Estación de tren en Shanghai... Futurismo inmediato...
Teníamos que regresar obligatoriamente a Shanghai
para retirar las visas que habíamos dejado procesando en la embajada de India.
A su vez, si volvíamos a Shanghai, no podíamos dejar de visitar a nuestros padres mandarines; por lo que apenas descendidos nos lanzamos una vez más al tan preciado encuentro con Hu y ChenMo. No
se puede agregar mucho más sobre esta pareja de chinos que nos adornaron la
realidad durante algunos de los momentos más intensos en China. Observar
a ChenMo comprándonos café, hamburguesas, eligiendo cosas para regalarnos, o haciéndonos
hablar con Buda, son imágenes que van a vivir por siempre atornilladas en mi
corazón. De esos recuerdos y esa generosidad que cuestan creer que fueron verdad. La despedida fue de las lindas, llena de certeza que muy próximamente nos íbamos a volver a ver. Empachados de amor y
generosidad china entonces, y con la visa India pegada en alguna parte del pasaporte, quedamos
listos para entregarnos a nuestro nuevo destino “Hippie China Galaxy 3.0”.
Última foto en Shanghai con Hu y ChenMo...
Hippie China Galaxy 3.0... (Foto bajada de DestinationDali.com)...
Visa de India... Visa de visas...
Digo esto porque la Rubia que tiene amigos piolas
por todos lados, casualmente conocía a una pareja de chinos que vivían en
Kunming. Kunming es una ciudad que no despierta demasiado el interés del
viajero, aunque es la capital y punto de partida para adentrarse en “Yunnan”, una
de las provincias más turísticas, y por cierto, la más fumanchú hippoidea del país.
La mala noticia era que Yunnan está ubicada en el suroeste de China,
prácticamente en la punta opuesta a Shanghai; pero la buena noticia era que una
vez concluido el largo viaje, nos encontraríamos en un punto accesible para encarar la frontera de Laos, país que parecía ser lo más "siguiente" en nuestra agenda de viaje. Vico, como siempre un gran adelantado, ya tenía los
pasajes de tren en mano y un couchsurfing listo para la respectiva
noche en Shanghai.
El couchsurfing en la casa de una polaca austríaca fue
algo raro. Actitud: “En China comen feo”, “En China escupen”, “Por suerte vivo
cerca del Carrefour”, y otros comentarios por el estilo. Rara la polaca. Un poco banal
y mediocre en sus apreciaciones, pero muy amable y buena persona. Extrañamente,
luego de estas breves horas que pasamos en su departamento, la íbamos a volver
a cruzar en Cambodia y en India. De esas coincidencias de la vida un tanto inexplicables y bastante llamativas. En fin... Más allá de la perorata, hay que destacar que en el famoso Carrefour en
cuestión, relucía y brillaba un stand exclusivísimo de Carne Argentina que me
hizo babear el estómago, y entre otros lujos “occidentales”, había café, pero
del rico; nada de polvitos o de sobrecitos, café de verdad. “Deme dos paquetes
por favor, unos sanguches y todo el cambalache de comida china, que me voy a
subir a un tren por alrededor de cincuenta horas”.
Stand de la carne más rica del mundo en Shanghai...
Así fue que “En Busca del Porro Perdido”, y de
amigos chinos con quiene fumar y filosofar entre Bongazo y Bongazo, abandonamos
el este de China hasta la siguiente carta documento. La Rubia ya había decidido que no nos soportaba más (en realidad
a Vico), y que una vez terminada esta visita a Yunnan, se tomaría un avión desde
Kunming derechito a Calcuta. Nosotros, que ya habíamos tirado también nuestras monedas al
aire... y habían caído de canto, interpretamos que era una señal
que sugería que antes de ir a India hiciéramos algunas visitas de rutina
a Laos, Vietnam y Cambodia. Así fue que, con esas premisas bien claras en nuestras mentes
oscuras, decidimos ponerle mucho punch a los últimos días en China, y
abrochar tanta vida bien vivida, festejando navidad y año nuevo, más unidos que
nunca.
Cincuenta horas de tren no pasan tan rápido como uno
se imagina. Una vez dentro del vagón todo se vuelve más lento, más largo y más
pesado. Si los asientos no se reclinan es un poco peor, y llega un momento que
uno no tiene adónde escapar más que a fumar cigarrillos al final del vagón. Cuando
uno ya entró en ese círculo claustrofóbico vicioso, ese “escape” se torna más
un caño de escape, ya que los chinos no paran de abrir atados de puchos, de convidarlos, de obligarte a fumarlos, y de repetir ese ciclo con tendencias al
infinito. En muy pocas horas uno corre el riesgo de transformarse en un saco
de humo con disminuidas esperanzas de vida. Pero... paremos la moto, o en este
caso el tren, que no todo es nicotina, pucho y muerte. También tenemos muy buenas noticias:
los trenes chinos son la bomba del verano. Inclusive del tren lento, con pasaje
barato tercermundista, se puede holgadamente afirmar que es la bomba
del verano.
Tren y chinos... Una peligrosa combinación...
Los asientos no se reclinan, pero son acolchonados. A
toda hora hay personas que pasan vendiendo comida caliente, frutas y algunos
otros alimentos a precios más que razonables. Hay agua caliente gratis en todos
los vagones para que todo el chinaje pueda prepararse café, mate, té, noodles,
o si lo prefiere, lavarse los dientes. Hay personas encargadas de acomodar las
valijas y otras encargadas de mantener la limpieza y el orden con bastante regularidad.
Hay mucho "Mao", mucho comunismo del lindo, y muchos pibes "new age" obsesionados
con la cultura occidental. Hay mucha sonrisa, mucha aceptación y muchas ganas
de comunicarse fluidamente de la forma que sea. Por lo general los intentos comunicacionales
terminan en una furiosa reversión china del “Dígalo con mímica”, que más allá
de lo intrínsecamente chistoso y estimulante de la situación, deja también al
descubierto la curiosidad innata, y la necesidad del ser humano de hacerse entender, de compartir y de expresarse.
Cafecito mañanero...
Compañeros de viaje...
"NI HAOOO... HOLAAA"...
Cuando por último descubrimos que había suficiente
espacio para dormir debajo de los asientos, la sensación ya fue la de estar
viajando en nuestro propio camarote; y cuando finalmente ya nos habíamos olvidado que nos queríamos
bajar, y como casi siempre sucede en la histeria de la vida, llegamos. La estación de tren de Kunming ya la
conocíamos, por lo que sólo restaba llamar a “Dou Dou”, el amigo hippoideo de
la Rubia, para ver si era verdad que no íbamos a llegar a contar cuántos porros
nos podíamos fumar en una tarde. Murphy, que fue un tipo bastante de mierda, como
casi siempre tuvo razón. Dou Dou y su novia estaban fuera de Kunming en algún
tipo de viaje, retiro espiritual, o toronjas en tanga. Así y todo, como no hay
mal que por bien no venga, le dieron a la Rubia el contacto de otros amigos que
vivían en Dali, que según Dou Dou, prometían ser la verdadera bomba del verano
chino.
Dou Dou... Un chino cósmico 3.0...
Un tipo bastante de mierda, pero con razones de sobra...
“¿Qué paja tomarse otro tren ya mismo no?”. Pusieron
la música de Batman y salimos corriendo a informarnos de las posibles
combinaciones. Encontramos un tren que estaba muy pronto a partir. Rápidamente entonces, salimos por los alrededores de la estación
en busca de la comida perdida... siempre muy atentos para evitar comprar por error los nauseabundos “huevos duro de pato”, que representan algo así como todo
lo que uno no quiere o espera de un huevo duro. Con todos los pormenores listos nos sentamos a esperar
que algún tipo de señal anunciara la partida. El milagro inesperado se produjo: eran asientos largos y
el tren iba semi vacío. “A dormir la mona que el ruidito de las vías me arropa
los sueños”. Cuando me desperté, como no podía ser de otra manera, la Rubia había
desaparecido con un chino medio modelo a otro vagón. Se estaba haciendo selfies
y tenía los ojos bastante brillosos. “Rubia, ¿Tá Todo bien?”. La Rubia aburrida
es bastante peligrosa.
Tren a Dali, la Rubia aburrida, chino modelo y selfies...
Llegamos. La estación de tren, como era de esperarse, quedaba
bien en la loma del orto de la “ciudad antigua” de Dali. Estábamos en medio de
la zona industrial más China del mundo, y después de cincuenta y seis horas de viaje,
lo único que saqué a flote fue el deseo de querer quemar la mochila en una
ceremonia budista de purificación. Ahí fue cuando entendí la táctica de la
Rubia, quien rápidamente encendió el piloto automático e hizo que su nuevo
amiguito chino modelo nos dirigiera la vida por los recovecos de la ciudad.
Nos llevó hasta el bondi, nos hizo subir y nos pagó los pasajes. Se bajó con nosotros y
hasta nos quiso ayudar a conseguir unas camas. Creo que todo lo hizo pensando
en que con ello se estaba ganando nuestra aceptación a una posible relación con nuestra
amiga sexy bomba. Lo que no sabía el chino modelo, era de quien se estaba
enamorando tan rápida y perdidamente. Por suerte la Rubia le tuvo piedad y lo
despachó hasta nuevo aviso.
Vico recién llegado a Dali... Zona industrial de fondo...
Primera visual de la "Ciudad Antigua" de Dali...
Destellos de hipismo y afines...
Lo primero que resalta al llegar a la ciudad antigua es un ambiente envolvente y tranquilizador. Destellos de hipismo
relucen desde varias de sus esquinas y sus calles. Nos enfocamos de lleno en la búsqueda de algún lugar para dormir. Luego de un buen rato de vagar y de
negociar posibilidades de pago en diferentes hostales, finalmente conseguimos un lugar acorde a nuestras intenciones. En ese
pacto final de yuanes por camas, sentí que la gran misión de atravesar China de derecha a izquierda ya estaba cumplida. Lo que se venía entonces eran unas mini vacaciones y las
fiestas de fin de año en familia de esta versión reducida del famoso “grupo humano”. Hasta la próxima. Sean muy bienvenidos a Dali y que el porrito nos acompañe...
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