20 dic 2013

Siem Reap, motochorros y ladrones varios...

Village Garden Guesthouse...
Lo mejor y más barato del turismo en Siem Reap...
A Siem Reap llegamos bien entrada la noche. Un colectivo nos abandonó en una estación en la que no nos podíamos ver la mano de lo oscura que estaba. Por otro lado, parecía ser el día mundial del "moto taxi"... Miles y miles de trabajadores del traslado gritaban precios en dólares, mientras intentaban meter gente medio de prepo adentro de alguno de los vehículos. En menos de tres minutos lograron su cometido. No tuve tiempo de terminar de revisar que la mochila estuviera completa, que ya no quedaba una sola persona en la estación. Cómo serán de efectivos estos tacheros camboyanos, que nadie se tomó un respiro para entender adónde estaba, adónde iba, o cuánto costaba. Nada.

La gente que se sube a un taxi sin averiguar nada me resulta difícil de entender. No sabía si sentirme pobre y desdichado, o el último eslabón de la resistencia revolucionaria anti tachero. Por suerte esas sensaciones extremistas duraron solo unos pocos segundos. En un momento me acordé que lo que realmente no me gusta es regalar la plata, y mucho menos aún caer en la arrogancia cuando la utilizo. Confirmamos que estábamos a cuatro kilómetros del centro de la ciudad, y con ese dato en la cabeza, nos pusimos a negociar el viaje con uno de los pocos motonautas que se había quedado sin clientela. Cuando logramos un precio "semi justo", nos montamos en su corcel motorizado y nos mandamos a mudar.

Centro turístico de Siem Reap...
Algunos motochorros y algunos laburantes...


El motochorro, en vez de llevarnos directamente a la ciudad, nos llevó primero a un hotel “barato”... que no habíamos solicitado, pero en el que nos estaban “esperando” con los brazos muy abiertos y una enorme sonrisa. El señor a cargo nos quería cobrar el equivalente a unos diez dólares por noche por persona, lo que significaba que estaba unas cinco veces por encima de nuestro presupuesto promedio. Luego de decir “NO” muy firme y sostenidamente, el moto amigo desistió, y finalmente logramos que nos dejara en zona. Le dimos las gracias, nos bajamos en alguna esquina céntrica, juntamos todos los bolsos, y nos empezamos a mover.

Turnándonos, dimos vueltas por cada una de las opciones hoteleras de Siem Reap, entre las que no encontramos nada por menos de siete dólares por persona. El único lugar que ofrecía camas a un dólar la noche era el Garden Village Guesthouse, que como era lógico de esperar, estaba totalmente desbordado de gente. A pesar de ello, logramos que nos dejaran tirar las mochilas en uno de sus armarios, y nos anotamos en la lista de espera para la mañana siguiente. Con el tema del alojamiento en stand by entonces, salimos a intentar poner fin a nuestra desnutrida y famélica realidad.

Recepción del Garden Village Guest House...
Habitaciones baratas...
Compramos todo lo factiblemente masticable que encontramos en “Huy Meng Minimarket”. Todavía me acuerdo del nombre... y de esos sándwiches de jamón y queso que no veíamos desde el verano del 92’. Jugos, azúcares, carbohidratos, lípidos, proteínas, minerales, todo lo que pudiéramos tragar. Muchas cadenas químicas de vida, transformadas en bocados ricos y nutritivos. Con la panza llena y el corazón contento, no nos quedó más que nos lanzarnos a la búsqueda de un rincón con la menor cantidad de mosquitos posibles, para intentar descansar durante las cuatro horas que faltaban para el éxodo matutino de turistas.

Zona céntrica... en la esquina el "Huy Meng Minimarket"...
Encontramos unos bancos de piedra a un costado de una de las calles aledañas. Bancos de piedra duros, pero ciertamente cómodos y muy bien ubicados. Nos estiramos y nos relajamos para que los mosquitos nos piquen un poco más tranquilos. Entre charla y charla, y risa y sonrisa, nos fuimos enmudeciendo de a poco, intentando conciliar un sueño largamente postergado por las contingencias del viaje. Mientras tanto, Siem Reap se dejaba caer en ese período de letargo nocturno en el que desciende la temperatura, y la actividad y el ambiente se abarrotan de paz. Ese sagrado momento en que la pausa completa de una ciudad marca el verdadero cambio de día.

Con la mente estancada en un perpetuo estado alfa, recuerdo empezar a soñar con que alguien me revisaba la riñonera. Recuerdo también que el sueño se empezó a hacer intenso y desesperado hasta llegar a ese punto en el que uno se auto fuerza a despertarse para evitar que la amenaza del sueño se consume. Estaba durmiendo boca arriba, con la espalda recostada en el banco de piedra. Cuando entre abrí mis pegoteados y cansados ojos, muy implacenteramente me topé con una cara de un extraño camboyano respirando muy cerca de la mía. Mientras mis pupilas intentaban hacer foco, noté que la expresión de esa cara empezaba a entender que se había metido en problemas. Desde la frente hasta la pera, los gestos se le fueron ajustando uno a uno y en cadena...

A su vez, la mano que parecía ser parte del mismo cuerpo que aquella cara, efectivamente estaba hurgando dentro de mi riñonera. Como consecuencia del cagazo que me produjo despertarme en Siem Reap con la cara de un desconocido tan en primer plano y hurgando entre mis cosas, mi realidad se frisó por un instante. En la cara del desconocido también se notaba una especie de congelamiento culposo que quedaba a la espera de alguna reacción poco amistosa, por no decir, bastante violenta. La expresión se podría describir como el típico: “Oh, Oooh. Me pareció ver un lindo gatito”.

Para romper un poco el hielo y conocernos mejor, lo primero y único que me salió fue un grito de alarma que conjugaba sorpresa, miedo, violencia y sed de venganza en partes iguales. Luego del grito me incorporé y salté sobre el intruso con esa furia que brota sólo en esos momentos en que obligatoriamente se debe reaccionar muy rápido; y en la que por no saber cuál es la exacta situación que se está enfrentando, uno se dispone a utilizar toda la violencia que sea necesaria. Por suerte entraron de lleno un par de toques en diferentes partes de la cabeza, y la situación se terminó rematando con dos o tres patadas al pecho y a la moto en la que se pretendía escapar. El "amigo" rápidamente tiró la toalla y se quedó inmóvil y sumiso al costado de la calle.

Para esa instancia Vico y Martín ya se habían incorporado para frenarme la desesperación por cometer actos de violencia más encarnizados. Por suerte Vico, mientras se hacía cargo de la situación, me pegó dos gritos y me ordenó retirarme. El tipito tuvo la mala suerte que se le caiga el celular al piso. Lo levanté y me lo puse en el bolsillo. El “mano larga” me empezó a pedir que por lo menos le devuelva el chip, y como soy un tremendo pelotudo, pasé de un sentimiento de bronca extrema a una absurda e inexplicable semi-compasión. De todas formas decidí no devolverle nada. Muy amablemente le pedimos que se retire y le pusimos punto final a la situación.

El mercado nocturno...
Puestos de chucherías turísticas...
Esta fue la primera anécdota y el recibimiento de Siem Reap, un lugar turístico más, de esos que contrastan con un país cuya realidad es la pobreza. Mucho choque cultural, y mucha diversión creada y forzada para el extranjero. Mucha necesidad de usufructuar al visitante, y mucho visitante inconsciente y poco atento a la realidad de Cambodia. Los días simplemente transcurrieron ahorrando energías para la programada e histórica visita a las ruinas de Angkor Wat. Intentamos mantenernos lo más al margen posible de todo lo que ocurría en Siem Reap. La procesión, en esta parte del viaje, iba por dentro.

Estábamos muy cerca de cerrar un buena parte del recorrido que nos habíamos propuesto post filmación en China. Empezábamos lentamente a respirar una de esas victorias muy costosas y muy trabajadas. Como muchas otras veces, era momento de dejar que todo se transforme en aprendizaje y en sentimientos a través del tiempo. Para coronar esta etapa que nos llevó por algunos vericuetos del sudeste asiático, sólo restaba decidir entonces qué día visitaríamos Angkor Wat.

Hasta esa maravilla del mundo es donde nos llevará el próximo capítulo. Lo invitamos, lo esperamos y gracias por leer.

(Algunas de las fotos para ilustrar este post fueron bajadas de internet)

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