Lo poco que quedaba de onda después de tantas
corridas y stress para sacar la película adelante se lo dejamos a Xiamen, que
bien merecido lo tenía. Las internas grupales ya estaban en la última fase “Grecia
Colmenares Reloaded Tercer Milenio”. Si me acuerdo de todas las cosas que estaban
sucediendo entre bambalinas me mareo. Los espacios estaban muy cargados y muy
reducidos, de hecho ya no quedaba más espacio para nada, ni nadie. Había muchos enojos e
incomodidades en todos los frentes, muchas charlas que afrontar, y un tanto más
para dejar que acomode el tiempo. Problemas burocráticos, problemas de dinero, problemas
emocionales, y hasta problemas por el porro, hecho que marca el punto límite de
todo tipo de relación. Las almas estaban saturadas y todos tenían sus propios
motivos para ello. En la atmósfera se empezaba a respirar el famoso: “Todo me
está empezando a chupar un huevo... A mamarla...”.
Es que claro, la experiencia no fue fácil, y mucho menos
en China. Con la ecuación que manejamos en términos de presupuesto y
pretensiones, es lógico y esperable que en muy poco tiempo se vaya todo al
carajo. Sigo pensando que fue un milagro que en ese contexto nadie se haya
tirado, o en su defecto haya tirado, a alguien desde un edificio. Quizás, y sólo por la idea de ponerle un poco más de espectacularidad al surrealismo de tan intensa
convivencia, debería haber sucedido. Siento una especie de orgullo por aquella
aparente anarquía reinante, y por las formas en que se acomodó esa aparente
anarquía para nunca permitir una explosión total. Creo que fueron señales
inequívocas que todos estábamos demasiado vivos, y que todos estábamos
luchando por algo de la forma que pudimos. En el caso de “Tabletita” Sesma, tenemos
fuertes sospechas que fue exclusivamente por el metal, como V8.
Última cena grupal en Shanghai...
Las escenas finales se grabaron en el centro de
Shanghai y en la casa de Hu. Durante el día hacía mucho frío, y por las noches,
mucho más aún. ChenMó nos abrigaba los ánimos y el alma influyendo constantemente
para que las cosas se tornen un poquito más livianas y llevaderas. Hu, como
buen budista, se rehusaba a accionar más allá de lo físico y necesario, y
relegaba el plano emocional para la próxima vida. Antes de retomar definitivamente nuestros
senderos, tuvimos tiempo para hacer algunas compras en un shopping-subsuelo de
alguna parte de Shanghai y de ponerle un broche romántico a tanta novela de
mala calidad y tanta película espectacular. Haciendo entonces honor a la promesa que le habíamos
hecho a nuestro héroe del whisky, nos lanzamos a la confección de un videíto,
que entre saludos y propuestas en chino y algunos otros idiomas, le pedían muy amablemente
a Marianita Stasi, que por favor le diera el “Sí” a la unión eterna con
“Tabletita” Sesma. Romanticismo, neones fosforescentes y mucho Soft Rock para
la última noche en Shanghai.
Fede y Alan metiéndole punch al arte y al cierre...
Padre e Hijo... Eternamente Agradecidos...
Pintura tradicional Argen-China de la mano del Padre de Hu...
Entonces, en medio de toda esta ensalada anímica y
deudas pendientes, también hubo lugar para la esperanza, lo que balanceó con
mucho Yin a los muchos Yangs, intentando armonizar las últimas horas de
esta eterna banda China, a la que finalmente no le quedó más remedio que
disolverse hasta nuevo aviso. Juli se tomó un avión por su cuenta a Argentina.
Alan y esposa se fueron a dar una vuelta por ahí. Gasti, Fede, Maru y Rama a
Buenos Aires; y Vico, La Rubia y yo... lo que dé. Ninguno tenía demasiados planes
a futuro. Antes de tomar decisiones apresuradas nos fuimos hasta el aeropuerto,
a cerrar el capítulo y despedir a la banda que se volvía a Argentina.
Aeropuerto de Shanghai...
Entre las colas de embarque, lo mismo de siempre: esa
sensación de frustración que traga saliva al ver partir a Fede una vez más, que
como el noventa por ciento de las veces fue a las corridas, y sin tiempo para
relajar y reflexionar sobre lo vivido. Pero ya te conocemos corneta, sos un
marca tarjeta profesional. Eso no quiere decir que te perdonemos, pero sí que lo
aceptamos, sabiendo que los cornetas traga nata, suelen comportase así. Emulando
al gatito de la suerte chino, movimos nuestras manitos en señal de “chau” y nos
volvimos al centro de Shanghai, a ver si era verdad que teníamos que hacer un
tremendo esfuerzo emocional para reinventarnos. Rápidamente conseguimos el
sucucho más barato del centro de la ciudad, al que nos mudamos a pensar, a recuperar las
horas de sueño perdidas, y a dejar que la vida nos proponga cualquier tipo de
futuro.
Mientras esperábamos entonces esta propuesta que
jamás llegó, nos movimos un poco más por las inmediaciones y circunvalaciones de Shanghai, para descubrir una ciudad
muy bien diseñada, espaciosa, hiperconectada y que funciona al minuto con una
eficiencia asombrosa. Aprovechando todas estas variables, y casi como una
intimación a la dilatada promesa de un futuro, nos fuimos a gestionar las visas
a la embajada de India. Vico, como estaba muy contento con la propuesta, nos
permitió poner un poco el ojo en la cultura, por lo que nos arrimamos
a pispear el museo de arte de Shanghai. Inspeccionamos algunos otros rincones,
comimos mucho noodles y mucho arroz, y cuando el sentido empezó a tornarse
escaso, decidimos que nos íbamos a Hangzhou...
Más Shanghai...
Museo de Arte de Shanghai...
Pasamos una vez más por la casa de ChenMó. Me cortó
el pelo y hasta me quiso bañar. ChenMó se pasa... No había muchos más
argumentos. Nos regaló ropa, remeras, anillos... nos hizo hablar con Buda y nos
dio la bendición necesaria. Todo indicaba que se terminaba una etapa de
nuestras vidas. Volvíamos a viajar, con las mismas ganas, pero un poco más
cansados y abrumados que de costumbre. Nos había pasado un tren bala por encima
del alma y teníamos muy poca referencia de dónde nos había dejado luego de la embestida. Decidimos con el mismo amor de siempre: mejor viajando y
conociendo el mundo que mal acompañado por alguna extraña e inadmisible
rutina.
Listos para la partida...
Un poco de hermandad Argen-China...
Entonces, así de guerreados como estábamos, nos volvimos a
calzar los chalecos anti balas, y con los corazones bien abombados de latir, nos
asomamos a algunos varios meses que nos verían surcar los vericuetos de algunos
países del sudeste asiático. Sacamos esos pasajes de tren que marcan una nueva
salida hacia el infinito. Hacia allá, y un poco más lejos es donde constantemente
queremos llegar. Gracias y hasta la próxima. Siéntase más que invitado.
Acompáñenos, no lo vamos a defraudar...
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