20 dic 2013

De Mumbai a Anjuna, rumbo a una India desconocida...

Camino a las playas de Goa... Anjuna...
Quizás lo mejor para resumir la llegada, sea afirmar y reafirmar que aterrizar en India se convierte en una fiesta para los sentidos. Nos estamparon el sello de bienvenida alrededor de las cuatro de la tarde en el aeropuerto internacional de Mumbai. Salimos por la puerta grande, cambiamos un poco de dinero y quedamos listos para empezar a tomar decisiones. Como era la primera vez que Vico viajaba a India, y la segunda vez para mí, muy salomónicamente consensuamos que el destino inaugural sería cualquier lugar que fuese nuevo para los dos, por lo que finalmente pusimos la atención en algunas playas, más específicamente las de la provincia de Goa.

Salimos del aeropuerto esquivando taxistas, y en búsqueda de la combinación de medios de transporte que más rapidamente nos llevara hasta el tren que teníamos que abordar en Victoria Station. Y... de nuevo esa indescriptible sensación que produce ver a los indios mover la cabecita empatizando con la vida. De nuevo la mejor de las anarquías del mundo. De nuevo la clandestinidad soñada, y esa sensación de ser mucho menos turista que en cualquier otro lugar del mundo. Por segunda vez señoras y señores, la indescriptible sensación de estar pisando suelo indio.

Aeropuerto de Mumbai...
Inauguramos la agenda de aventuras con una pequeña pelea con “Don boleto”, ya que nos quería cobrar por dos personas más por subir con las mochilas al colectivo. Casi sin querer queriendo nos metimos de lleno en un mini-quilombo y en un griterío de bienvenida, que por suerte tendría la misma fugacidad que nuestra estadía en Mumbai. Llegamos a Victoria Station y enfilé derechito a comprar el primer pasaje de tren que nos llevara hasta cualquier parte de Goa, ya que lo único que realmente sabíamos sobre la provincia era que es algo así como la meca del “Hipismo Sarkany” en Asia.

No importaba demasiado... Lo que menos queríamos era pensar de más. Era el momento ideal para un cambio energético... de sumergirse 100% en la onda India, y de volver a disfrutar de la más hermosa y adrenalínica clandestinidad. Esa clandestinidad que en India te remarcan y te hacen notar, pero con la que te dejan ser... a lo indio, que justamente es esa persona que en términos culturales está acostumbrada a la mezcla, a la superpoblación y a la tolerancia... Y aunque como en muchos otros lugares, también salen a quemar templos, matar políticos, y de cuando en cuando se les escapa un poco de bomba, siguen siendo una sociedad bastante más piola que lo normal.

Victoria Station en Mumbai...
Cambalache Indio en la puerta de victoria Station...
Cuando los famosos "vende ilusiones" me vieron caminando muy inseguro por los rincones de la estación, tratando de encontrar la ventanilla adecuada, empezaron a intentar venderme espejitos de colores y a forzar un desvío del destino elegido. Al final no pudieron doblegarnos, y aunque me costó mucho más de lo debido, finalmente logré encontrar la cornuda ventanilla, donde de inmediato compré dos pasajes en “clase general”, hecho con el que quedó oficialmente inaugurada la temporada de: “me chupa un huevo todo en la vida... vos dale que va”.

Nos tragamos unos canapés para aguantar las diez o quince horas de viaje que nos separaban de la estación “Madgaon”, y nos adentramos en un vagón sin asientos junto a alrededor de quince mil indios, que no dejarían de multiplicarse por el resto del tiempo que duraría el viaje. La imagen que más grabada me quedó de aquella travesía fue la de observar a Vico, que es probablemente una de las personas más rubias del mundo, fluorescer entre decenas de cabezas indias, que bamboleando en el piso del pasillo del tren, intentaban dormir acomodándose una sobre la otra. Una imagen perfecta de las mejores consecuencias de la globalización.

Vagón General Class en los trenes indios...
Pasillos rockeros...
Para que se ubique con las infinitas playas de la provincia de Goa...
Si me lo permiten, tengo que decir que con esa imagen, me palpita el corazón más fuerte y se me crispa el alma de la congoja. Sí señores, se me infla el pecho del amor que me produce. Se me pone la piel de gallina, mientras vuelvo a respirar el indecoroso olor que había en el pasillo de ese vagón lleno de vida, lleno de despojo, y principalmente carente de todo tipo de formas que intenten ocultar o disimular las esencias.

Esencias de una mirada india en ese lugar y en ese preciso instante, esencia de “negociar” energéticamente el espacio con el indio en ese lugar y en ese instante. Esencia de terminar entendiendo que si no lo compartíamos, todos la íbamos a pasar un poco peor. Esencias con las que podría escribir un largo libro. En India pasa algo raro e intenso en el ambiente, que aún no tengo bien idea qué es, pero que sin dudas es espectacular e infinito.

En fin... luego de una larga noche de incomodidades y de una larga mañana de calor, llegamos a la famosa estación “Madgaon”, la más importante y principal conexión entre las distintas ciudades de la provincia de Goa. A esta estación arriban todos los perejiles, que como nosotros, quieren conocer las playas de una de las mecas del hipismo mundial en India. Apenas bajamos me fui a chequear mails para re evaluar nuestras opciones. Uno de ellos nos advertía que la Rubia estaba en Arambol, otro que Bonnie estaba en Anjuna.

Estúpidamente pensé: “Ya que estan tan cerca, podrían estar en el mismo lugar”. En fin, también podríamos haber tirado una moneda, pero lo terminé convenciendo a Vico de ir primero para Anjuna, ya que tenía un particular interés en visitar a Bonnie, a quien casualmente había conocido la primera vez que estuve India, y hacía casi dos años que no veía. Todas coincidencias, hechos y designios lo suficientemente fuertes, como para no dejar pasar la oportunidad.

Estación de tren Madgaon en Goa...
Los encuentros con el pasado en el presente son siempre hechos que me parecen interesantes de precipitar. Hay algo sumamente llamativo en ciertas conexiones que se producen en la vida, que por algún motivo parecieran tener que suceder en esa específica situación, en ese específico lugar, y por esas específicas y determinadas causas. Ese tipo de conexiones tan específicas en el eje cartesiano de la dimensión de la existencia de alguna manera se me representa impregnada de una intimidad tan profunda, que ni los propios protagonistas la pueden penetrar.

Claro que a Vico sólo le dije: “¿vamos para Anjuna que quiero ver a Bonnie?” y él me puso caras como si se imaginara toda la explicación precedente, pero se ahorró las carcajadas y las puteadas, y se limitó a responderme que sí. Unimos esfuerzos entonces, e intersectamos un par de colectivos que en un lapso de algo así como una hora, nos abandonaron en la entrada de este fantasmagórico pueblito llamado Anjuna. Rarísimo...

Llegando a la estación Thivim...
Ejemplo de mini bus inter Goa...
Anjuna y ese olor a hippie town...
Luego de dar muchas vueltas en círculo y de llenarnos de primeras impresiones que describiré en el siguiente capítulo, logramos encontrar una casa de una familia india, que no demasiado feliz, accedió a cobrarnos un precio “indio” en vez de un precio “turismo indio”. Cuando ya estábamos listos para ocupar el lugar, desafortunada e inoportunamente apareció el típico “turisto” compitiendo por el premio al “europeísmo” del viaje, quien se ganó un lugar en la memoria como uno de los polacos más excitados, y con los patitos más atolondrados por el euro y sus derivados, del año.

Hasta la próxima, momento en que les relataremos todas las bufarradas de la estadía, quizás en un post algo más largo que lo normal. Por lo pronto, sean bienvenidos a esta versión de una India aún algo desconocida para este blog, llamada Anjuna.

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