20 dic 2013

Ho Chi Minh, un ida y vuelta hasta los túneles de Cu Chi...

Bienvenidos a los Cu Chi Tunnels...
“¿Vale la pena ir hasta los túneles de Cu-Chi?”... Como la vida pareciera ser ese evento que sucede mientras uno intenta descubrir qué sentido tiene hacer las cosas que hace todos los días, antes de responder bostezo... y recuerdo que estábamos parados exactamente en el borde de esa insoportable disyuntiva, especulando con variables como el tiempo y el dinero a invertir para hacer viable la excursión; con un “Sí” que se veía algo contrarrestado por una ligera vagancia, y con “No” en guerra perpetua con la curiosidad.

De esos momentos en que uno se siente obligado a jugársela y tomar una decisión, pero los sentimientos son muchísimo más parecidos a un “So” o un “Ni”, y cada vez que uno intenta una respuesta certera, se interpone el arrepentimiento anticipado. Conscientes que hay personas que se pasan la vida entera en este nefasto estado de indecisión, concluimos: “Má si... A ver amigo asiático, dame esa motito, la barata, que me voy a ver qué onda esos túneles de Cu-Chi.

Setenta kilómetros en ciclomotor por una ruta vietnamita. Espectacular y flashero. Mientras Vico manejaba, de a poco se me fueron aglutinando los sentimientos en los poros; y a medida que el calor fue aumentando, los empecé a transpirar... lentamente, como derretidos, en forma de imperceptibles pero constantes chorros emocionales viscosos que se deslizaban por el cuerpo... escurriéndose, hasta que finalmente caían a una ruta que muy rápidamente los iba dejando atrás.

Ese momento lisérgico que suele irrumpir la vida. Esa especie de extrañamiento del mundo donde la construcción de la realidad es una vil mentira, y la luz que ilumina el cuadro es la del viaje de Chihiro. Como metido dentro de una burbuja que flota en una dimensión cosmogónica distinta, por momentos más real, pero lógicamente más inestable, que te arrastra hasta estados desconocidos, de los que muchas veces se tiende naturalmente a huir, por ese irracional, pero entendible miedo a no poder volver.

Esos momentos que se ponen gomosos al recordarlos, y en los que incrédulamente uno se pregunta: “¡¿Qué carajo está pasando acá?!”. Ante la posibilidad de una respuesta que no estamos dispuestos a escuchar, nos vemos casi obligados a forzar ese fuerte pestañeo que le cierra las puertas al pensamiento, y por fin nos devuelve al lugar seguro y a la consensuada realidad en la que vivimos... la que constante y eternamente se rematerializa... la que no sabemos frenar, ni dejar de reproducir en la conciencia.

Tengo la presunción que luego de la irrupción de este tipo de momentos, uno ya no es el mismo que era escasos segundos atrás. Como un reloj de arena que alguien abruptamente da vuelta, como una etapa que se termina. “Abracadabra”. “¿Era realmente yo el que estaba en Vietnam?”, porque lo recuerdo perfectamente, pero por momentos también me parece imposible.

En fin, pestañé fuertemente entonces y recrudeció en el ambiente el esquizofrénico ruido del ciclomotor. La realidad estaba en el mismo lugar, firme y consistente. Vico efectivamente era muy rubio y tenía rastas...  entonces... “metele que son pastele”. Acelerá derechito hacia la ilusión que alimenta la idea de escapar de lo conocido... y de viajar hacia lo desconocido hasta reducir la conciencia del ser a millones de irreconocibles pedacitos.

Bueno, en fin... llegamos. Los túneles de Cu-chi evidentemente son túneles. Las explicaciones mayores van al link, aunque voy a comentar un par de cosas mientras trato de restaurar un poco la experiencia. Al llegar uno deja la moto en un estacionamiento muy Cu-Chi, preparado para que muchas personas puedan Cu-chichear al mismo tiempo. Cataplush... “Hoy me siento gracioso”.

En una ventanilla clandestina alguien te pide un poco de plata para facilitarte el ingreso a un predio que está en el medio de la selva y a la vera del Río Saigón... que por cierto es un río 100% rock, como el Nilo, el Amazonas, o el Mekong. Ríos rockeros con mucha historia mediante entonces, te recibe un vietnamita muy guía turístico, y con el primer contacto visual uno ya percibe que todo el recorrido es un chamuyo armado, que ni él sabe cómo te va a mantener interesado más de cinco minutos, y que muy probablemente te va a pedir propina al terminar.

El mapa de actividades de los túneles de Cu Chi...
Nuestro dudoso guía en Cu Chi... Selva y Rock milenario vietnamita...
El recorrido dura aproximadamente una hora. No es ni demasiado divertido, ni demasiado espectacular, pero nutre a la imaginación con muchos elementos, para que arme un cuadro bastante realista de cómo es pelear una guerra en el medio de la selva. Todavía están las trampas en el piso, los cráteres de las bombas a la vista y las armas que utilizaban los vietnamitas a disposición. Todo ello reforzado por un fuerte contenido fotográfico y por réplicas de los búnkeres que se construían dentro de los túneles, de las salas de operaciones debajo de la tierra, de los escondites super secretos, y varios otros etc.

El sistema de túneles, más que sumamente increíble, es sumamente alucinante. Son muchísimos kilómetros de laberínticas excavaciones subterráneas que desembocan en diferentes partes de la selva y en el cauce el río Saigón, con el tamaño justo para que un vietnamita pueda caminarlo agachado sin hacer esfuerzo físico extra. Nosotros, debido a nuestra contextura física blancoccidental, teníamos que caminar muy agachados, por lo que no podíamos hacer cinco metros sin rompernos la espalda o morirnos del dolor en los cuádriceps.

El tamaño de los túneles de Cu Chi...
Trampa conservada en su lugar original...
Uno de los ejemplos de trampas utilizadas en la selva de Vietnam...
No vayas a meter la pata...



Básicamente, el relato se centra en cómo se desarrollaba y se llevaba adelante una vida bajo tierra; en cómo los vietnamitas se fueron al carajo y se recibieron de excavadores profesionales... connotando en ello una indeclinable voluntad de querer seguir comandando su propio destino. Gente valiente, inteligente, y con mucho amor propio. Con el correr de los años, como muchos otros países, tranzaron, pero esas ya son cosas de la globalización y de un mundo todavía un poco peor.

En un momento la caminata llegó a su fin, y un evento muy turisto de comida “étnica”, hace las veces de lo que comúnmente llamaríamos “La cereza del postre”. Lamentablemente la cereza no es cereza y el postre no existe, porque ahí nomás te enfrentan con una muy indecorosa cacerola llena de yuca hervida que intentan "vendértela" como el alimento exótico por excelencia. Uno no sabe si aventurarse a picotear porque se percibe que es el señuelo que deja caer la ficha de “Dale, tirate una propina”. En fin... somos muy ratas...

Ejemplos de la vida diaria en los túneles de Cu Chi...
Fotos reales... Nacimientos, escuadrón de mujeres, cirugías...
Sala de reuniones dentro de los túneles de Cu Chi...
Minas y trabajo en los túneles...
Luego que se retira el señor guía turístico, uno puede dedicarse a recorrer el resto del predio por su cuenta. El lugar está muy bien armado. Cuenta con muchas salas y salones dedicados a diferentes cosas... Museos, Ho Chi Minh, caminitos lindos, etc., hasta que se llega a un lugar en el que se publicita un "campo de tiro" en donde experimentar la sensación de disparar algún rifle o alguna ametralladora de guerra...

Les tengo que decir la verdad, me pareció un poquito perverso. Había que pagar algún dinero extra. No sé, con ese evento “Cu Chi tunnels” me dejó un poco más confundido que de costumbre. Finalizando la excursión se puede acceder al “templo de la memoria” a los caídos, un lugar muy pintoresco, rodeado por hermosos jardines que adornan las orillas del Río Saigón. Sacamos unas fotitos, le dimos un aprobado sobresaliente a Cu Chi y empezamos a pensar en emprender la vuelta.

La sala dedicada a Ho Chi Minh...
La galería de armas caseras...
Hacia el confuso y extraño evento de los tiros...
Templo de la Memoria...
Jardines en el Templo de la Memoria...
Detalles en la arquitectura...
Me tocaba manejar a mí. Igual que a la ida, pero de vuelta. De los túneles de Cu Chi me llevé un poco de sufrimiento humano. Volví a no entender la guerra... y no lo digo en el aspecto geopolítico expansionista enfermo y dominante que lleva a países trastornados política y económicamente como EEUU o Inglaterra, a sumergir al mundo en estas atrocidades siniestras y decadentes; sino a esto de invasor, de invadido, de humanos matando a otros humanos, de gente horrible con el alma vacía que es capaz de sobreponerse a las esencias más hermosas, y que no contento con ello, busca destruirlas, arruinarlas y desvalorizarlas. ¿Cómo un ser humano es capaz de causarle tanto dolor y tanta miseria a otro ser humano?, me parece un misterio mucho más profundo que el Big Bang. No pude pensar mucho más, ni quise realmente extenderme, porque el resto del tiempo del viaje me lo pasé muy concentrado tratando de no chocarme con las dos mil motitos que tenía alrededor.

El balance de la excursión a Cu Chi fue muy bueno y la experiencia en Ho Chi Minh bastante intensa. El reloj empezaba a decir que se iba haciendo tiempo de cruzar para Cambodia. Empezamos a sincronizar los relojes y las direcciones. Aún nos quedaba solucionar el tema del bendito trabajo en Nigeria. A trabajar en esa dirección entonces... Hasta la próxima y gracias por leer.

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