5 jun 2010

Mozambique sin rumbo… la batalla final... Primera parte...

Hijos del viento...
Minuciosamente fuimos preparando todo con el objetivo de salir nuevamente a la ruta antes de las cinco de la mañana. Estábamos contentos por la producción de los últimos días, y pasados un poco en delirantes por todo lo que nos tocaba ver y vivir en este loco y exhuberante país. Nuestra situación financiera había sufrido un problema mayor y decidimos que irnos sin pagar las últimas dos noches no resultaría un daño real, aunque claramente daba un poco de vergüenza, ya que lo que nos estábamos ahorrando era realmente una miseria. Arrinconados por la situación entonces y con la premisa en la cabeza de “el que guarda siempre tiene”, nos escabullimos como ratas de alcantarillas por las terrosas calles de Vilanculos, buscando muy apurados un camino que nos saque del pueblo antes de que el sol alumbre nuestro vergonzoso accionar.

Teníamos la vaga idea de hacer una parada en un pueblo llamado Inchope, lugar donde se bifurca la ruta para visitar el Parque Nacional Gorongosa, y pensar cuidadosamente si nos aventurábamos a la costa norte del país, ya que quedaba a más de un día de viaje y totalmente a trasmano para nuestra futura incursión a MalawiApenas llegamos a la primer estación de servicio, como por arte de magia, un mozambicano que estaba cargando nafta nos vió con todos los bolsos y sin que lo alertemos paró para ofrecernos un aventón hasta la ruta. Subimos a la caja de la camioneta y el viento empezó a despeinar nuevamente nuestro ajetreado camino hacia la nada. La sensación de libertad que se experimenta viajando en la caja de cualquier camioneta o camión, cuando ni siquiera se sabe del todo adónde uno va, debemos decir que es una de las cosas más recomendables de la vida.

Fuimos acarreados hasta una intersección donde paran casi todos los camioneros a ver si pueden hacer unos mangos, y rápidamente y sin contratiempos, logramos llegar a un arreglo para hacer de nuestro destino a Inchope una cuasi realidad. Algunos pocos meticales y un poco de charla mediante, nos dieron el pase a la cabina de un camión Frightliner modelo 2000. 

Los camiones del Chefe...
Como casi siempre sucede viajando en camiones, los kilómetros disminuían muy lentamente. A esta inquietante lentitud, le podemos sumar un calor que parecía guiarnos hasta algún tipo de atajo hacia el infierno. Como si esta fuera poco, viajábamos en malón con otros dos camiones, por lo que teníamos que frenar continuamente cada vez que algo le sucedía a cualquiera de los tres. Si no eran los rodamientos, era el peso, y sino alguna goma que se había pinchado.

Una de estas situaciones nos llevó a vararnos en un pintoresco pueblo llamado Muxungue. Un pequeño páramo repleto de cabras, gallinas, maní, y la mayor cantidad de ananás que vimos en nuestras vidas. Para agregarle un poco más de shock a la sorpresa, nos encontramos con nuestro amigo David algo indignado y maltrecho, ya que se le había fundido definitivamente el motor de su auto; por lo que no le quedaba otra opción para arrelgarlo que volver a Sudáfrica, luego de luchar incordiosamente con los mozambicanos y el remolque para arreglar un precio justo. A pesar de tod ello, nos convidó un poco de cabrito que le había sobrado del mediodía y nos hicimos el espacio para sentamos a fumar uno más.

David no pudiéndolo creer...
En Muxungue estuvimos unas dos horas observando anonadados cómo los camioneros se equivocaban una y otra vez al intentar poner la rueda. La paciencia se transformó en el ejercicio más difícil del mundo. El sol encarnaba a algún tipo de asesino serial piromaníaco. Contextualizado por este vertiginoso y extenuante panorama, apareció el jefe de la troop de camiones a querer cobrarnos el doble de lo que habíamos arreglado, pretendiendo un mal entendido desde el principio. Por suerte la avivada no pasó a mayores y muy civilizadamente logramos derribar los maléficos planes del Cheffe. Luego de despedirnos de David, festejamos con fuegos artificiales que pudieron poner la rueda y subimos a la cabina para seguir viaje por otras cuatro horas. Como era de esperarse, llegamos a Inchope con el último vestigio de sol y hechos una porquería de cansancio.

El paraíso del ananá...
Momento difícil bajo un calor aplastante...
La barraca de Muxungue...
Paramos la pelota un segundo e hicimos algunas averiguaciones por el tema del Parque Nacional Goronsosa, pero decidimos que el tema de ver animalitos no era para nada urgente, y treinta segundos más tarde, decidimos también que la parte norte de Mozambique la dejábamos para la segunda etapa del viaje, cuando luego del mundial Sudáfrica 2010 nos aventuráramos casi sin escalas hasta Tanzania. Así fue entonces que decidimos acercarnos hasta una ciudad llamada Chimoio, a menos de una hora en minicombi.

Con un hambre de post guerra y un cansancio post rutas mozambicanas, nos embarcamos en la minivan: ese huevito odioso en donde todos gritan, lleno de olores extraños que para a cada segundo por todo concepto, y matan de calor y deshidratación a todo ser vivo. Finalmente se hizo la luz y llegamos, pero lamentablemente y como siempre, en impropias horas como para conseguir un lugar para dormir. El as bajo la manga asomó rapidamente, por lo que encaramos directamente hacia la estación de bomberos de Chimoio, para con esto, ponerle el broche de oro a un día que nos venía ganando por afano.

Nos recibieron dos bomberos muy locos y "very far away from reality", pero que tenían toda la onda. Nos empezaron a actuar escenas de entrenamiento de bomberos en un idioma no identificado que nos querían enseñar. Nosotros lo único que intentábamos era no perder el marulo ni la paciencia, cosa que casi sucede, cuando nos dimos cuenta que los parantes de la carpa se habían roto durante el viaje. No les importó demasiado, y nos dijeron que nos tiremos donde queramos. 

No vimos mucho de Chimoio en esta primera instancia por ser de noche, pero para que se den una pequeña idea, el cuartel de bomberos no tiene agua corriente (bizarro), los mosquitos no entran en el aire, el baño huele un poco peor que los de "Constitu", y debido a que la carpa estaba renga, nos tuvimos que acomodar en el suelo. Lo bueno es ya no puede pasar nada peor. A pesar de tanto contratiempo enfatizado por el cansancio, nos sentimos muy agradecidos por haber conseguido un lugar para descansar para seguir avanzando. Así fue que Chimoio se transformó en nuestro siguiente desafío... vamos a ver qué pasa. ¡Hasta la próxima!


Realidad virtual versión Chimoio...
Bombero pura cepa...
El dudoso camión y la dudosa camioneta...
Las profundas siestas de Muxungue...

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