4 jun 2010

Ponta Do Ouro, un destino difícil para el mochilero rata...

Hacia Ponta do Ouro y más allá...
La casi imprevista visita de algunos amigos sudafricanos a las tierras Mozambicanas desencadenó una pronta y nueva partida hacia algún destino playero cercano a Maputo. Jandre, Heather y Rachel llegaron directo desde una reciente vida pasada a decir presente en el futuro, y con ello agregarle un poco de sal y pimienta a los tranquilos días de adaptación de este grupo de viaje reducido a dos personas.  

Todo empezó muy armoniosamente en el puerto de la ciudad de Maputo, pero como siempre nos pasa, recién ahí nos enteramos que el camino a "Ponta Do Ouro" es un tema bastante complicado que lo que pensábamos. Los barquitos del puerto fueron los encargados de darnos el primer envión y dejarnos cerca de la ruta que debíamos tomar hacia nuestro destino final. El placentero viajecito dura escasos veinte minutos, que este blog recomienda disfrutar, ya que cuando uno se baja se encuentra con unas mini combis, que por una muy discreta suma de dinero, te depositan, luego de alguna incierta cantidad de horas, en este famoso lugar de veraneo Sudafri/Mozambicano.

Resultó ser que nos metimos adentro de las combis probablemente el día más caluroso de la década, por lo cual el viaje desde el mismísimo comienzo se hizo absolutamente insoportable. A esta incomodidad podemos sumarle una ruta totalmente destruida en la que es imposible no rebotar para todos lados durante las tres o cuatro horas que dura el periplo. El horror de los medios de transportes Mozambicanos se hizo presente nuevamente, y muy lejos de ser un chiste, el viaje se hizo muy asfixiante y super extenuante. Luego de varios intentos de desmayos, varios litros de agua perdidos, y muchísimas puteadas internas que se iban calentando con el techo de chapa de la van, llegamos y gritamos victoria.

Ponta Do Ouro es un pequeño pueblito fronterizo costero, cuya primera y sorprendente credencial, es que maneja su economía en Rands y no en Meticales, síntoma y augurio de que todo iba a ser un tanto más caro y bastante más difícil para esta banda de ratones. No estábamos preparados en lo más mínimo para este cambio de filosofía, que en cierta manera generó algo de incomodidad y una especie de devaluación instantanea y muy triste de nuestro dinero. Sacamos la calculadora, hicimos las comparativas necesarias y nos empezamos a ajustar.

Artesanías Mozambicanas...
Al estar a diez minutos de la frontera con Sudáfrica, y al ser Sudáfrica un país bastante más próspero y desarrollado, los habitantes y comerciantes mozambicanos se ponen absolutamente sanguinarios a la hora de cobrar, hecho por demás entendible y hasta justificable. A esta incomodidad moral podemos sumarle que nadie tiene muchas intenciones de ayudar o dar información que ayude a abaratar la vida del turista.

Cuando empezamos a caminar por los alrededores caímos en cuentas que estábamos en esos pueblos de veraneo donde al turista se le quiere exprimir hasta el último centavo, y el que no viene preparado con sus propios elementos se jode y lo joden. Los mercados son absolutamente herméticos y manejan precios distintos para residentes y turistas, no hay cocina en los campings, y así, el millón de contratiempos y manipulaciones que en escasas horas te minan un poco los ánimos.

Existe una especie de mafia que te quiere forzar a comer en los restaurantes, que te asesina con el tipo de cambio y cualquier conversión de dinero, y el único refugio posible termina siendo una impresionante y hermosa playa que se lleva las doscientas calenturas que uno se va agarrando mientras intenta interactuar con el lugar. La gente es tan poco amable que roza la grosería en cada trato y aproximación que uno intenta. Hay olor a cierto resentimiento hacia todo lo que sea blanco de piel, y manejan un grado de ingenuidad que puedo sustentar a través de lo siguiente:


Alegría infinita...
La playa de Ponta...
Una noche decidí realizar una incursión al mercado con la decisión de no comprar nada que me intentaran vender con sobreprecio. Para esto lo primero que hice fue con mucha calma preguntar el valor de cada cosa a cada persona que la vendía, con lo que luego de unos quince minutos, logré diez valores reales de elementos básicos. Para hacer las averiguaciones utilicé un básico, pero comprensible portugués, al cual me respondían obviamente en portugués. Pero lo fantasmagórico fue que al mismo tiempo, entre ellos hablaban en portugués suponiendo que yo no los entendía, para ponerse de acuerdo sobre cuánto me iban a cobrar o qué me iban a decir. No sé si se creían que era otro tipo de portugués, o lo hablaban más rápido o le cambiaban la entonación, o simplemente están bien jodidos...

Ni me pude enojar antes de deprimirme y de soltar una risa. Zarasa... gracias a “dios” existe el mar, y afortunadamente con solo meterte y dejarte apachuchar por las olas las malas ondas desaparecen. De todos modos y más allá de las olas, el viento, y el posible sucumdum, Ponta Do Ouro no es un destino amable para mochileros señores. Si quiere aventurarse por estos lares, le recomendamos venir en una buena 4x4 y dinero suficiente como para no resignar salud a través de calenturas sin sentido. Seguiremos en pie y relatando todo lo que vaya sucediendo. Abrazos a todos y déjenme decirles por esta vez, no se muy bien porqué, que Argentina es uno de los lugares más privilegiados del universo. ¡Salud!

Del otro lado de las olas...
Foto de relleno...

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