuchaba el sinfín de
tragedias de los relatos, nunca llegué a construir un sentimiento sólido que me
permitiera resumir el evento. No sabía qué sentir, ni qué pensar, ni qué decir.
Lo miraba a Vico y me daba la sensación que estábamos parados del mismo
lado. No sé, los detalles los dejo de nuevo en el link, pero la experiencia
tiene mucho de ambigua y descuidada, es algo escasa en contenido, y vuelvo a repetir: bastante
morbosa.
Corredor donde se acercan los cambodianos de los alrededores a pedir dinero...
Campos en los alrededores...
Más allá de esto, sin duda rescato el aprendizaje
que me aportaron ambos eventos. Sentí una especie de "tranquilidad" al comprender que la
sensación y la percepción que me llegaba de Cambodia no era sólo una paranoia
mía, sino algo que se fundaba en un evento trágico y enfermo al mejor estilo
Hitleriano. También me hizo reflexionar sobre cuán importante es la toma de conciencia
y la solidaridad con este tipo de eventos, hasta reconfirmar que siempre hay
alguien que paga los platos rotos de todo esto que llamamos “civilización”. Un conflicto sobre el que vale la pena seguir y seguir indagando...
Por lo demás, solo restó confirmar que el trabajo de
Nigeria no daba las garantías necesarias que estábamos esperando. Mucho alivio,
y la seguridad absoluta entonces, que lo que se venía en el itinerario de viaje era
India. Compramos por internet los pasajes más baratos que encontramos y espabilamos para enfrentar el último gran e ineludible evento de esta
fugaz visita a Cambodia: la ciudad de Siem Rep y el templo de Angkor Wat. Hacia
allí nos dirigimos en grupo de a tres, con Martín, nuestro nuevo amigo argento... del que
no tengo fotos, ni mail, ni whatsapp, ni Facebook... pero les juramos que no era ningún ser imaginario. Hasta la próxima y gracias
por llegar hasta acá.
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