4 jun 2010

Maputo de paso y un ansiado regreso a Tofo...

La característica basura de las calles de Maputo...
La experiencia de Ponta Do Ouro sirvió para terminar de confirmar que las cosas iban a ser difíciles, no sólo en términos de movilización, sino también en todos los aspectos culturales restantes. Cada pequeña cosa nos costaba muchísima energía y el desgaste que acarréabamos era mcuho, por lo que decidimos que en Maputo sólo nos quedaríamos un par de días solucionando los trámites burocráticos urgentes, y una vez terminado todo, nos intentaríamos fugar hacia la parte central del país.

Tofo era un paso obligado, y por lo que habíamos experimentado en nuestra visita previa, el mejor sitio para hacer una parada estratégica antes de continuar nuestro camino hacia lo desconocido. La última noche en Maputo, luego de pelear con cada uno de los edificios de migraciones para poder extender la visa, conocimos a David, Charlotte y Filippa, ingleses y suecos con los que de alguna u otra manera, terminaríamos compartiendo unos cuantos lugares y varias experiencias a lo largo del recorrido por la parte sur de África.

Vos tranca amigo...
Un Lugano maputense...
La característica basura de Maputo bis...
Así fue que abandonamos Maputo, queriéndolo muchísimo más el último día, pero más con el amor y el respeto que se le tiene a los muertos, ese tipo de sentimiento que te hace hablar bien por lo extremo de la situación, más que por el hecho de albergar un sentimiento genuino y real hacia el lugar, el que para ser francos es difícil, sucio, sin identidad, y condicionado por una humedad y un calor que hacen que todo se mueva a velocidad de tortuga.

Todo lo que nos llevamos de Maputo fueron como siempre los encuentros, el respeto, y el orgullo por todos aquellos que nos hicieron las cosas más fáciles. Esos pequeños momentos mágicos que estimulan la imaginación a la hora de acordarse de cualquier lugar. Quedamos en eterno agradecimiento y deuda con la familia chilena que nos brindó un hogar en Maputo, con Crispiano y todos sus amigos que colaboraron sacándonos del tedio, y con la poca, pero intensa amabilidad de algunos maputenses que se interesaron y trataron de alguna manera de colaborar con lo que se pueda. Vaya también el saludo para la barraca del Chileno Jorge y para el tano de Nampula que ofrecieron sus habitáculos antes de preguntar quiénes éramos.

En fin... le mandamos un mensaje a Linda, una de nuestras amigas en Tofo, quien muy generosamente nos invitó a vivir con ella en la casa que había alquilado con otro loco de todo lo "acuático" llamado Steve, un australiano de rastas, autóctono de Tofo durante los últimos cinco años. Como tantos otros casos que uno va registrando en el camino, el loco se había enamorado del lugar y estaba empezando con su propia empresa de snorkel y submarinismo. 

La casa resultó ser un espectáculo casi natural posando sobre unas lomas rodeadas por arena fina, a unos diez minutos del centro del pueblo, dentro de una mini aldea atorada de chozas y palmeras. Las noches eran hermosas. La luna aparecía siempre gigante por el pórtico de la casa. Exactamente en ese lugar se descorchaban las cervezas por las tardes, mientras Steve armaba unos hachicitos de respetable calidad... de esos que aflojan los huesos y desanudan los músculos. Un estado de relajación, que acompañado por las refrescantes brisas vespertinas, era el infaltable broche de oro para los tranquilos días Tofeños.

La mansión de Linda...
Una maravillosa imagen de Tofo...
La cocina de Linda...
Comodidades tropicales...
Durante la estadía conocimos y compartimos el tiempo con personajes de todos los colores y nacionalidades. Tofo es extremadamente chico, por lo que uno se encuentra cada cinco o veinte minutos máximo, con cualquier turista que ande por la zona. rápidamente llega ese momento en el que uno termina conociendo a medio pueblo y parece que hace años que vive en el lugar.

Para empezar nos topamos nuevamente con la troop inglesa/sueca, de las cuales lo más destacable al momento, son los exquisitos y puntillosos armados que David le propina a cualquier cosa que se pueda poner dentro de una seda. Un verdadero artista y perfeccionista del armado, con quien compartíamos el inexplicable placer de sentarnos a fumar uno. En segundo lugar conocimos a dos genias y hermosas israelitas, Netta y Anat, divina e increíble dupla que andaba dando vueltas por África sin planes, ni tiempos, ni idea porqué, pero con las que generamos una de las ondas más rápidas y recíprocas del todo el viaje.

Todos nos mezclábamos y encontrábamos en cada actividad que se realizara en cualquier parte del pueblo. Si había un cumpleaños, si se hacía una cena comunitaria, en la segunda fiesta de la luna llena, en cualquier recital o bar, etc. Todos éramos figuritas repetidas para todos, pero esto le daba un efecto de confidencialidad y de contención al entorno que lo transformaba en ameno y adictivo.

Tofinho, una de las playas de por ahí...

Como es fácil de suponer, casi todos los que pasamos por Tofo planeamos el mismo recorrido por el norte del país. Las variaciones pueden ser mínimas, ya que las rutas son escasas y los lugares que aparentemente valen la pena recorrer, para casi todos son los mismos. Así fue que la única despedida definitiva que tuvimos que enfrentar al momento de abandonar Tofo fue la de Linda y Steve, las dos personas que nos brindaron un hogar muy desinteresadamente y nos hicieron parte de la familia marítima.

Con todos los demás, en general era cuestión de días, y todas las miradas apuntaban a Vilankulos, lugar donde se encuentra el Archipiélago y Parque Nacional Bazaruto, uno de los destinos más famosos del país. Hacia allí nos lanzaríamos a dedo a las siete de la mañana, para descubrir, experimentar y desafiar cualquier jugada que nos tuviera preparada la impredecible ruta mozambicana. Se sentía como si hubiéramos pasado la etapa de transición de los meses vividos en Sudáfrica, y como si empezáramos nuevamente a viajar, ya más descansados y mucho más enfocados.

Excitados y con muchas ganas de vivir, recuerdo la espera de ese específico amanecer, para lanzarnos una vez más hacia no tenemos idea dónde. Hasta entonces y muchas gracias por leer y por estar...


Selva tropical...
Al costado del camino...
Hay equipo...
En la ruta de Ihambane a Tofo...

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