20 dic 2013

Beijing, Una visita a la "Gran Muralla China" en Badaling...

Terceto victorioso en la Gran Muralla China...
Me desperté lidiando con ese agitador interno que cada tanto te patea los sueños: “Hoy es un día importante querido. Dale, arriba, levantate”. Claro, uno no va todos los días a la Muralla China, pero con el tornillo que hace a la mañana en Beijing, aunque sea la primera y única vez en la vida, uno lo piensa muy minuciosamente. No es un tema menor ni fácil como usted imagina sentado del otro lado del ordenador. Es una “excursión” a unos cuantos kilómetros de distancia de Beijing, que se puede traducir en muchas horas a la intemperie con nieve, viento, frío... y muy posiblemente un poco de hambre y sus incomodidades anexas. Como si esto fuera poco, Vico no soporta el frío, y la Rubia no nos banca más; así que esta decisión, aparentemente tan obvia, de ir de visita a la muralla más famosa del mundo en alguna madrugada chinesca, se puede volver un poco más enroscada.

De todas formas, luego de un muy breve pero arduo debate interno, nos auto cacheteamos y decretamos: "que si era una sola vez en la vida, todo más que bien... Dejemos las excusas de lado y sincronicemos los relojes para despertarnos a las seis. Crucemos al baño público a lavarnos los dientes y de paso fumarnos el meo milenario de infinitos chinos impregnado en la paredes, y quedemos bien despiertos para emprender nuestro audaz camino hacia una de las obras arquitectónicas más llamativas de la historia de la humanidad”. Con tanto plan, sólo restaba rastrillar hasta la última ropa que no tuviéramos en las mochilas, vestirlas imaginariamente unas sobre las otras, y no conforme con esto, agarrar las bolsas de dormir para usarlas como frazadas. Termo, tentempiés, frutas, café en sobrecitos... y ahora sí: “Muralla: preparate... Te vamos a cagar a cascotazos”.

Un poco de la panorámica de Badaling...
Salimos con las ideas claras y un plan afinadísimo, hechos que por desgracia no nos iban a servir de un carajo. Suele suceder en los viajes (y en la vida en general) que si uno planea detalladamente un día para que sea “perfecto”, ese día corre serios riesgos de transformarse en una porquería. Claro está que es todo culpa de las expectativas que interfieren. Lo único que nos funcionó del "infalible" plan que elucubramos, fue el primer subte hasta llegar a la estación de tren. Desde allí pretendíamos abordar un tren para transitar los ochenta kilómetros que nos separaban de “Badaling”, una de las zonas más visitadas de la muralla, y la que habíamos elegido en ésta, nuestra única ocasión en la vida. “No, hoy el tren no sale hasta las 11 horas”, a lo que respondimos muy seriamente: “Entonces le pedimos por favor que agregue un tren ya mismo”.

El chino no se rió. Primero porque no era un chiste, y segundo porque no entendía español, pero consiguió sacarnos de encima indicándonos dónde quedaba la estación de buses que podía socorrer nuestras pretensiones. Un poco de ofuscamiento y desilusión, una sórdida y molesta caminata entre mares de gente, y por fin llegamos a la bendita parada. Como era de esperar, intentando encontrar el colectivo indicado, nos topamos con “Don Turismo”, ese ente que tiende a tratar a las personas con una energía símil a “rebaño-ganado dador de dinero”, y que además de haber perdido la sensibilidad, es lo que sin escalas podríamos denominar: “un pelotudo a cuerda”. Discutimos un poquito por la plata, otro poquito por los tiempos, y otro poquito por vaya uno a saber qué carajos. Ya ni me acuerdo si teníamos razón. Lo importante fue que logramos encontrar el bendito colectivo y que íbamos a llegar bien tempranito a la muralla.

Alrededores de la Muralla China...
El viaje finalmente duró alrededor de una hora. Para nuestra gran sorpresa éramos los únicos occidentales en algunos kilómetros a la redonda. El colectivo nos dejó en las inmediaciones del complejo. “¿Y ahora?”. Hicimos un primer paneo y el lugar nos enamoró sin siquiera esforzarse. Aunque lleno de nieve y de frío por todos lados, también lleno de magia y de ladrillos apilados uno sobre el otro por algo así como 21000 kilómetros. No sabíamos ni dónde quedaba la entrada. Había carteles que prohibían ir en algunas direcciones, y como siempre, exactamente en esas direcciones íbamos nosotros; primero porque el mundo ya entendió que todo lo prohibido, o es mejor, o te llena de libertad, pero más que nada porque casi la totalidad de las veces, por esos caminos existe la posibilidad de no pagar. Mientras investigábamos esta posibilidad mágica entonces, nos echaban y nos mandaban de vuelta a puro gesto de manito. Al final desistimos, decidimos "civilizarnos" y nos fuimos a buscar la entrada principal.

La entrada principal de la Muralla China en Badaling...
Sólo cuando uno vive y experimenta en primera persona en este tipo de maravillas mundiales, termina de entender realmente qué es lo que hace al sitio tan especial. A uno le puede pasar de pensar: “Bueno, una muralla larga. Debe estar buena, pero tampoco la pavada”. Bueno, la Muralla China además de ser larga, la rompe en millones de ínfimos y hermosos cristales de armonía y hermosura que decoran al unísono la vida. Algunos impresionantes datos se pueden investigar en este link, pero lo que me sale decir al ver esta locura en primer plano es que los chinos se fueron literalmente al carajo. La longitud del segmento de la muralla en Badaling es de alrededor de tres kilómetros. Esos tres kilómetros son un parque de diversiones arquitectónico, contextualizado por un paisaje en el que si te das vuelta medio segundo se te pierden los sentidos. Inmensidad, inconmensurabilidad, hermosura y rock de la nieve.

La Gran Muralla China, laberinto de piedra infinito...
Un poco más de cerca...
Es mentira que la Muralla China se puede ver desde el espacio...
Panorámica número uno...
Panorámica número dos...


Si a todo este cóctel de inabarcabilidad sensorial le agregamos muchos chinos turistas que se intentan sacar fotos permanentemente con occidentales, y un poco de porrito a escondidas de la policía, seguramente estamos hablando de la alquimia perfecta para robarle un evento memorable a la vida. Había chinos en remeras de mangas cortas. Había carteles en chino. Gente hablando chino. Montañas chinas y teleféricos que pasaban por los costados. El día se hizo de goma y se amoldaba a nuestros estados de ánimo. Subimos y bajamos ciento veintiocho mil escalones.

Chino turista amigo...
Ciento veintiocho mil escalones...
Torres de vigilancia milenarias...
Serpentea...
Caminamos todos los pasadizos que encontramos, y hasta tuvimos la lucidez de buscar un lindo lugar para observar la puesta del sol. El día se deshizo, se esfumó, se voló y se disolvió. No tengo idea qué fue lo que pasó hasta que caímos en cuentas que nos estábamos quedando solos y que los chinitos habían comenzado el exilio hacia un mundo más lleno de calor. La experiencia la recuerdo como un intenso viaje al final de la retina... navegando entre risas, frío y sensaciones internas de alto vuelo.

Pasadizos que llevan a la Rubia...
Atardecer...
Anochecer...
En algún momento tuvimos que espabilar e iniciar una muy rápida retirada. Cuando llegamos a la entrada principal nos dimos cuenta que estábamos literalmente solos y abandonados... como Lito Nebia en su balsa. No había una sola persona en toda la periferia. No había autos, ni colectivos, ni chinos. "¿Y ahora?". Se las hago corta: nos salvó la policía. Aunque usted no lo crea pasó un patrullero por la ruta mientras caminábamos sin rumbo. Frenaron y conseguimos hacerle entender que necesitábamos llegar hasta la estación de tren para volver a Beijing. Muy serviciales y con cara de muy buena gente decidieron hacernos los favores. El penúltimo tren del día estaba por llegar en diez minutos. Compramos los tickets, y muy tranquila y apaciblemente, la magia fue llegando a su fin... sin resaca.

Un día perdido en el tiempo... Aquella vez que fuimos a la gran Muralla China... Reveo las fotos y todavía me cuesta creerlo. Gracias de nuevo a este par de rubios extremos. Es un buen momento para decirles que se los extraña y que se los quiere mucho. ¡Salud!

La Muralla China perdida en el tiempo...

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