20 dic 2013

Anjuna, electro Rusia y Living Legend...

Anjuna, playa, vacas y rusos...
Habíamos terminado de negociar el precio por la habitación, cuando justo reapareció un polaco que se nos intentaba unir, a estropear un poco el esfuerzo. Perteneciente a la tribu del “buen europeo que no se entera”, se puso a hablar sin preguntar nada, y en menos de tres segundos destruyó el arreglo, aumentando en un tercio el precio pactado originalmente. Negoció tan mal, que por el mismo proporcional, le tocaba dormir en el piso.

A varios europeos, y por qué no, a algunos australianos también, se les debería recordar al momento de tomarse un avión fuera de su país, que el resto del mundo no tiene ni euros, ni los mismos privilegios para conseguirlos, ya que los que usufructúan economías de otros continentes son principalmente Inglaterra, Francia, Alemania, EEUU y China. El caso de Suiza, Holanda y Bélgica, lo trataremos en algún otro capítulo.

Estoy muy seguro que esa simple advertencia nos ayudaría a conseguir un turismo un poco menos agresivo y más justo para todos en un corto período de tiempo. Hasta podría pasar que muchas personas se concienticen y le pidan a sus gobiernos por la descolonización económica de África, América y Asia. Párrafo contestatario de por medio entonces, pasemos a lo que sigue...


Habitación a precio indio...
Nuestro patio en Anjuna...
Acomodamos rápidamente los bártulos, arreglamos con la señora para nos provea un poco de agua caliente para preparar nuestro lujoso café vietnamita por las mañanas, e inauguramos la temporada de duchas frías a toda hora. Al mismo tiempo empezamos a separar y a regalar también una buena cantidad de ropa que ya no necesitábamos en la mochila. Con todo lo menos importante resuelto, empezamos a pensar en lo mucho más importante, que era volver a fumar porro. En este caso estamos hablando del famoso hash y no de la famosa marihuana, que es un poquito más opiáceo y te deja todo el cuerpo bastante relajado y la cabeza calma que te calma. Además, salvo extremas excepciones, en India es muy accesible y de muy buena calidad, por lo que una vez estando aquí, hubiera sido un pecado no comprarse una buena bochita y dedicarse a la fumata deliberada.

A lo importante...
Entonces, conscientes que Vico es un rasta man, salimos del hotel, doblamos en la esquina, y el primer y único tipo que vimos en diez cuadras a la redonda, tenía bolitas de hachís de todas las gamas de marrones pegadas debajo de una pequeña mesa. A juzgar por el precio, Anjuna parecía ser mucho más turístico que el resto de los lugares que había visitado en India. Ruegos y negociaciones mediantes y... “prendete uno que vamos a meterle un poco de punch a este pueblito”.

Es claro que si el mundo entero fumara porro, el mundo entero sería mejor... Eso ni lo dude señor presidente. Inclusive las sensaciones del recuerdo son más estables, más calmas y más benevolentes. Aun así, y aunque lleno de recuerdos e impresiones jocosas “light”, no me sale otra que decir que Anjuna es raro, extremadamente raro... un pueblo muy poco definido y con los espacios totalmente desmembrados.

Caminando por Anjuna...
Venta artesanal en la playa...
Aunque es grande, ese detalle casi ni se nota. Lo que sí se nota y resalta instantáneamente es que está invadido por rusos. Sí, por rusos. Por rusos de Rusia. Por rusos que hablan ruso en India y que se mueven por todos lados en motos. Rusos que al parecer pertenecen a una pseudo mafia que tienen muchas inversiones en el lugar, y que como si Anjuna fuera parte de Rusia, la habitan bajo sus propias leyes, con un aura que podríamos tildar de "mini pesuti". Los gestos en sus caras son de la onda “no me jodas”, aunque no son agresivos en absoluto. Solamente portan esos gestos latinos de esquina sufrida que te advierte que “mejor no”.

Curiosamente ya había visto esta misma situación en Hurgada, una ciudad en la costa del Mar Rojo egipcio. Instantáneamente empecé a cuestionarme: ¿con qué criterio eligen los rusos estos lugares fuera de Rusia para semi usurpar? Rápidamente encontré como variables análogas: la pobreza, la clandestinidad, y la ignorancia, mezcladas con una mucho más que probable y deliberada corrupción gubernamental. Pero por favor no repita nada de lo que lee, ni le de bola a estos comentarios aburridos, porque es muy posible que sean tan sólo ideas mías.

Anjuna multicolor...
Playa indo-rusa...


Nos costó bastante encontrar lugares para comer a precio indio. La mayor parte de la comida disponible se servía en restaurantes semi extranjeros, en donde un simple “thali”, que en general se suele pagar entre 20 y 50 rupias, lo pretendían cobrar 150. Inaudito. Si hay un país en el mundo que tiene comida callejera de sobra, en cada esquina, y a precios extremadamente razonables, se llama India. Finalmente logramos encontrar el famoso bolichón que servía sanguchitos de diferentes calañas. Muy simples, muy baratos, y bastante gustosos. Otro poco de massala chai y dale que va. Era como la cantina de Arnoldo, pero al aire libre... ese lugar donde todos los días se encuentra la gente del barrio a llenar un poco la panza y a compartir un poco la vida. En esta entrañable fondita, tuvimos la suerte de encontrarnos con uno de los personajes más renombrados y recordados en las post-charlas de este paso por India.

Club social y deportivo Anjuna...
Era de esas personas que naturalmente captan la atención. De ese tipo de ser humano que por culpa de un aura privilegiada, de su forma de moverse, y de su ímpetu al andar; haga lo que haga, se vista como se vista, y viva donde viva, seguirá llamando la atención. Como si todo esto fuera poco, y para robarnos otro poco de admiración y desatar los aplausos contenidos en la "popu", en algún momento se levantó y salió del bar caminando justo delante de nuestra mirada, y mientras se alejaba muy impunemente por las apacibles calles de tierra, caimos en cuentas que la remera que tenía pegada al cuerpo, llevaba en la espalda la inscripción: “Living Legend”.

Precisamente eso era lo que el tipo emanaba de los gestos de su cara y del resto de sus movimientos. “Living Legend” se alimentaba a base de sanguches de ají. Era una persona pobre, y aunque siempre igual, y siempre con la misma ropa, se podía dar el lujo de vestir orgullosamente una remera que llevaba la inscripción: “Living Legend”; sabiendo que le calzaba mejor que a nadie y lo representaba como a pocos. Veo que no voy a lograr trasladar el conjunto de emociones que me invaden al recordarlo; solo me resta decir que en aquellos escasos segundos desarrollé un cariño bastante irracional por ése incognoscible ser humano.

Atardecer en las playas de Anjuna I...
Atardecer en las playas de Anjuna II...
Anjuna entonces, además de albergar personajes legendarios, es un mundo electro-playero que se reparte el tiempo entre la nada misma y fiestas trance, donde la gente intenta revivir el espíritu del hipismo setentoso, pero en una versión 3.0 muy desmejorada. Mucho reviente, bastante LSD, y muchas manos “cortando formas” hasta alguna hora de la madrugada. Podemos concluir muy fácilmente que a Anjuna le falta un poco de amor y le sobra un poco de fiesta.

Lo que me hace acordar que en algún momento pasé a visitar a Bonnie, que estaba mucho más australiana que hacía dos años atrás, e inmersa en un contexto como el que acabo de describir, con gente como la que acabo de describir. Como me sentí muy descontextualizado e incómodo, me tomé algo de un balde que constantemente me convidaban, le di un abrazo muy fuerte, y pospuse para siempre las expectativas de un encuentro que emocionalmente tenía cero chances de volver a suceder. Lógica pura flotando en el ambiente y good show...

Electro-playa en Anjuna...
El tiempo por las mañanas lo utilizamos para fumar “un porro más”, frase que escuchaba repetir con frecuencia hasta eso de las dos o tres de la tarde. Tomábamos café, a veces salíamos a comprar fruta, galletitas dulces, o cualquier cosa que hubiera disponible en el puestito de la esquina. El resto del tiempo lo gastamos entre caminitos y caminatas, intentando encontrar la India perdida por todos los rincones de la ciudad. Campo traviesa, playa, calles que llevaban a ningún lugar...

Aun nos estábamos descascarando, cambiando las energías, entendiendo de dónde veníamos y hacia dónde queríamos ir. Estábamos flaquitos como pocas veces, lentejas, como muy desorientados y bajo estimulados. Por suerte, el polaco que teníamos metido en cuarto nos dejó de recuerdo un billete polaco, desalojó la habitación para siempre y huyó intempestivamente hacia un mundo mejor. Sin buscar demasiado encontramos una Argentina recién casada con un indio, quien ya estaba pasándolo medio mal y la estaba matando el arrepentimiento. En fin... memorias que van llegando...

Caminatas playeras...
Feria semanal de la playa de Anjuna...
Anjuna es una especie de “no lugar” que ocupa espacio en la memoria. Recuerdo los modos y la cara de la señora que nos alquilaba el cuarto. Recuerdo la cara de un ruso que en la noche nos vino a preguntar algo y nos habló en ruso. Recuerdo a algunas personas advirtiéndonos que entre las malezas podía haber víboras. Recuerdo un esfuerzo enorme para enfrentar el sol, y un montón de porros que le devolvían el sentido a la vida. Recuerdo a Bonnie muy australiana y a Vico que me interrumpía los pensamientos diciéndome que era “Zeziosa”. Me hacía reír mucho el forrazo.

Anjuna es un recuerdo demasiado fugaz y escondido, dignificado por el sentimiento que me genera “Living Legend” y el parador de comida, que sin dudas fueron lo más genuino que me llevé. Cuando ya todo era en vano, decidimos salir del estado hipnótico y onírico del hash, y salir al encuentro de nuestra hermosa Rubia perdida por Arambol. Gracias por leer y hasta entonces. Si no los maté del aburrimiento, los espero en el próximo capítulo.

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