Hangzhou, un poco de Zen Kick en la "Pagoda de las Seis Armonías"...
Hangzhou... Aquella burbuja surrealista China...
Luego de la escandalosa intensidad del rodaje de la
película en Xiamen, y exactamente en el mismo momento que escuché el chirrido
de la frenada del tren en Hangzhou, se empezó a desperezar lentamente por
dentro esa sensación de prístina “libertad” que me invade la vida ante el hecho
de viajar. La caminata por el andén es un recuerdo en el que sigo tratando de reacomodar un
cuerpo contracturado y lleno de llagas, a la expectativa de salir al encuentro
de un nuevo lugar en el mundo. Durante estas primeras horas alejados del rodaje
de la película, asomaba cada tanto entonces, un pico de excitación o alguna
pequeña ola de adrenalina, que sacaban a flote la intensidad de los últimos
años de viaje hasta la mismísima orilla del océano de los más prístinos sentimientos ruteros. Más
cagados a palos no podíamos estar, pero estábamos en China... y la puta que vale
la pena estar vivo.
Mezclando Anglo-Chino con Espan-Chino conseguimos
descifrar una combinación de colectivos para llegar hasta las inmediaciones del
“4 Eyes Hostel”, un lugar que por la modesta suma de dos dólares suministra una cama con un generoso desayuno incluido. Los aplausos sostenidos son para el niño Torres, que conoce la web de punta a punta y siempre nos deja más que bien parados. El barrio al que llegamos estaba englobado en una densa burbuja
de surrealismo chino. Las únicas luces que iluminaban la calle provenían de
tenues focos, que muy lejos de aclarar, parecían disimular una gran fachada milenaria que en cualquier momento se iba a derretir como acuarela, dejando al descubierto los más ancestrales secretos chinos. La puerta de entrada a la extraña
dimensión estaba custodiada por un pequeño restaurant, que al mismo tiempo que
espiaba la circulación de personas, ofrecía algo de comida y otro poco de
hospitalidad. Pusimos nuestra orden al servicio del chef, y media hora después
del último bocado, ya estábamos roncando.
Restaurant de entrada a la dimensión acuarela...
Al día siguiente sentí como si nos hubiéramos despertado en un mundo nuevo.
Por suerte todavía nos quedaba un poco de ese lindo porrito capaz de
meterle un poco de "Zen Kick" a cualquier apacible mañana chinesca; por lo que luego
de desayunar entonces, nos entregamos a las típicas caminatas sin dirección... esas que
pretenden ir por ninguno y todos los rumbos a la vez. Así fue que nos chocamos de frente contra la
ambigüedad de la realidad post-moderna China. Hangzhou emergió ante nuestra
distorsionada mirada como una mega ciudad jardín dentro de una mega ciudad
cemento, dividida por un largo puente que atraviesa el río “Qiantang”, que parece ser el encargado de ordenar y distribuir todos los componentes de su realidad. De
un lado, ostentosas torres de cristal que despilfarran futurismo y
“prosperidad”; del otro, arboledas, plazas y jardines, que parecen ilustraciones
ancestrales de cuentos chinos de ciencia ficción.
Un poco de punch mañanero en las calles de Hangzhou...
Puente y río Qiantang...
Paisajística de Hangzhou...
El lado del puente que apunta a las torres se
descubría exageradamente amplio, y en cierta forma, muy parecido a algunas partes
de Shanghai. Todas las calles bien anchas, todas las veredas infinitas, y
muchísimo espacio para la circulación. Medios de transporte eficientes y
baratos. Bicicletas comunales a disposición de los ciudadanos. Poco ruido y poca aparente
contaminación ambiental, aunque cuando uno hace un poco de zoom sobre la ciudad,
descubre que los edificios son tan solo una fachada. En muchas de las esquinas hay
pequeñas entradas, que como pasadizos secretos olvidados conducen al corazón
de cada manzana, cual autopista sin peaje, al verdadero espíritu de la
cultura china. La nueva construcción y la reciente urbanización de China connotan una gran falta de corazón, de estirpe y de contenido. En ese aspecto, la
sociedad china, como ya lo hicieron otras sociedades y países, está forzando un
cambio que inevitablemente la va a condenar a ser consecuencia de una
artificialidad, que tarde o temprano se autofagocita y se autodestruye.
China citadina... Fachadas sin corazón...
Pasadizos secretos... Autopistas al espíritu de la cultura China...
Motito y minicamioncito... Espectacularity...
De un lado al otro del puente se pasa del color de
los negocios y de una sensación de prosperidad fría y forzada, a la calidez de
los barrios con contenido histórico. Esos son los lugares donde se asiste al
espectáculo de la relación china “milenaria”, donde las costumbres inquietan,
y donde a cada paso se percibe tierra y humanidad. Se puede sentir el cambio
de aire que los edificios estancan y consumen. El río se hace más compañero... Adorna,
apacigua y purifica el medioambiente y la visual. Observando esa tranquilidad, se van consumiendo el resto de las ganas hasta diluirse y convertirse en agua. Creo que para todos los que estábamos en Hangzhou,
con el solo hecho de poder dirigir nuestros cuerpecitos por la laberíntica
realidad china, bastaba y sobraba. Reinaba en el grupo la sensación de “no me
interesa en absoluto qué se puede o no se puede hacer en Hangzhou”... Estábamos
disfrutando de ese pequeño período de paz después de la guerra.
El punto medio de Hangzhou...
China clásica y China post moderna...
De todas maneras, y como
algunas cosas siempre quedan de paso, hicimos una visita a una de las pocas construcciones
efectivamente “milenarias” de la nueva China: La "Pagoda de Liuhe (link)", o “Pagoda de las Seis Armonías", edificio reconstruido por última vez en el año 1165 DC. Aclaración: tengo que advertirle que si
usted es de los que todavía cree que en China hay construcciones milenarias, en
cualquier momento se va a romper la cabeza contra alguna fachada que parece
milenaria, pero fue construida en el 2011. “Tiran todo abajo, no dejan nada, son
unos animales” se escucha de la boca de muchos extranjeros y amantes de lo viejo;
pero Hu, nuestro iluminado filósofo mandarín, te lo explica en una frase que lo
resume todo, haciéndote sentir un ignorante si se te ocurre repetir pelotufrases.
En fin, idiosincrasias y sociedades...
La Pagoda de las Seis Armonías de frente...
Un poco de entrada al pasado...
Túneles del tiempo...
Los jardines que rodean la
pagoda y la pagoda en sí misma, son un conjunto de exquisita belleza, carga
histórica y contenido por donde se la mire. Recorrí los seis o siete pisos abiertos
al público casi en cámara lenta. Me detuve largamente en los detalles de los dibujos
en las paredes. Subí y bajé incontables veces las escaleras acaracoladas, y
hasta por un buen rato me imaginé que era un chino milenario con espada que
luchaba por el metal. Revivo una especie de sentimiento de disolución del
tiempo, de un inminente desmoronamiento de la realidad. Una necesidad de enfatizar
la risa interna y de estimular la imaginación para que urgentemente me sacara del "más acá". Recuerdo que me encontraba sorprendido y feliz de estar en China, pero
a su vez sentía el espíritu arrollado por camiones energéticos. Sacaba fotos
entre sensaciones confundidas que me batían licuados de realidad. Olas de
extrañamiento me sacudían con cada disparo de la cámara. Ese día por primera vez sentí que los
sueños hechos realidad pueden dar miedo de tan reales que se vuelven.
Jardines y alrededores de la Pagoda de las Seis Armonías...
El resto del tiempo lo
caminamos, lo descansamos, lo fumamos o lo desperdiciamos. Lo destacable fue
investigar el barrio, encontrarse con algún que otro cementerio, y deambular
por los recovecos de las particularidades ambientales que China ostenta con muchísimo orgullo. La sensación era la de no poder salir de un devoto
sentimiento de admiración por lo que se percibe pero no es tangible en el
ambiente; por la información y la experiencia que nutren a la quietud y a la
inacción, estado desde donde paradójicamente se maniobran la gran mayoría de
los hilos de la vida. Empecé a sentirme acariciado por los modos, por la
preservación de la belleza en sí misma. Entre comidas y animales raros, entre
miradas extrañas, entre mundos con fachadas de parsimonia y letanía, y entre un
cansancio y una excitación eterna.
Una caminata por el barrio... Hostal, street art, color y cementerios...
Hangzhou pasó por nuestras
vidas como una estrella fugaz que no nos dio tiempo a pedir ningún deseo, pero
que iluminó con tenues y suaves luces algunas entrañables noches de nuestras
vidas. Gracias por acercarse... Lo esperamos en la próxima.
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