Finalmente, alguna calurosa mañana de vaya uno a saber cuándo, logramos escapar del hipismo del “Ave María”. Practicando eco yoga,
recitando mantras, y “creando energía”, nos pusimos las mochilas al hombro y encaramos
derechito hacia la salida de Arambol. Luego de combinar un par de bondis, y de
una mini iluminación hippoidea, llegamos a alguna estación de tren, para encontrarnos en los andenes con la
milagrosa humanidad de Leticia, la persona designada por la “energía universal”
para dirigirnos el destino por los caminos y secretos de Gokarna. Debido a tan natural encuentro, tengo que afirmar que algunas veces
en la vida, aún no estoy seguro cuántas, uno necesita una portuguesa que lo
sepa todo del próximo lugar, que hable perfecto español, y que mientras te
asegura que Gokarna es un lugar maravilloso que “os va a encantar”, concluya
con la frase más repetida de su repertorio: “mejor podríamos armarnos un porrito”.
Entonces, desde ahora y para siempre, con ustedes querido público: “Hada
Madrina Leticia...”.
Gokarna... ¿Cómo no te va a encantar?...
Nos tomamos unos chais y viajamos durante unas cuatro
horas hasta que nos bajamos del tren. Hada Madrina Leticia recontra cagó a pedos a un
Tuc-Tuc por el precio, logró todo lo que ella quería, y luego de un pequeño y
muy amable viaje, nos encontramos caminando directo hacia lo que sería una de
las playas más ambicionadas de los últimos años: “Kuddle beach”, principado de Gokarna,
provincia de Takarnaka. Caminamos no más de cincuenta metros por la arena y tiramos los
bártulos en la primera cantina pedorra que vimos. Aparentemente todos los hospedajes
costaban entre uno y tres dólares la noche. No podía ser un poco más perfecto.
La playa era mucho más larga y amplia que la de Arambol, las olas el
entretenimiento perfecto para las tardes, y estaba mucho más llena de espacio en
blanco que de hippies Sarkani. El ambiente estaba sumido en la tranquilidad, y por suerte, gran parte de la histeria había desaparecido. Por supuesto siempre comparando principalmente con Arambol y
Anjuna, dos lugares a los que sólo volvería a visitar a mi sobrina postiza, o a
comenzar una revolución pro rusa y anti hippie 3.0.
Gokarna y su tranquilidad...
A la mañana siguiente, Hada Madrina Leticia decretó
que el hostal no le gustaba lo suficiente, así que con un sólo chillido nos mudó
a todos a otro que estaba a un minuto de caminata. Ahora más que nunca
tengo que decir: “Gracias Leticia, este definitivamente es mi lugar en el mundo”.
Con pastores como Leticia vale la pena rolar de oveja, porque te puede pasar que el siguiente hostal, no
solamente se llame "Rock Namaste", sino que además sea el mejor hostal-restaurant de Gokarna y
sus alrededores. La comida y los precios fueron la relación más fantástica y
conveniente para empezar a devolverle un par de kilos al cuerpo y un poco de
alegría al alma. A saber: Thalis de los ricos, curd (o yogur), ensaladas de frutas,
sanguches, pizzas, lassis, shakes de todos los sabores, paratas... y la corto en
seco porque acabo de babear el teclado. Fascinating señores. Quisiera que vean cómo mientras escribo, se me erizaron todos los pelos y poros del brazo... más los
kilos de saliva que junté. No era solamente comida, era vida, ida, ida que nos
daba energía, ía, ía para meternos al agua, gua, gua y barrenar nar, nar, nar
todo lo que quisiéramos. Era ese porro que Leticia siempre armaba en el momento
del postre, para sumarle a la satisfacción de un cuerpo bien alimentado, la
energía de un cerebro cuidadosamente estimulado.
El glorioso Rock Namaste...
Nuestra habitación en Gokarna...
Recuperando kilos de ánimo...
Durante la estadía en Gokarna fue el cumpleaños de la rubia
arrepentida, o sea: Vico. Estuve a punto de regalarle un poco de tintura marrón
o negra, pero al final festejamos con una excursión al pueblo, y como no podría
ser de otra manera, fumando otro poco más de porro. Permítame contarle y
enfatizar el momento, que aunque no es lo esperable u ortodoxo para un blog, es lo que realmente fue... Fuimos al pueblo un par de veces, fumamos porro todo
el tiempo. Fuimos a nadar muchas veces, fumamos un poco más de porro. Había
gente que decía: “cuidado con el porro que hay mucha policía secreta”. Fumamos
porro igual. Apareció “Leyton Town” junto a un cordobés de Alta Gracia, con quienes también fumamos porro. Leticia apareció con un semi novio que fumaba
porro. Conocimos otro cordobés que le encantaba hablar de la pobreza que había
vivido cuando era chico, y contar cómo se fue superando hasta llegar a viajar
por el mundo y a fumar porro. Con ese fumamos porro, pero menos. Más porro fumamos con
otra pareja de pibitos suecos, que nos invitaban todas las tardes a su cuarto a
tomar algo y fumar "otro" porro. La piba me parecía fascinante como casi todas
las pibas del mundo entre 20 y 29 años... especialmente cuando
estoy fumando porro. En fin...
Por los caminos de Gokarna...
Hada madrina Leticia hechizando al pueblo...
Lago sagrado en el corazón de Gokarna...
La famosa vaca figureti...
Re locos y muy relajados entonces, decidimos hacer
algunas caminatas por los alrededores. Para no complicarnos demasiado nos
lanzamos a la “excursión” más básica y nos fuimos a conocer “Ohm
Beach” y “Paradise beach”; aunque debo decir que la peripecia no la recuerdo tanto por básica, sino más
bien por otros dos importantes motivos. El primero porque nos quisimos hacer
los tarzanes y decidimos hacer la caminata descalzos, obviando que el
sol del mediodía estaba incinerando las piedras y la arena, por lo que como
resultado, nos quemamos las plantas de los pies durante toda la tarde como unos imbéciles. Número dos y no menos importante: en un parador entre medio de las
playas nos encontramos con un tipo al que le preguntamos cuatro veces de dónde
era y jamás pudo responder la pregunta. No la respondió y acompañó los “Ehhh”
con cosas como: “es una larga historia”, “yo anduve por muchos lados”, “me comí
la del trotamundos completa con fritas”, “me encanta llamar la atención y ser
raro”. Todo eso lo dijo o con palabras o con gestos. Tuve ochos veces ganas de
cachetearlo, dos por cada intento fallido. Más allá de todos estos trotamundos que
nacieron de un repollo hippie y que llegaron a Gokarna en una cigüeña, hay que
decir que las playas son hermosas, tranquilas; llenas de indios que jugaban en
el agua inundados de alegría y de una inocencia que fugazmente me trasladó a memorables momentos de mi niñez.
Vico listo para quemarse las plantas de los pies por las próximas tres horas...
Un pequeña excursión por las diferentes playas de Gokarna...
Llegando a Om Beach...
Atardecer en Gokarna...
También nos arrimamos hasta un festival de música india en el pueblo, en el que conocimos a un tipo que me regaló un pedazo de
madera que se había salido de una carroza gigante medio rara que estaba estacionada
en una de las calles. No lo entendí demasiado, aunque el pedazo de madera aún
lo conservo. Tipo raro... con mucha chispa de vida en los ojos. Medido,
aunque dejando a todo el mundo conocer sus “predicciones” abiertamente; entre las cuales, al momento del encuentro, parecía que "teníamos que tener cuidado, porque nos iban a robar en el centro”. Un tipo interesante para sentarse a
charlar, pero con un chai mediante, que le anule un poco la necesidad de
performance corporal continua y esa creatividad excesiva direccionada a la
futurología. Hablando de cosas extrañas, me encontré a “Meme Gorch” por mail, otra piba que había conocido
la primera vez que estuve en India; y como la vida tiene cosas inexplicables,
estaba también en India, justamente en Gokarna. Vino a visitarme para
contarme que se había enamorado de alguien. Luego me dijo: “ahora vuelvo y
charlamos mejor”. Después se fue y nunca más volvió... La gente enamorada actúa de formas raras y quiere tener hijos rápido antes de que se les pase el amor.
Las misteriosas carretas de Gokarna...
Arquitectura India clásica...
El emporio del turista...
Las noches se nos fueron entre porro y mate. Cada
taaanto alguna cerveza. Leticia fue un hada madrina compañera, solidaria y
generosa. Una persona que tuvo la capacidad de estar, de darle valor a su
presencia, pero al mismo tiempo de no comprometerse demasiado en ningún nivel. El
único motivo por el que algún día decidimos abandonarla para lanzarnos
al camino que nos llevaría
hasta Varanasi, fue porque habíamos acordado con nuestro gurú “Jota Eme”, quien
estaba volviendo a India junto a su madre “la Maga Blanca”, que nos
reuniríamos en las inmediaciones de Delhi en alguna precisa cantidad de días. No
me acuerdo cuánto tiempo estuvimos en Gokarna, pero sí me acuerdo de necesitar
un mes más de esa misma vida para volver a sentir completamente mi espíritu. Pero... como dimos nuestra palabra, y como la palabra lamentablemente y en general, es lo único que tenemos, remontamos de nuevo el
barrilete y salimos a entregarnos a una de las aventuras más lindas y
desgastantes que hayamos vivido en India: “Un viaje en tren en general class, desde
Gokarna a Varanasi en el medio de los festejos de la Khumbhela”. ¡No se lo pierda!... Hasta entonces
y muchas gracias por leer.
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