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Barquitos y psicodelia en el Río Mekong... |
Le pregunté a mi compañero de emociones Víctor Martín Torres: “¿Hasta Luang Prabang vamos en barquito, no?”. Para explicarme en
voz alta comparto las opciones. Se puede ir hasta Luang Prabang por tierra en
algún colectivo lleno de calor, experimentando la lentitud de las rutas Laosianas o,
se puede navegar durante algunas horas en un barquito que como quien no quiere
la cosa, se desliza sobre el Mekong en compañía de brisas frescas y paisajes para
el recuerdo. Vico me miró fijo, no sólo para confirmarme que la pregunta estaba de
más, sino para poner de manifiesto también la pérdida de tiempo que se produciría
al contestarla, por lo que al final nunca dijo nada, como la chica que era muda, y
salimos caminando en dirección “puerto”.
Nong Khiaw ya había cumplido su objetivo, por lo que la
partida estaba programada y reconfirmada. Mucha gente nos había dicho que Luang
Prabang era “¡Alucinante!”, y entonces, en consecuencia, y por consiguiente, decidimos
que con el agregado del viaje por el Mekong, agrandar el combo era una opción ineludible. Es increíble lo que uno demora en llegar al precio real de un pasaje cuando se trata de este tipo de movimientos y de aventuras. Todos inventan un
precio diferente y ninguno sabe disimular la cara de mentiroso. El operador del
turismo “exótico” juega con la variable de que hay un gran caudal de “turistas
aventureros” que vienen a lugares “exóticos”, pero que le tienen miedo a los
mosquitos y a enfermedades que no existen, o que no tienen la suficiente fuerza
de voluntad como para caminar cincuenta pasos más y pagar el precio correcto de
lo que cuesta un simple viaje en lancha por el Mekong.
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Oficina oficial de venta de pasajes en lancha por el Mekong...
(Foto bajada en Internet: Grrrl Traveler) |
El precio correcto estaba escondido en un puestito a
la vera del río. Lo único que uno tenía que hacer, era acercarse hasta allí por
un caminito sin flores y esperar que un señor con un poco de mal humor le venda
con muy pocas ganas el codiciado ticket. Los tickets más caros se vendían en la
calle principal, a cincuenta pasos de esta ventanilla que les cuento, pero eso
sí, quien los vendía tenía una sonrisa incrustada en la cara y mil palabras amables para adornar la situación. Y por lo que parece, a la mayoría de las personas, por lo que experimenté
durante el 95% de mi vida, lo que más les importa son las apariencias. Lamentablemente una vez más entendí algunas cosas, por lo que me limité a pedirle a todo el diccionario de dioses
que: por favor Luang Prabang no sea una explosión turística de pelotudismo
salvaje.
Cerramos las mochilas y le dijimos chau a un puente
que nos llevamos en el corazón. Corrimos todos a los botes, y luego de muchas
idas y venidas, de combustible que faltaba, de personas que te trataban mal, de
personas que te trataban bien, y de una gran desinformación en todo sentido, se
hizo la luz, se prendieron los motores, y junto a un grupo de siete u ocho
personas, nos lanzamos a esta extravagante aventura acuática. Siempre me nace la
sensación, aunque más no sea en la laguna de San Pedro, que cuando un bote, una lancha, o cualquier otro medio de transporte acuático se desamarra, comienza una aventura extrema de la que uno no sabe si saldrá
vivo... En este caso entonces... y multiplicando la adrenalina por diez: Mekong...
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Zarpando hacia Luang Prabang... |
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Ilustres habitantes del Río Mekong... |
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Alejándonos de la costa de Nong Khiaw río Mekong adentro... |
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Un poco del verdadero paraíso perdido... |
El viaje surfeaba por esos sentimientos genuinos de
libertad, y por sobre la esencia de una vida que se confirma... infiltrándose entre
los movimientos acrobáticos de un salto hacia el interior de un sueño; donde
cada vez que uno cierra los ojos se proyecta la película de las experiencias, que
por diferentes motivos marcaron eternamente alguno de los estados del alma; y donde
cada vez que uno los abre, se encuentra con una realidad que no contenta con
haber sido consumada, se sigue reconfirmando segundo a segundo.
Vuelvo al Mekong entonces... Me refriego los
ojos y los abro nuevamente. La intensidad de los sucesos que alimentan
las mareas del tiempo me mantienen aislado del medio ambiente. Algunas lágrimas
brotan desde lo profundo formadas por la alquimia de la mezcla exacta y
proporcional de todos los sentimientos conocidos, sentidos y verbalizados. Un
punto energético se compacta en el tiempo, que sin llegar a determinarse en la
realidad, simplemente se expresa en la relación libertad - amor con la intensidad con la que un agujero
negro atrae a la luz.
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Pescadores... Inabarcable tranquilidad... |
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Exabrupto visual... Vacas tomando sol en una playa en el Mekong... |
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Se mira y no se toca... Cruce de mundos... |
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Río Mekong... Belleza al natural... |
En algún momento no quedaron más kilómetros por
recorrer, se acabaron... Tengo el recuerdo que fue en el momento justo, ese
exacto segundo que no da la chance de pensar que algo fue, ni demasiado corto,
ni demasiado largo. Sigo pensando que todos los días esos pescadores y esas
personas están ahí, y que ese mundo sigue prendido y a la vista, pero a su vez oculto... como clausurado. Les dejo unas fotos. Espero las disfruten y
gracias por leer. Los esperamos en el muelle de Luang Prabang... Hasta el próximo capítulo.
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Llegando a las cuevas de Pak Ou... |
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Entrada a las cuevas de Pak Ou... |
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Mundo prendido y a la vista... Oculto y clausurado... |
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